martes, 17 de agosto de 2010

SE NOS PRENDEN LOS FOCOS ROJOS

Jesús Alberto Cano Vélez (*) / Excelsior
Al concluirse el primer semestre del 2010, todos los analistas serios coinciden en que las fuerzas económicas que mueven los mercados internacionales prenden --como nunca antes-- los focos rojos para nuestro futuro inmediato, y aconsejan acciones en una amplia gama de políticas públicas.
La problemática es la inmensa pobreza en México que afecta a más de la mitad de la población, el pavoroso desempleo y subempleo, y la gran recesión mundial que amenaza con seguir su curso por algún tiempo más e inclusive, con intensificarse.
El Banco Mundial dice que las perspectivas económicas para los Estados Unidos, que ya están mal, amenazan con empeorar a partir de este segundo semestre del 2010, y continuar por algún tiempo más, iniciando su recuperación económica de manera muy lenta y prolongada hasta entrado el 2011 y más allá, con un cuadro de desempleo en ese país de 10% de su fuerza laboral y creciendo, y con un subempleo que duplica la cifra anterior.
Eso está ocurriendo con nuestro socio principal --en más del 80%--, del que dependemos para nuestras exportaciones, para recibir inversión extranjera directa, y para darle empleo a millones de mexicanos ilegales en su territorio. Ese es –en suma-- el motor de desarrollo del que dependemos, y del que cuelgan todas nuestras políticas: macro, micro, de comercio exterior, de emisión de visas para entrar a México y hasta de guía en política económica, con nuestra sujeción al Consenso de Washington.
La Comisión Económica para América Latina (CEPAL) también nos aconseja hacer algo para compensar el impacto de una desaceleración en la demanda proveniente de los Estados Unidos; además, insisten en la necesidad nuestra de actuar en la recaudación tributaria y en generar ahorros en el gasto corriente gubernamental, para ganar en capacidad de acción defensiva con inversiones, ante un mundo económico hostil.
El año 2009 fue terrible para México. La gran recesión mundial, que inició en 2008, contrajo nuestro producto e ingreso nacionales en 6.5% y el desempleo y subempleo subieron de manera extraordinaria. Había cierto optimismo en la posibilidad de una recuperación este año, y en el primer semestre hubo algo de crecimiento y se generaron un número importante de empleos, pero en su mayoría son temporales por estar relacionados con el censo nacional, por lo que de ninguna manera se va recuperar siquiera cercanamente al nivel de 2008.
De manera que, ante las perspectivas del futuro inmediato, tenemos una “tormenta perfecta” en formación que nos obliga a hacer algo nosotros, por nosotros mismos.
Se trata de enfrentar la crisis, adecuando nuestro motor de desarrollo para que descanse en cuatro ejes nuevos, además de darle servicio a nuestro principal socio comercial; y esos ejes son: fortalecer el Mercado Interno, diseñar una nueva política fiscal-financiera, aplicar otra política comercial, y promover una importante diversificación en nuestro comercio exterior, por países y por productos.
Obviamente, no podemos desatender la demanda por nuestras exportaciones de bienes industriales proveniente de los Estados Unidos, especialmente de la industria automotriz. Quizás no crezca mucho o disminuya en un futuro próximo, pero el volumen es muy importante.
Adicionalmente, debemos hacer un gran esfuerzo por recuperar la producción agrícola perdida de los granos básicos, como el trigo, el maíz y el sorgo, entre los principales, ante la escasez mundial que viene por la destrucción de las cosechas rusas, que están elevando los precios mundiales de esos productos. Con esa producción interna podremos reducir importaciones y generar exportaciones, además de darle un fuerte impulso a reducir una parte de la pobreza entre el campesinado mexicano, especialmente después de las inundaciones del verano. Tenemos tierras que hay que regresar a la producción agrícola. Ahora sí hay agua suficiente para los ciclos otoño-invierno y el próximo de primavera-verano.
Una nueva política macroeconómica fiscal-financiera, anti cíclica sería desarrollar un esquema emergente de financiamiento primario con recursos públicos, a través de lo que resta de la banca de desarrollo y con la estructura de la banca comercial, sin menoscabo de una reforma profunda a esta. Esto generaría demanda agregada en la economía, que deberíamos propiciar que se vierta sobre la nueva producción nacional, adecuando las políticas cambiaria y comercial.
El objetivo de diversificar nuestro comercio exterior, por países, requiere un cambio de actitud para un esfuerzo denodado de negociaciones y promoción con China, India y demás países asiáticos, así como con los otros BRICs como Brasil y Rusia.
Sin embargo, para poder tener éxito en ese esfuerzo, será necesario revertir la reciente anunciada política del sistema nacional de metrología, normalización y verificación, que pretende homologar nuestras normas con las de nuestros socios del Norte, aplicando las de los Estados Unidos y Canadá; lo que inspiró un planteamiento de “ni una norma más”. De hecho, hay unas normas que son importantes y buenas para México y otras que no lo son. Se trata de ser muy cuidadosos y selectivos, porque como fueron hechas para proteger el comercio exterior de esos países de nuestro Norte, algunos aspectos de ellas no son buenas para nosotros, ni para los otros países con quienes también queremos comerciar.
Estas medidas, junto con otras ya pensadas, como las de infraestructura, especialmente ante los destrozos de las lluvias veraniegas, tendrían el efecto de generar empleos, aumentar la producción nacional y el ingreso nacional; todas ellas fortaleciendo el mercado interno y reduciendo pobreza en México.
Para todo lo anterior tenemos que anteponer el interés primario de México y necesitamos entender que la acción gubernamental activa en esta materia es insustituible.
(*) Presidente de El Colegio Nacional de Economistas

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