Guillermo Knochenhauer / El Financiero
Rusia está sufriendo una intensidad de calor a temperaturas jamás registradas desde que comenzaron a consignarse las observaciones meteorológicas hace 130 años. La sequía consecuente ha provocado incendios y afectado las siembras en unos 100 millones de hectáreas, superficie equivalente a la mitad de la República Mexicana.
No obstante, la situación rusa no pone en riesgo la disponibilidad de cereales en el mundo, pero alienta la especulación en las bolsas agropecuarias. La pregunta es, ¿cómo afrontará México una nueva escalada en precios de los alimentos, que en el 2008 hizo que seis millones de personas bajaran en la escala de pobreza hasta la categoría de pobreza alimentaria?
El producto que hoy desata la especulación es el trigo, del que Rusia es el cuarto productor mundial y exportó 17 millones de toneladas el año pasado; el dato importante es que el Departamento de Agricultura de Estados Unidos estima que se producirán 646 millones de toneladas del cereal en el mundo, 5% menos que el año pasado, pero hay 175 millones de toneladas del cereal en reservas internacionales.
La suspensión de las exportaciones rusas de trigo, que no serán del total, pueden ser holgadamente compensadas por las reservas mundiales, que están 6% arriba de las de hace dos años. No hay causas que hagan que la oferta sea menor al consumo mundial.
No obstante, las cotizaciones del trigo en los mercados de futuros se dispararon de 201.26 a 280 dólares por tonelada en lo que va de agosto, arrastrando consigo los precios del maíz, sorgo y otros sustitutos forrajeros. El maíz amarillo toca ya los 160 dólares por tonelada en la bolsa de Chicago, su máximo en lo que va del año, igual que la soya.
Juan Carlos Anaya, director general del Grupo Consultor de Mercados Agrícolas, sostiene que no hay ninguna razón externa ni interna para sospechar que pudiera haber desabasto de cereales en México, lo que no significa que no vayan a aumentar los precios al consumidor, principalmente por motivos especulativos. (EL FINANCIERO 10 de agosto 2010).
El problema es que una vez que suben los precios de la tortilla, del pan, del huevo, el pollo, la carne de res, la leche y todo lo demás, no bajan cuando los precios de los cereales (materia prima de la mayoría de los alimentos) pierden su componente especulativo y se desploman.
Así ocurrió tras la crisis internacional de 2008, que fue principalmente de precios al desatarse la especulación por temores de que se repitieran las malas condiciones climáticas de 2007 en Australia, Canadá y Europa. Así, por ejemplo, de noviembre de 2007 a junio de 2008 el precio internacional del maíz subió un 83.2% para cotizarse a un máximo de 299.6 dólares tonelada; cuando los fondos de inversión vendieron sus contratos en los mercados de futuros, el precio cayó a 151.96 dólares tonelada en octubre del mismo año.
El trigo duro sólo había aumentado de noviembre de 2007 a junio de 2008 en 8.6% y el trigo panificable había disminuido 6.4%; ambas variedades bajaron de julio a septiembre de 2008 un promedio de 23.96%.
En México se reflejaron las alzas internacionales de precios de los cereales en los alimentos finales, pero ni la tortilla ni el pan bajaron cuando lo hicieron el maíz y el trigo en las bolsas agropecuarias del mundo. La tortilla, que en 2007 costaba 6.50 pesos el kilo en el Distrito Federal, subió a 8.50 pesos y ahí se quedó. El pan subió 16.4% en 2008 y ahí se quedó, igual que las galletas y pastas para sopa, que aumentaron 17.7%. La producción de leche requiere forrajes, así que con el alza del maíz subió 9.6% en 2008, pero no bajó después.
En 2008 subieron los precios de los alimentos en México (y en el mundo, sumando más de cien millones de personas a los ahora mil millones que padecen hambre en el mundo) a pesar de que el país no había sufrido caídas en producción por desastres naturales ni tuvo dificultades para importar alimentos, aunque más caros.
Las cifras de producción, consumo e importaciones fueron las de un buen abasto del mercado, como hoy seguramente ocurrirá. La única alteración fue la de los precios de los alimentos, que se hizo permanente como volverá a ocurrir en ausencia de medidas de la autoridad para impedirlo.
Rusia está sufriendo una intensidad de calor a temperaturas jamás registradas desde que comenzaron a consignarse las observaciones meteorológicas hace 130 años. La sequía consecuente ha provocado incendios y afectado las siembras en unos 100 millones de hectáreas, superficie equivalente a la mitad de la República Mexicana.
No obstante, la situación rusa no pone en riesgo la disponibilidad de cereales en el mundo, pero alienta la especulación en las bolsas agropecuarias. La pregunta es, ¿cómo afrontará México una nueva escalada en precios de los alimentos, que en el 2008 hizo que seis millones de personas bajaran en la escala de pobreza hasta la categoría de pobreza alimentaria?
El producto que hoy desata la especulación es el trigo, del que Rusia es el cuarto productor mundial y exportó 17 millones de toneladas el año pasado; el dato importante es que el Departamento de Agricultura de Estados Unidos estima que se producirán 646 millones de toneladas del cereal en el mundo, 5% menos que el año pasado, pero hay 175 millones de toneladas del cereal en reservas internacionales.
La suspensión de las exportaciones rusas de trigo, que no serán del total, pueden ser holgadamente compensadas por las reservas mundiales, que están 6% arriba de las de hace dos años. No hay causas que hagan que la oferta sea menor al consumo mundial.
No obstante, las cotizaciones del trigo en los mercados de futuros se dispararon de 201.26 a 280 dólares por tonelada en lo que va de agosto, arrastrando consigo los precios del maíz, sorgo y otros sustitutos forrajeros. El maíz amarillo toca ya los 160 dólares por tonelada en la bolsa de Chicago, su máximo en lo que va del año, igual que la soya.
Juan Carlos Anaya, director general del Grupo Consultor de Mercados Agrícolas, sostiene que no hay ninguna razón externa ni interna para sospechar que pudiera haber desabasto de cereales en México, lo que no significa que no vayan a aumentar los precios al consumidor, principalmente por motivos especulativos. (EL FINANCIERO 10 de agosto 2010).
El problema es que una vez que suben los precios de la tortilla, del pan, del huevo, el pollo, la carne de res, la leche y todo lo demás, no bajan cuando los precios de los cereales (materia prima de la mayoría de los alimentos) pierden su componente especulativo y se desploman.
Así ocurrió tras la crisis internacional de 2008, que fue principalmente de precios al desatarse la especulación por temores de que se repitieran las malas condiciones climáticas de 2007 en Australia, Canadá y Europa. Así, por ejemplo, de noviembre de 2007 a junio de 2008 el precio internacional del maíz subió un 83.2% para cotizarse a un máximo de 299.6 dólares tonelada; cuando los fondos de inversión vendieron sus contratos en los mercados de futuros, el precio cayó a 151.96 dólares tonelada en octubre del mismo año.
El trigo duro sólo había aumentado de noviembre de 2007 a junio de 2008 en 8.6% y el trigo panificable había disminuido 6.4%; ambas variedades bajaron de julio a septiembre de 2008 un promedio de 23.96%.
En México se reflejaron las alzas internacionales de precios de los cereales en los alimentos finales, pero ni la tortilla ni el pan bajaron cuando lo hicieron el maíz y el trigo en las bolsas agropecuarias del mundo. La tortilla, que en 2007 costaba 6.50 pesos el kilo en el Distrito Federal, subió a 8.50 pesos y ahí se quedó. El pan subió 16.4% en 2008 y ahí se quedó, igual que las galletas y pastas para sopa, que aumentaron 17.7%. La producción de leche requiere forrajes, así que con el alza del maíz subió 9.6% en 2008, pero no bajó después.
En 2008 subieron los precios de los alimentos en México (y en el mundo, sumando más de cien millones de personas a los ahora mil millones que padecen hambre en el mundo) a pesar de que el país no había sufrido caídas en producción por desastres naturales ni tuvo dificultades para importar alimentos, aunque más caros.
Las cifras de producción, consumo e importaciones fueron las de un buen abasto del mercado, como hoy seguramente ocurrirá. La única alteración fue la de los precios de los alimentos, que se hizo permanente como volverá a ocurrir en ausencia de medidas de la autoridad para impedirlo.
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