José Luis de la Cruz Gallegos / El Universal
La última publicación de las estadísticas de empleo que realizó el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) permite resaltar dos resultados importantes: si bien es cierto que se ha evitado un aumento en el desempleo ello no necesariamente implica que el país se encuentra en el camino de abatir uno de sus problemas estructurales, la insuficiente generación de fuentes de trabajo. Como evidencia de lo anterior se tiene la tasa de desocupación promedio del primer semestre, 5.3%, la más elevada en lo que va del milenio y solamente superada por las registradas con motivo de la crisis de 1995.
Lo anterior conduce al segundo aspecto a resaltar: el crecimiento económico observado durante los primeros meses del año (en promedio 5.9% hasta mayo) no ha impactado de manera significativa en el mercado laboral, o, puesto de otra forma, el aumento del Producto Interno Bruto ha sido insuficiente para generar las fuentes de empleo que se necesitan para abatir los rezagos sociales y económicos. Dado que el propio titular de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público ha reconocido un aumento de 5.8 millones de personas en situación de pobreza con motivo de la crisis y dado que la desocupación sigue siendo elevada es prioritario preguntarse sobre cómo se abatirá el flagelo de la pobreza en el futuro inmediato. Indudablemente que la respuesta no se dará mediante un aumento de impuestos al resto de la sociedad.
A fin de evitar la aplicación de una estrategia tipo Robín Hood por parte del gobierno federal, es decir, dar dinero a los pobres quitándoselo a otros no tan pobres, lo importante es que se resuelvan cuestiones esenciales como el bajo crecimiento económico y la escasa generación de empleo de calidad. Lamentablemente, al recurrir a las cifras del INEGI se puede observar que existe un desafío significativo. Primeramente, porque la tendencia de la desocupación es creciente, algo que afecta más a las mujeres. Además, es evidente que después de un primer semestre positivo la economía mexicana y la de Estados Unidos dan muestras de una desaceleración, algo ya reconocido desde el Banco de México.
De igual forma, debe citarse la seria limitante que existe en el análisis del gobierno federal. Las autoridades únicamente presentan las cifras del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) como una demostración de que todo ha mejorado en materia de empleo. Si bien el IMSS contabiliza más de 500 mil nuevos registros de empleo durante el primer semestre, el problema de fondo es que ello constituye a poco menos de la tercera parte del mercado laboral nacional, por lo que pareciera que de manera oficial se ha omitido la revisión de lo que está ocurriendo con la mayor proporción de los trabajadores en México. Infortunadamente, es justamente en ese segmento en donde se encuentran las mayores carencias: empleo informal, gente sin contrato escrito, sin prestaciones de seguridad social, sin un fondo de pensiones, bajos salarios o en casos extremos sin remuneraciones económicas.
Poco se dice sobre el hecho de que una parte del empleo generado es temporal y de que la mayor parte de las personas desocupadas tienen experiencia o un grado de estudios superior al promedio. Lo último constituye un aspecto ante el cual el gobierno poco puede hacer: las empresas en México no precisan de gente calificada porque el valor agregado de la economía es muy bajo, situación que ha persistido en los últimos lustros y que se traduce en el retroceso competitivo del país a nivel global.
Evitar la generación de espejismos en materia laboral es esencial, fundamentalmente porque de ahí depende el bienestar de las familias. En los próximos meses es prioritario que se redefina la estrategia económica a fin de fortalecer la creación de empleo de calidad y el crecimiento del mercado interno, no hay otro camino para verdaderamente abatir problemas sociales como el de la pobreza y la inseguridad.
Director del Centro de Investigación en Economía y Negocios Tecnológico de Monterrey, Campus Estado de México
La última publicación de las estadísticas de empleo que realizó el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) permite resaltar dos resultados importantes: si bien es cierto que se ha evitado un aumento en el desempleo ello no necesariamente implica que el país se encuentra en el camino de abatir uno de sus problemas estructurales, la insuficiente generación de fuentes de trabajo. Como evidencia de lo anterior se tiene la tasa de desocupación promedio del primer semestre, 5.3%, la más elevada en lo que va del milenio y solamente superada por las registradas con motivo de la crisis de 1995.
Lo anterior conduce al segundo aspecto a resaltar: el crecimiento económico observado durante los primeros meses del año (en promedio 5.9% hasta mayo) no ha impactado de manera significativa en el mercado laboral, o, puesto de otra forma, el aumento del Producto Interno Bruto ha sido insuficiente para generar las fuentes de empleo que se necesitan para abatir los rezagos sociales y económicos. Dado que el propio titular de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público ha reconocido un aumento de 5.8 millones de personas en situación de pobreza con motivo de la crisis y dado que la desocupación sigue siendo elevada es prioritario preguntarse sobre cómo se abatirá el flagelo de la pobreza en el futuro inmediato. Indudablemente que la respuesta no se dará mediante un aumento de impuestos al resto de la sociedad.
A fin de evitar la aplicación de una estrategia tipo Robín Hood por parte del gobierno federal, es decir, dar dinero a los pobres quitándoselo a otros no tan pobres, lo importante es que se resuelvan cuestiones esenciales como el bajo crecimiento económico y la escasa generación de empleo de calidad. Lamentablemente, al recurrir a las cifras del INEGI se puede observar que existe un desafío significativo. Primeramente, porque la tendencia de la desocupación es creciente, algo que afecta más a las mujeres. Además, es evidente que después de un primer semestre positivo la economía mexicana y la de Estados Unidos dan muestras de una desaceleración, algo ya reconocido desde el Banco de México.
De igual forma, debe citarse la seria limitante que existe en el análisis del gobierno federal. Las autoridades únicamente presentan las cifras del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) como una demostración de que todo ha mejorado en materia de empleo. Si bien el IMSS contabiliza más de 500 mil nuevos registros de empleo durante el primer semestre, el problema de fondo es que ello constituye a poco menos de la tercera parte del mercado laboral nacional, por lo que pareciera que de manera oficial se ha omitido la revisión de lo que está ocurriendo con la mayor proporción de los trabajadores en México. Infortunadamente, es justamente en ese segmento en donde se encuentran las mayores carencias: empleo informal, gente sin contrato escrito, sin prestaciones de seguridad social, sin un fondo de pensiones, bajos salarios o en casos extremos sin remuneraciones económicas.
Poco se dice sobre el hecho de que una parte del empleo generado es temporal y de que la mayor parte de las personas desocupadas tienen experiencia o un grado de estudios superior al promedio. Lo último constituye un aspecto ante el cual el gobierno poco puede hacer: las empresas en México no precisan de gente calificada porque el valor agregado de la economía es muy bajo, situación que ha persistido en los últimos lustros y que se traduce en el retroceso competitivo del país a nivel global.
Evitar la generación de espejismos en materia laboral es esencial, fundamentalmente porque de ahí depende el bienestar de las familias. En los próximos meses es prioritario que se redefina la estrategia económica a fin de fortalecer la creación de empleo de calidad y el crecimiento del mercado interno, no hay otro camino para verdaderamente abatir problemas sociales como el de la pobreza y la inseguridad.
Director del Centro de Investigación en Economía y Negocios Tecnológico de Monterrey, Campus Estado de México
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