jueves, 17 de junio de 2010

EL NUEVO ACUERDO FISCAL O LA FALSA PUERTA DEL SUICIDIO...

J. Alberto Aguilar Iñárritu / El Universal
Fuente y origen de la violencia que todos los días nos daña: México es uno de los países más desiguales del mundo. Una de sus causas y también de sus efectos, es el raquitismo fiscal de su privatizada República. En un reciente informe denominado “La hora de la igualdad. Brechas por cerrar, caminos por abrir”, la Comisión Económica para la América Latina (Cepal) establece que nuestro país es el último lugar en recaudación fiscal en América Latina y el Caribe, “…con el 9.4% del Producto Interno Bruto (PIB), contra el promedio de 18.4% en la región”. Una región que no es ningún ejemplo en la materia, con una “…presión tributaria... muy baja, poco progresiva” y “…tasas de evasión muy elevadas: entre 40 y 65%”. “…Los impuestos directos (progresivos) conforman menos de un tercio de la recaudación; el grueso de la carga recae en impuestos sobre el consumo y otros indirectos, con escaso efecto redistributivo”.
Respecto de nuestra posición tributaria entre los países de la OCDE, mejor ni hablamos, Cepal confirma que “…los datos (fiscales) de México se comparan sólo con los de Haití, que recaudó 9.5% del PIB en 2008, (aunque) ahí (sí) aumentaron los ingresos tributarios de 7.3% en 1990 a 7.9% del producto en 2000”. Es claro que la debilidad de su sistema tributario impide al disminuido Estado mexicano hacerse cargo de sus responsabilidades respecto de la equidad, de la seguridad, de la competitividad, en fin, del desarrollo incluyente del país con crecimiento sostenido y sustentable.
Pero vale preguntarse: ¿este desastre beneficia a alguien o todos lo padecemos por igual?; ¿si afecta a todos, porque no se ha cambiado?; ¿la débil recaudación fiscal mexicana es consecuencia de la ineficiencia o de la complicidad aleatoria, corrupción e impunidad incluidas, o más bien es la lógica operativa del sistema? Las respuestas habrá que encontrarlas desbrozando el cúmulo de privilegios fiscales y abigarradas excepciones tributarias que alimentan el perverso círculo oligarquízación y desigualdad que nos domina, pero sobre todo a partir de mejorar la reflexión crítica de nuestra economía política.
El modelito económico dominante se basa en la exportación de mano de obra barata con desempleo estructural, emigración y programas asistenciales destinados a retardar la explosión de la creciente masa de pobres, desecho natural de un sistema excluyente. Combina sacrificio arancelario, equilibrio fiscal y monetario restrictivo con sobrevaluación y retraída participación pública en la inversión. No genera tecnología, perdió el control de sus medios de pago y sufre ausencia de crédito, se terciariza como producto de su amplia desindustrialización e importa cuatro de cada cinco insumos requeridos, lo cual propicia una deficiente acumulación endógena de capital que requiere ser compensada con trasferencias netas de renta social a un reducido y poderoso sector económico que así soporta su inserción global. Las fuentes de ese subsidio, que no regresa a la sociedad, son el sistema fiscal vigente y la libre fijación oligopólica de precios.
En una sociedad que ha sido secada, el financiamiento de esa trasferencia ha corrido mayoritariamente a cargo de Pemex y de los crecientes impuestos a las clases medias en extinción, grupo que en los últimos 10 años ha perdido nueve millones de miembros.
Empatar la ubre petrolera al regresivo sistema fiscal consolidó una verdadera privatización de la renta petrolera de la que poco se habla y explica el destino de los 200 mil millones de dólares, equivalentes a cinco planes Marshall, que pasaron por el gobierno de Vicente Fox sin el registro de la mayoría de los mexicanos. Este es el fundamento del pacto fiscal reinante: los beneficios extraordinarios de una cúpula de poder divorciada del interés general de la nación, donde el Estado y la mayoría ciudadana resultan damnificados. Su imperio es tal que ningún intento de reforma fiscal ha podido lograr la correlación de fuerzas necesaria para rebasar sucesivas misceláneas fiscales.
Sin embargo este más de lo mismo ya no tiene espacio para continuar, sus límites son el agotamiento inducido de Pemex y la creciente caída de la capacidad de compra de los mercados metropolitanos, que se agravará en el segundo semestre de 2010, con el reinicio de la fase aguda de la crisis global. Son asuntos que obligan salvar la industria petrolera, reanimar el mercado interno e incrementar sustancialmente nuestro potencial competitivo. Lo cual exige fortalecer financieramente a la República con un método distinto, que ya no puede agraviar más a la sociedad; esto a propósito de la propuesta del PAN en la Cámara de Diputados: 18% de IVA generalizado, 15% en alimentos y medicinas, y 25% de ISR.
El modelo oligopólico de finanzas públicas petrolizadas se agotó, es la oportunidad de superar nuestra modernización fallida mediante un nuevo acuerdo fiscal, como la forma más tangible del nuevo pacto de poder que le urge a México. Así podremos desechar lo que no funciona y construir un nuevo bloque gobernante como base de la decisión electoral del 2012 y de la posterior conducción de la nación. Es una cuestión de sobrevivencia que otra vez reclama a las élites cumplir con su responsabilidad; hasta ahora han fallado, esperemos que no opten por tomar la falsa puerta del suicidio…

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