Alberto Aziz Nassif / El Universal
Las reuniones que encabezó Felipe Calderón, “Diálogo sobre Seguridad”, en la que participaron organizaciones sociales, académicos, periodistas y líderes religiosos, dejan una extraña sensación política. Se pueden explorar al menos tres posibilidades, entre muchas otras explicaciones, para encontrar algún sentido a ese espacio, a los discursos y a las expectativas que se han generado: el fracaso, la soledad y la reformulación de la política de seguridad.
La primera es la de un llamado de urgencia tardío, al final del sexenio, para procesar políticamente un fracaso sexenal en la principal política pública de este gobierno, el combate al narco y al crimen organizado. Quizá esas reuniones deberían haber sido en diciembre de 2006, y no cuatro años después, cuando ya se desarrolló toda la estrategia y los resultados son escasos y negativos. En esta perspectiva se puede ver que ha bajado el énfasis en los logros y se ha acentuado el análisis sobre las complicaciones de un problema que cada día se vuelve más complejo. El clima de violencia está muy lejos de empezar su curva descendente y todos los días crece. Los grandes números expresan este incremento: 28 mil crímenes por la violencia, el arresto de 59 mil personas de los cárteles o la confiscación de 34 mil vehículos. Se podría concluir que se trata de resultados que nunca antes se habían tenido, por lo cual la ruta es la correcta y, en todo caso, sólo habría que ajustarla. Sin embargo, también se puede establecer que la escalada es cada día mayor y que ha cambiado de dimensión, como de hecho el mismo Calderón reconoció, lo cual puede anunciar tiempos apocalípticos que empezarán a llegar pronto y que, a pesar de todo lo que ha pasado en estos años, todavía no hemos visto. En suma, que seguir con la misma estrategia llevará a un fracaso sexenal.
La segunda es la de que estamos frente a un presidente que se ha quedado solo; ya perdió a su aliado legislativo y al actor con el que establecía la interlocución política más directa, el PRI. Los tiempos electorales y las alianzas entre PAN y PRD son la razón para marcar un punto y aparte. Ahora se convoca a organizaciones sociales, académicos y a los líderes religiosos, porque los partidos políticos están ausentes y el Congreso no ha procesado las reformas que ha propuesto el Ejecutivo. Las escasas reformas que se han aprobado están en serios problemas para ponerse en práctica, como la reforma penal. La misma metáfora del rey solo y desairado que usó Calderón en las reuniones, da cuenta del abandono. El reclamo de que la clase política ha optado por sus intereses y no por los intereses nacionales, deja nuevamente sobre la mesa el desprecio social por los políticos por los agravios contra la sociedad.
La tercera, y quizá la más importante, puede ser la de una reformulación de la política. No será mediante el debate sobre la legalización de drogas, que en todo caso puede ser un distractor, sino ir hacia lo que no se ha hecho y que ahora al final hay que lograr. Se trata de recuperar algo de legitimidad y darle al país viabilidad para una sucesión presidencial pacífica. Ya se sabía que la estrategia no funcionaba, que no ha dado los resultados anunciados y que, además, nunca se ha sabido establecer una comunicación eficaz con la sociedad. Cuando los políticos reconocen sus graves errores, significa que una crisis importante ronda el palacio del rey. Las reuniones de diálogo, si no se trata de pura demagogia, fueron una puesta en escena para marcar un punto y a parte, y empezar a dar los pasos que le han faltado a la estrategia, como descubrir la madeja de hilos de corrupción y complicidad entre el crimen organizado y el aparato del Estado: jueces, ministerios públicos, alcaldes, gobernadores que protegen, cobran y son los cómplices necesarios.
El director del Cisen reconoció —en esas reuniones de diálogo— las debilidades sobre las que hay que trabajar: las insuficiencias “en lavado de dinero, procesos lentos en la profesionalización de policías, lentitud en la entrega de recursos de EU (Iniciativa Mérida), avances claramente insuficientes en materia de violencia y persistencia de problemas de secuestro y extorsión” (EL UNIVERSAL, 4/VIII/2010).
Para hacer del combate al crimen organizado una política de Estado, primero se necesita recuperar el Estado, que, como dice Edgardo Buscaglia, está “fragmentado en cientos de pedazos, y cada uno de ellos le pertenece a un grupo criminal distinto” (EL UNIVERSAL, 5/VIII/2010). Si hay recuperación del Estado podrá haber futuro…
Investigador del CIESAS
La primera es la de un llamado de urgencia tardío, al final del sexenio, para procesar políticamente un fracaso sexenal en la principal política pública de este gobierno, el combate al narco y al crimen organizado. Quizá esas reuniones deberían haber sido en diciembre de 2006, y no cuatro años después, cuando ya se desarrolló toda la estrategia y los resultados son escasos y negativos. En esta perspectiva se puede ver que ha bajado el énfasis en los logros y se ha acentuado el análisis sobre las complicaciones de un problema que cada día se vuelve más complejo. El clima de violencia está muy lejos de empezar su curva descendente y todos los días crece. Los grandes números expresan este incremento: 28 mil crímenes por la violencia, el arresto de 59 mil personas de los cárteles o la confiscación de 34 mil vehículos. Se podría concluir que se trata de resultados que nunca antes se habían tenido, por lo cual la ruta es la correcta y, en todo caso, sólo habría que ajustarla. Sin embargo, también se puede establecer que la escalada es cada día mayor y que ha cambiado de dimensión, como de hecho el mismo Calderón reconoció, lo cual puede anunciar tiempos apocalípticos que empezarán a llegar pronto y que, a pesar de todo lo que ha pasado en estos años, todavía no hemos visto. En suma, que seguir con la misma estrategia llevará a un fracaso sexenal.
La segunda es la de que estamos frente a un presidente que se ha quedado solo; ya perdió a su aliado legislativo y al actor con el que establecía la interlocución política más directa, el PRI. Los tiempos electorales y las alianzas entre PAN y PRD son la razón para marcar un punto y aparte. Ahora se convoca a organizaciones sociales, académicos y a los líderes religiosos, porque los partidos políticos están ausentes y el Congreso no ha procesado las reformas que ha propuesto el Ejecutivo. Las escasas reformas que se han aprobado están en serios problemas para ponerse en práctica, como la reforma penal. La misma metáfora del rey solo y desairado que usó Calderón en las reuniones, da cuenta del abandono. El reclamo de que la clase política ha optado por sus intereses y no por los intereses nacionales, deja nuevamente sobre la mesa el desprecio social por los políticos por los agravios contra la sociedad.
La tercera, y quizá la más importante, puede ser la de una reformulación de la política. No será mediante el debate sobre la legalización de drogas, que en todo caso puede ser un distractor, sino ir hacia lo que no se ha hecho y que ahora al final hay que lograr. Se trata de recuperar algo de legitimidad y darle al país viabilidad para una sucesión presidencial pacífica. Ya se sabía que la estrategia no funcionaba, que no ha dado los resultados anunciados y que, además, nunca se ha sabido establecer una comunicación eficaz con la sociedad. Cuando los políticos reconocen sus graves errores, significa que una crisis importante ronda el palacio del rey. Las reuniones de diálogo, si no se trata de pura demagogia, fueron una puesta en escena para marcar un punto y a parte, y empezar a dar los pasos que le han faltado a la estrategia, como descubrir la madeja de hilos de corrupción y complicidad entre el crimen organizado y el aparato del Estado: jueces, ministerios públicos, alcaldes, gobernadores que protegen, cobran y son los cómplices necesarios.
El director del Cisen reconoció —en esas reuniones de diálogo— las debilidades sobre las que hay que trabajar: las insuficiencias “en lavado de dinero, procesos lentos en la profesionalización de policías, lentitud en la entrega de recursos de EU (Iniciativa Mérida), avances claramente insuficientes en materia de violencia y persistencia de problemas de secuestro y extorsión” (EL UNIVERSAL, 4/VIII/2010).
Para hacer del combate al crimen organizado una política de Estado, primero se necesita recuperar el Estado, que, como dice Edgardo Buscaglia, está “fragmentado en cientos de pedazos, y cada uno de ellos le pertenece a un grupo criminal distinto” (EL UNIVERSAL, 5/VIII/2010). Si hay recuperación del Estado podrá haber futuro…
Investigador del CIESAS
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