Ramón Lecuona Valenzuela* / El Universal
El 21 de julio pasado, el Presidente de la Junta de Gobernadores del Sistema de la Reserva Federal presentó al Senado de Estados Unidos el Informe Semestral sobre Política Monetaria.
Ahí afirmó que las proyecciones sobre la economía norteamericana siguen siendo cualitativamente similares a las que se presentaron en febrero y mayo, aunque ahora se espera que la reducción del desempleo sea algo más lenta y la inflación a corto plazo sea un poco más baja.
El presidente Bernanke informó que la mayoría de los miembros del Comité Federal de Mercado Abierto esperan un crecimiento del PIB de entre 3% y 3.5% en 2010 y de 3.5% a 4.5% en 2011 y 2012. De igual manera, prevén que la tasa de desempleo baje a 7% ó 7.5% hacia fines de 2012.
Así mismo, puntualizó que la mayoría de los miembros del Comité encuentran una incertidumbre en torno a estas proyecciones: mayor a lo normal, y perciben los riesgos para el crecimiento cargados a la baja.
También indicó que la mayor parte de los miembros del Comité anticipan que la inflación promediará alrededor de un punto porcentual en 2010 y que permanecerá baja en 2011 y 2012.
Sin embargo, hay puntos de vista que disienten de esta visión moderada en el futuro inmediato de la economía norteamericana y vislumbran un claro riesgo deflacionario.
Apenas unos días después del informe al Senado del Presidente de la Junta de Gobernadores, James Bullard, presidente del Banco de la Reserva Federal de San Luis, advirtió que la economía de Estados Unidos está en riesgo de empantanarse en una deflación, estilo japonés, durante varios años. Además, parece que hay otros presidentes de importantes bancos del sistema que coinciden con este punto de vista.
De igual forma, Paul Krugman, el Nobel de Economía, ha venido advirtiendo enfáticamente que la economía estadounidense está resbalando hacia la deflación. También ha hecho referencia frecuente al caso de Japón como el escenario a evitar.
Así, en este contexto de opiniones divididas, para indicar qué significa un proceso deflacionario como el ocurrido en Japón, baste señalar que en ese país la inflación, medida por el índice de precios al consumidor, ha promediado prácticamente cero durante los últimos 20 años, habiéndose observado varios años de caída de los precios. A su vez, el crecimiento del Producto Interno Bruto no ha llegado al uno por ciento real en promedio anual, en el mismo período.
Esta situación ha producido un crecimiento del ingreso real per cápita japonés de apenas 0.75 por ciento promedio por año en las dos últimas décadas, menos de la mitad de lo registrado en Estados Unidos, o en el conjunto de las economías avanzadas, en el mismo intervalo de estudio.
El presidente Bernanke afirmó en su Informe al Senado que la Reserva Federal continuará evaluando cuidadosamente la evolución económica y financiera, y está preparada para tomar medidas de política adicionales en caso de que sea necesario.
No obstante, es evidente que los márgenes de maniobra se reducen, a pesar de las opiniones de los críticos que quisieran ver un mayor activismo fiscal y/o de tipo monetario.
Así, el esfuerzo fiscal realizado por el gobierno norteamericano para enfrentar la crisis llevó la deuda federal de 64 del PIB a fines de 2007 a un estimado de 94% en diciembre de este año.
Y, bajo condiciones relativamente moderadas, se proyecta que llegará a casi ciento por ciento del PIB al terminar el año 2011. Esto es, la deuda del gobierno federal tuvo que aumentar en casi un tercio del PIB en tan solo tres años, para apenas paliar de los efectos de la crisis.
Por su parte, en el balance de la Reserva Federal las tenencias de valores domésticos aumentaron en 1.2 trillones de dólares (el saldo se elevó 2.5 veces), en los dos años de vida de la crisis. Además, estas tenencias de títulos han doblado su plazo de vencimiento a siete años, y contienen una alta proporción de valores relacionados a agencias, no solamente letras del Tesoro como es lo usual.
La realidad es que hoy día reina una gran incertidumbre y escasos márgenes de maniobra en relación a los existentes hace apenas dos años.
Y esto es cierto no solamente en Estados Unidos, sino prácticamente en todo el mundo.
En este complejo contexto surge una pregunta: ¿Qué estamos haciendo en México para anticipar escenarios adversos en la economía?
Por la distancia con que sectores clave siguen viendo las reformas fundamentales que requiere el país para poner en pie una economía moderna y competitiva, pareciera que la apuesta es que el futuro será favorable y que la economía norteamericana remolcará a la de México.
Pero, en caso contrario, si Estados Unidos simplemente crece modestamente durante los próximos años, y aun cuando no se concreten los temores deflacionistas: ¿Qué haremos sin exportaciones dinámicas, sin migración y con menores remesas?
*Director de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Anáhuac / Norte
El 21 de julio pasado, el Presidente de la Junta de Gobernadores del Sistema de la Reserva Federal presentó al Senado de Estados Unidos el Informe Semestral sobre Política Monetaria.
Ahí afirmó que las proyecciones sobre la economía norteamericana siguen siendo cualitativamente similares a las que se presentaron en febrero y mayo, aunque ahora se espera que la reducción del desempleo sea algo más lenta y la inflación a corto plazo sea un poco más baja.
El presidente Bernanke informó que la mayoría de los miembros del Comité Federal de Mercado Abierto esperan un crecimiento del PIB de entre 3% y 3.5% en 2010 y de 3.5% a 4.5% en 2011 y 2012. De igual manera, prevén que la tasa de desempleo baje a 7% ó 7.5% hacia fines de 2012.
Así mismo, puntualizó que la mayoría de los miembros del Comité encuentran una incertidumbre en torno a estas proyecciones: mayor a lo normal, y perciben los riesgos para el crecimiento cargados a la baja.
También indicó que la mayor parte de los miembros del Comité anticipan que la inflación promediará alrededor de un punto porcentual en 2010 y que permanecerá baja en 2011 y 2012.
Sin embargo, hay puntos de vista que disienten de esta visión moderada en el futuro inmediato de la economía norteamericana y vislumbran un claro riesgo deflacionario.
Apenas unos días después del informe al Senado del Presidente de la Junta de Gobernadores, James Bullard, presidente del Banco de la Reserva Federal de San Luis, advirtió que la economía de Estados Unidos está en riesgo de empantanarse en una deflación, estilo japonés, durante varios años. Además, parece que hay otros presidentes de importantes bancos del sistema que coinciden con este punto de vista.
De igual forma, Paul Krugman, el Nobel de Economía, ha venido advirtiendo enfáticamente que la economía estadounidense está resbalando hacia la deflación. También ha hecho referencia frecuente al caso de Japón como el escenario a evitar.
Así, en este contexto de opiniones divididas, para indicar qué significa un proceso deflacionario como el ocurrido en Japón, baste señalar que en ese país la inflación, medida por el índice de precios al consumidor, ha promediado prácticamente cero durante los últimos 20 años, habiéndose observado varios años de caída de los precios. A su vez, el crecimiento del Producto Interno Bruto no ha llegado al uno por ciento real en promedio anual, en el mismo período.
Esta situación ha producido un crecimiento del ingreso real per cápita japonés de apenas 0.75 por ciento promedio por año en las dos últimas décadas, menos de la mitad de lo registrado en Estados Unidos, o en el conjunto de las economías avanzadas, en el mismo intervalo de estudio.
El presidente Bernanke afirmó en su Informe al Senado que la Reserva Federal continuará evaluando cuidadosamente la evolución económica y financiera, y está preparada para tomar medidas de política adicionales en caso de que sea necesario.
No obstante, es evidente que los márgenes de maniobra se reducen, a pesar de las opiniones de los críticos que quisieran ver un mayor activismo fiscal y/o de tipo monetario.
Así, el esfuerzo fiscal realizado por el gobierno norteamericano para enfrentar la crisis llevó la deuda federal de 64 del PIB a fines de 2007 a un estimado de 94% en diciembre de este año.
Y, bajo condiciones relativamente moderadas, se proyecta que llegará a casi ciento por ciento del PIB al terminar el año 2011. Esto es, la deuda del gobierno federal tuvo que aumentar en casi un tercio del PIB en tan solo tres años, para apenas paliar de los efectos de la crisis.
Por su parte, en el balance de la Reserva Federal las tenencias de valores domésticos aumentaron en 1.2 trillones de dólares (el saldo se elevó 2.5 veces), en los dos años de vida de la crisis. Además, estas tenencias de títulos han doblado su plazo de vencimiento a siete años, y contienen una alta proporción de valores relacionados a agencias, no solamente letras del Tesoro como es lo usual.
La realidad es que hoy día reina una gran incertidumbre y escasos márgenes de maniobra en relación a los existentes hace apenas dos años.
Y esto es cierto no solamente en Estados Unidos, sino prácticamente en todo el mundo.
En este complejo contexto surge una pregunta: ¿Qué estamos haciendo en México para anticipar escenarios adversos en la economía?
Por la distancia con que sectores clave siguen viendo las reformas fundamentales que requiere el país para poner en pie una economía moderna y competitiva, pareciera que la apuesta es que el futuro será favorable y que la economía norteamericana remolcará a la de México.
Pero, en caso contrario, si Estados Unidos simplemente crece modestamente durante los próximos años, y aun cuando no se concreten los temores deflacionistas: ¿Qué haremos sin exportaciones dinámicas, sin migración y con menores remesas?
*Director de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Anáhuac / Norte
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