jueves, 2 de septiembre de 2010

INDICADORES SOBRE EL COLAPSO

Orlando Delgado Selley / La Jornada
De nuevo lo que priva en la economía mundial es la incertidumbre. Luego de dos trimestres en los que la economía estadunidense parecía estar en un curso ascendente, los últimos dos ilustran la ralentización de la recuperación. La repercusión en la economía mundial es significativa, pero lo es mucho más para la economía mexicana. Los datos nacionales no dejan duda de que nuestra recuperación se explica porque algunos sectores industriales de aquel país renovaron inventarios, de modo que si dejaran de hacerlo la demanda por exportaciones mexicanas se contraería. La perspectiva es clara: el único factor que estaba dinamizando el comportamiento del producto ya no lo hará.
En el mundo se discute la posibilidad de que se revierta la recuperación y enfrentemos una nueva recesión, que pudiera ser más complicada que la anterior. Hay acuerdo en que la posibilidad es lejana y que lo más probable es que la recuperación sea más lenta de lo previsto. El gobierno mexicano, en el Informe que ha presentado al Congreso de la Unión y en la propuesta de paquete económico para 2010, no ha incorporado las dificultades de un entorno en el que se están frenando las economías desarrolladas. Los posibles cursos que tomen las economías de Estados Unidos, Europa, Japón y China serán decisivos para instrumentar las acciones de un gobierno responsable con su población.
Los gobiernos de los países desarrollados han sido conducidos a una situación contradictoria. Antes de que se consolidara la recuperación, dieron marcha atrás a los estímulos contracíclicos que habían aplicado. Los intereses financieros se impusieron a las consideraciones sociales provocando una desaceleración generalizada. El sector externo alemán, ligado especialmente a la industria china, ha jalado a su economía, pero ante la reducción de la demanda de importaciones de Estados Unidos la economía china se frenará y el dínamo alemán también lo hará.
Parece que, a menos que ocurra una revolución en la manera de razonar de los dueños de las mayores empresas financieras del mundo, la incertidumbre se resolverá rápidamente: la desaceleración económica se instalará y nos colocaremos en una situación como la vivida por la economía japonesa en la última década del siglo pasado. La economía mexicana estructuralmente ligada a la industria estadunidense, languidecerá a menos que se lleven a cabo modificaciones importantes que permitan desarrollar fuentes alternas de dinamización económica. Sin exportaciones al alza, la demanda agregada tendrá que ser movida por la inversión y el consumo interno.
Los actores políticos en lugar de dramatizar sobre si se avecina el colapso y el ocultamiento de información por parte del gobierno, debieran ocuparse del diseño de una estrategia nacional que integre una política pública que haga que el gobierno actúe contra el ciclo económico priorizando a los sectores sociales con mayores desventajas. Es evidente que en México el colapso no se avecina, sino que llegó hace tiempo. Aunque los indicadores están a la vista conviene hacerlos explícitos.
Este Informe debiera haber dado cuenta exacta del número de personas ocupadas en el sector informal, de los niveles salariales comparados entre esos ocupados y los del sector formal, de cuántos mexicanos se han jubilado desde la implementación del nuevo régimen pensionario y con qué montos, con qué proporción de su último salario se retiraron del trabajo los jubilados por el ISSSTE, cuántos jóvenes mexicanos ni estudian ni trabajan. Debiera dar cuenta también de cuál sería la tasa tributaria que pagaría en Estados Unidos, Brasil o algún país europeo empresas como Telmex, Televisa, Bancomer, Cemex, Cervecería Modelo, y otras, para ilustrar los recursos que debieran transferirse al Estado.
El colapso llegó y hay que enfrentarlo. Es indispensable construir un acuerdo nacional que permita revertirlo. Nada puede ser más importante que esto. Al país le urge encontrar recursos económicos y políticos para construir una ruta de salida, para revertir una desesperanza cada vez más extendida y oprobiosa. Esto no puede esperar hasta 2012.

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