viernes, 6 de agosto de 2010

EL ESCOPETAZO

Luis Javier Garrido / La Jornada
El repudio nacional a la pretendida “guerra contra el narco” de Felipe Calderón se ha hecho cada vez mayor luego de la muerte del capo Nacho Coronel el 29 de julio, de la creciente militarizacion de la frontera y del debate en Estados Unidos sobre la legislación migratoria de Arizona, pero el gobierno mexicano no pretende darse cuenta de ello.
1. El gobierno no tiene políticas de comunicación sino de propaganda, partiendo de la falsa premisa de todos los gobiernos de la derecha de que los pueblos son fácilmente manipulables. El gasto descomunal “en información” en lo que va del sexenio ha sido un derroche multimillonario inútil, pues ha pretendido que la gente crea lo contrario de lo que vive de manera cotidiana: que hay un gobierno capaz que no está al servicio de los grandes consorcios, y que la vida nacional no se está deteriorando todos los días de manera gravísima. Con tal pretensión, los panistas sólo han contribuido al descrédito del gobierno como de la prensa audiovisual y escrita, que todo mundo reconoce miente de manera sistemática.
2. Los panistas-yunquistas no han aprendido la lección y quieren a pesar de su fracaso estrepitoso mantenerse a toda costa en el poder en 2012 y anuncian con sus actos que están dispuestos por todos los medios a violentar la voluntad de los mexicanos que desde todos los ámbitos les están exigiendo que se vayan, de ahí que multipliquen sus campañas propagandísticas. La prioridad para la administración de Felipe Calderón no es enfrentar los graves problemas nacionales sino pretender que los está resolviendo, y con esa mira efectuó los días 3 y 4 en el Campo Marte las jornadas de un pretendido Diálogo por la seguridad, previsto como una “evaluación y fortalecimiento” de las acciones del gobierno, y concebido, si se atiende a ese título y al perfil de los invitados –académicos afines al régimen y jerarcas religiosos– a convalidar las políticas de violencia que con el rubro de una supuesta lucha contra “el crimen organizado” han sido el eje de su gestión, pero pese a toda esta escenografía el acto terminó por revertírsele.
3. Las políticas del gobierno de supuesta lucha contra el narcotráfico que le fueron impuestas por los halcones republicanos del Pentágono a Calderón al inicio de su gobierno no buscaron “luchar contra el narco”, sino generar en México un escenario de violencia y de terror que facilitara, colombianizando al país, la imposición del modelo neoliberal, con el desmantelamiento de la nación y la cancelación de los derechos sociales del pueblo, y de paso la reordenación del mercado en la que el gobierno de Washington es parte interesada.
4. Las consecuencias de estas políticas han sido, sin embargo, una violencia generalizada, que ha causado, según las maquilladas cifras oficiales, más de 28 mil muertos; la reconversión de los traficantes en organizaciones armadas; una injerencia creciente de los aparatos de seguridad de Washington en las políticas del país; la destrucción de las instituciones constitucionales; un desastre económico generalizado y, como la cereza en la tarta, un auge del narcotráfico.
5. El supuesto Diálogo por la seguridad, que iba a representar para el gobierno la posibilidad de impulsar una enésima campaña propagandística, constituyó, como era de suponerse en este contexto de desesperanza nacional, una condena absoluta a sus acciones, lo que implicó que lejos de difundirse lo que ahí se expresó se esté buscando ocultarlo y tergiversarlo. El martes 3, en la mesa de los académicos filocalderonistas, lo menos que se le dijo es que los mexicanos no entienden ni aceptan lo que está haciendo y se le enumeraron muchas de las consecuencias nefastas que están trayendo para el país sus políticas “de seguridad”, terminando varios de los asistentes por proponer como una salida al actual desastre la legalización de las drogas. Y en la de los eclesiásticos, varios de los obispos más conservadores tronaron al día siguiente contra las políticas oficiales, lo que determinó las intervenciones desastrosas de un Calderón descompuesto como nunca al constatar que sus aliados le están dando la espalda. El cardenal Norberto Rivera pareció sintetizarlo todo señalando que la convicción de muchos es que “vamos para atrás”.

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