sábado, 4 de septiembre de 2010

MÉXICO NI CRECE, NI CAMBIA DE RUMBO

Guillermo Knochenhauer / El Financiero
El gobierno del Presidente Calderón llegó a su cuarto informe como el más débil de los últimos 70 años. Lo es, entre otras causas, por la dependencia económica del país, sin duda una limitante objetiva de opciones de crecimiento, pero que el conservadurismo ideológico y político asume como inamovibles.
Carlos Slim declara sin ambigüedades que “lo que necesitamos los empresarios es tener mayor oportunidad de inversión”. La prioridad del gobierno no va en el sentido de creación de tales oportunidades. La disciplina fiscal es la prioridad, dijo claramente el secretario de Hacienda, Ernesto Cordero. El propósito es que "se siga percibiendo a México como un país responsable en el manejo de su economía, un país que no se endeuda”.
No se endeuda, pero tampoco crece. Los impuestos aumentan más rápido que el PIB y por si fuera poco, parte de esos ingresos los mantiene ociosos el gobierno en fideicomisos en los que deposita remanentes de subejercicios presupuestales, según informes de la Auditoría Superior de la Federación.
Hay ineptitudes en todo ello, pero también la convicción expresada por Cordero de que México debe proyectar una imagen de país financieramente bien portado. Crear puestos de trabajo dejó de ser parte del programa de gobierno del presidente del empleo, que ha centrado su atención en reducir el déficit presupuestario. De lo que se trata es de no ahuyentar a los inversionistas.
El supuesto es que México, por su dependencia de importaciones para crecer, necesita atraer inversionistas con divisas y evitar que un crecimiento acelerado, demandante de importaciones, altere el equilibrio de la balanza de pagos. De ahí se sigue que el gasto público no debe incidir en la demanda de mercado al punto en que acelere el crecimiento. Suponen que a los inversionistas les preocupan los déficits fiscales, indicador de endeudamiento y demanda inducida, lo cual es falso; lo que les preocupa es lo que dice Slim: el estancamiento que cancela oportunidades de inversión y empleos al contraerse el mercado.
Pero el gobierno no hace caso: el secretario de Hacienda propondrá un presupuesto para 2011 con un déficit de sólo 0.4 por ciento, menor al propuesto para 2010, que fue de 0.7 por ciento. No importa que México haya registrado el peor desempeño económico de América Latina durante 2009 y que el crecimiento de este año no alcance a reponer la capacidad productiva que se tenía en 2008, la cual se perdió en miles de quiebras empresariales.
La decisión de la autoridad es mantener bajo el déficit fiscal y neutralizar el efecto del gasto público como factor de crecimiento, para que los particulares se hagan cargo del crecimiento de las inversiones y del empleo. Dada la constante contracción del mercado interno, no es realista esperar que se dinamice el crecimiento a partir de inversiones privadas, lo realista es lo que dijo el panista José Isabel Trejo, presidente de la Comisión de Hacienda del Senado: habrá (si acaso) “los mismos empleos generados en el 2010, un promedio de 500 o 550 mil”.
Hacer, como pide Slim, que la política económica fomente el crecimiento económico a partir de las pequeñas y medianas empresas y del empleo que pueden crear en la construcción, la vivienda, el mantenimiento a la infraestructura obligaría, ciertamente, a un déficit fiscal un poco mayor, que no pondría en riesgo las finanzas nacionales, pero sobre todo, obligaría a identificar y apoyar sectores y ramas de actividad según su capacidad para ir restableciendo cadenas de producción internas y con miras a mediano y largo plazo, ser sustitutivas de importaciones.
En la era que nos tocó vivir, de finanzas e información globalizadas, la política económica no puede limitarse a evitar crecer para mantener la balanza de pagos equilibrada. El estancamiento, como el que México padece desde hace tres décadas, ha demostrado hasta la saciedad que un mercado en contracción no atrae inversiones privadas que aumenten la capacidad productiva y el empleo. También ha quedado demostrado el enorme sacrificio que representa, económico en inversiones y social en empleos, que deja a crecientes sectores de población, como única opción, las actividades ilegales.
Tenemos 30 años en esta ruta en la que el asalto de la delincuencia organizada es uno de sus costos. ¿No es hora de cambiar de estrategia?

No hay comentarios:

Publicar un comentario