Jesús Alberto Cano Vélez (*)
La crisis económica, que enseñó sus fauces en 2008, generó grandes temores en el mundo, tanto por sus características intrínsecas e intensidad, como por su posible evolución dentro de la nueva globalización, con sus medios instantáneos de transferir recursos e información entre mercados y países.
Amenazaba, desde su inicio, con crecer hasta igualar la ferocidad de la Gran Depresión de los años 30’s del Siglo pasado. De ahí que la mayoría de los países iniciara inmediatamente la aplicación de medidas de protección y defensa contra el contagio.
Estados Unidos se enfrentó rápidamente a diversas crisis de entes financieras prestigiadas y de primera línea, incluyendo al banco y a la aseguradora más grande del país, a los que les brindó apoyo en forma de inyecciones de capital. Similares acciones se dieron con empresas manufactureras grandes, que se enfrentaban quiebras. De ahí que masivas aportaciones transitorias de recursos fueron concedidas por su gobierno; entre éstas a la General Motors, la más grande empresa automotriz de los Estados Unidos.
El impacto en la economía de esas inyecciones de recursos, financiadas con crédito primario, cubrieron el déficit gubernamental, que alcanzó el 9% del PIB. Tuvo el efecto esperado por sus promotores de compensar parte de la declinante demanda agregada. La economía empezaba a reducir su ritmo productivo y a generar mayores niveles de desempleo, más la medicina contra-cíclica evitó que la economía norteamericana se tornarse recesiva o inflacionaria, pero no se esperaba que recuperara, por algún tiempo su dinámica económica, hasta no sanear en el mediano plazo algunas distorsiones en su economía.
Es esencial apuntar que se tomó un importante riesgo calculado, de poder revertir la inyección crediticia en el futuro, una vez iniciada la recuperación de la economía, para drenar el crédito artificialmente inyectado en esa emergencia, de manera de evitar una inflación futura, que fue el temor de un número importante de los encargados de las políticas económicas y financieras.
Fue el tema también de intensos debates en Davos Suiza, ese inverno de 2008-2009, en la reunión anual de los principales tomadores de decisiones económicas en el mundo, Los proponentes de acciones anti-cíclicas con recursos financieros primarios perdieron la partida, ante la fuerza de los neoliberales, todavía actuando bajo la influencia del pensamiento económico que inspiró el “Consenso de Washington”, durante la administración conservadora del segundo Bush.
Los países del primer mundo, que decidieron actuar con decisión, fueron esencialmente los Estados Unidos, el Reino Unido, Francia y Alemania. Este último tomó al toro por los cuernos y rescató al país enfermo de Europa --Grecia-- con una inyección muy significativa de recursos, ya que se encontraba al borde de la banca rota y amenazaba con un derrumbe de sus finanzas gubernamentales y con un contagio muy serio de la crisis económica mundial a la Comunidad Europea, protegida detrás de sus murallas infranqueables.
También, en ese ambiente de crisis, las fuerzas del mercado develaron otros países europeos que requerían con urgencia de medidas de saneamiento en sus finanzas; pero por grandes tenían que actuar por sí mismos, valientemente, con decisión y con políticas internas de ingreso, que bajaran el nivel de consumo interno real, ya que ajustes en el tipo de cambio no procedían, al formar éstos países parte del Area Euro; eran España, Portugal e Italia.
En América Latina y el Caribe los efectos fueron diversos, según los países y las políticas aplicadas.
Brasil, Uruguay, Paraguay, Argentina, Perú y República Dominicana desaceleraron su ritmo de actividad económica durante la primera mitad de 2009, para luego acelerar sus tasas de crecimiento a cerca del 7% anual, en promedio, consecuencia de políticas económicas proactivas, con un Estado desempeñando papel promotor importante, en su manejo macroeconómico como en la promoción de inversiones. Todos lograron su crecimiento con tasas bajas de inflación.
En otra situación se encuentra México, que más que desacelerar su crecimiento, se desplomó en 2009, 6.5% de su Ingreso Nacional, con expectativas de crecimiento reducido en 2010 entre 3% y 4%. En similar perspectiva están Colombia, Ecuador, Honduras, Nicaragua y Guatemala.
La solidez macroeconómica que mostró la mayoría de los países de América Latina y el Caribe, en los años que antecedieron a la crisis internacional marcó una diferencia significativa; pero sólo algunos aprovecharon sus finanzas sanas, un alto nivel de reservas internacionales y su bajo perfil de endeudamiento.
Según la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), ese proceso permitió un marco inmejorable para la aplicación de políticas públicas contra-cíclicas que hizo posible el inicio de la recuperación a partir de la segunda mitad de 2009.
(*) Presidente de El Colegio Nacional de Economistas
La crisis económica, que enseñó sus fauces en 2008, generó grandes temores en el mundo, tanto por sus características intrínsecas e intensidad, como por su posible evolución dentro de la nueva globalización, con sus medios instantáneos de transferir recursos e información entre mercados y países.
Amenazaba, desde su inicio, con crecer hasta igualar la ferocidad de la Gran Depresión de los años 30’s del Siglo pasado. De ahí que la mayoría de los países iniciara inmediatamente la aplicación de medidas de protección y defensa contra el contagio.
Estados Unidos se enfrentó rápidamente a diversas crisis de entes financieras prestigiadas y de primera línea, incluyendo al banco y a la aseguradora más grande del país, a los que les brindó apoyo en forma de inyecciones de capital. Similares acciones se dieron con empresas manufactureras grandes, que se enfrentaban quiebras. De ahí que masivas aportaciones transitorias de recursos fueron concedidas por su gobierno; entre éstas a la General Motors, la más grande empresa automotriz de los Estados Unidos.
El impacto en la economía de esas inyecciones de recursos, financiadas con crédito primario, cubrieron el déficit gubernamental, que alcanzó el 9% del PIB. Tuvo el efecto esperado por sus promotores de compensar parte de la declinante demanda agregada. La economía empezaba a reducir su ritmo productivo y a generar mayores niveles de desempleo, más la medicina contra-cíclica evitó que la economía norteamericana se tornarse recesiva o inflacionaria, pero no se esperaba que recuperara, por algún tiempo su dinámica económica, hasta no sanear en el mediano plazo algunas distorsiones en su economía.
Es esencial apuntar que se tomó un importante riesgo calculado, de poder revertir la inyección crediticia en el futuro, una vez iniciada la recuperación de la economía, para drenar el crédito artificialmente inyectado en esa emergencia, de manera de evitar una inflación futura, que fue el temor de un número importante de los encargados de las políticas económicas y financieras.
Fue el tema también de intensos debates en Davos Suiza, ese inverno de 2008-2009, en la reunión anual de los principales tomadores de decisiones económicas en el mundo, Los proponentes de acciones anti-cíclicas con recursos financieros primarios perdieron la partida, ante la fuerza de los neoliberales, todavía actuando bajo la influencia del pensamiento económico que inspiró el “Consenso de Washington”, durante la administración conservadora del segundo Bush.
Los países del primer mundo, que decidieron actuar con decisión, fueron esencialmente los Estados Unidos, el Reino Unido, Francia y Alemania. Este último tomó al toro por los cuernos y rescató al país enfermo de Europa --Grecia-- con una inyección muy significativa de recursos, ya que se encontraba al borde de la banca rota y amenazaba con un derrumbe de sus finanzas gubernamentales y con un contagio muy serio de la crisis económica mundial a la Comunidad Europea, protegida detrás de sus murallas infranqueables.
También, en ese ambiente de crisis, las fuerzas del mercado develaron otros países europeos que requerían con urgencia de medidas de saneamiento en sus finanzas; pero por grandes tenían que actuar por sí mismos, valientemente, con decisión y con políticas internas de ingreso, que bajaran el nivel de consumo interno real, ya que ajustes en el tipo de cambio no procedían, al formar éstos países parte del Area Euro; eran España, Portugal e Italia.
En América Latina y el Caribe los efectos fueron diversos, según los países y las políticas aplicadas.
Brasil, Uruguay, Paraguay, Argentina, Perú y República Dominicana desaceleraron su ritmo de actividad económica durante la primera mitad de 2009, para luego acelerar sus tasas de crecimiento a cerca del 7% anual, en promedio, consecuencia de políticas económicas proactivas, con un Estado desempeñando papel promotor importante, en su manejo macroeconómico como en la promoción de inversiones. Todos lograron su crecimiento con tasas bajas de inflación.
En otra situación se encuentra México, que más que desacelerar su crecimiento, se desplomó en 2009, 6.5% de su Ingreso Nacional, con expectativas de crecimiento reducido en 2010 entre 3% y 4%. En similar perspectiva están Colombia, Ecuador, Honduras, Nicaragua y Guatemala.
La solidez macroeconómica que mostró la mayoría de los países de América Latina y el Caribe, en los años que antecedieron a la crisis internacional marcó una diferencia significativa; pero sólo algunos aprovecharon sus finanzas sanas, un alto nivel de reservas internacionales y su bajo perfil de endeudamiento.
Según la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), ese proceso permitió un marco inmejorable para la aplicación de políticas públicas contra-cíclicas que hizo posible el inicio de la recuperación a partir de la segunda mitad de 2009.
(*) Presidente de El Colegio Nacional de Economistas
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