miércoles, 2 de junio de 2010

EL INSACIABLE NEOLIBERALISMO

Luis Linares Zapata / La Jornada
Sobre la reciente zozobra derivada de la crisis y con el libertinaje de los mercados intacto, el neoliberalismo ataca frontalmente al estado de bienestar. Esta vez sus retóricas baterías no se enfocan sobre la vapuleada Latinoamérica, una de sus muchas víctimas tan indefensas como subyugadas. Para recuperar su halo torcido le han subido el calibre a sus pretensiones para doblegar rejegos y enemigos. Esta vez el pagano a capturar está en suelo europeo. Y, a pesar de las dudas que podrían sobrevenir, llevan un buen trecho ganado. Grecia ha caído de manera estrepitosa en sus garras. La avanzada de los corsarios la capitanea el FMI pero le siguen detrás instituciones europeas de similar corte (Banco Central Europeo) con respaldo en los gobiernos acreedores: Francia, Alemania y Gran Bretaña.
Pero estos organismos y países no se coaligaron solos para preparar el teatro de sus acciones. Primero se movieron los sacrosantos mercados. Es decir, los grandes bancos estadunidenses e ingleses y donde los fondos de riesgo retozan tan a gusto. Tales fondos son los accionistas de las calificadoras (Moodys, Ficht, S&P) y las han enviado para que extiendan, en la forma de certificados de peligros inminentes, sus evaluaciones financieras. La cascada especulativa, presa de temores y avaricias insaciables, se encarga del resto. Las apuestas a la baja que suponen la quiebra o el futuro derrumbe de sendas economías (Portugal, Irlanda, Grecia, España, PIGS, por sus siglas en inglés) apuntalan los escenarios donde esta caterva de saqueadores hará su agosto. De esta tosca manera los fondos de riesgo podrán asegurar, a sus clientelas y socios, un excelente retorno a sus capitales. También los bancos prestamistas recibirán, no sin nerviosa espera, los pagos programados por sus clientes en problemas. Los préstamos catalogados como rescate se irán enfilando hacia los endeudados a costa de ensanchar, todavía más, la deuda contraída de antemano. El anunciado, propalado derrumbe, será así evitado o, cuando menos, pospuesto para alguna otra ocasión de saqueo. Los mercados, finalmente, no se colapsarán pero la señal de alarma no se levantará hasta que las condiciones queden asentadas en un somero plan convenido por las partes.
El espantajo de la cesación de pagos, sin embrago, no dejará de ser agitado por los difusores al servicio de las que, pomposamente, tildan como libertades económicas. En otras palabras, los PIGS y demás deudores, serán reos de atenta vigilancia de los especuladores y sus medios de comunicación apoyados en los centros de estudios ideológicos, llamados estratégicos (think tanks). Tan ensamblado trabuco solicitará, sin remilgos que valgan, ajustes dramáticos, controles estrictos, es decir, lo de siempre, lo acostumbrado. Sacarán, de sus viejos archivos, los cambios que van dirigidos, sin contemplaciones ni quiebres de conciencia, contra el bienestar de las mayorías. Se trata de encontrar a los paganos de siempre. Esos que están acostumbrados al yugo de los poderes constituidos y de los grupos de presión que muchas veces los dominan tras bambalinas. No hay, según esta doctrina revestida de pragmatismo, otra salida, al menos, una que garantice la estabilidad económica prevaleciente. El estado de bienestar construido tan penosamente por las sociedades europeas, está en la mira del insaciable neoliberalismo. España, con todo y sus socialistas en el poder, (PSOE) está a punto de sucumbir y aumentar su ya injusta distribución del ingreso (para estándares europeos).
Pero algo amenaza con saltar fuera de lo establecido. Los ciudadanos de Grecia se han inconformado y poco falta para que esa traqueteada nación, de apenas 11 millones de habitantes, caiga en la anarquía. Pocos de sus salvadores, por ejemplo, le han exigido a Grecia que recorte los excesivos gastos militares que le endilgan por su permanente conflicto con Turquía. Una situación de guerra que sólo beneficia a Francia y Alemania, sus proveedores de armas al por mayor y, por tanto, sus acreedores masivos. Una situación que equivaldría a que, el Edomex, comprara aviones a reacción, cohetes de varios tipos, submarinos y acorazados, tanques de última generación y mantuviera un ejército de cien mil efectivos.
Los mercados y sus mentores internacionales salieron bastante aboyados después de sus intervenciones en Latinoamérica. Sumieron al subcontinente en una época oscura, autoritaria, recesiva y le imprimieron el sello de una inserción subordinada en la globalidad. Le sorrajaron tremenda deuda para pagarle a los bancos acreedores, generalmente estadunidenses. Repitieron la fórmula hasta el cansancio hasta que algunos reventaron (Argentina) y cesaron sus pagos. Otros países han aguantado a pie firme pero el costo en bienestar, madurez democrática y crecimiento económico ha sido enorme. México es un caso ejemplar que, después de más de un cuarto de siglo, sigue firme en las posturas que comanda una coalición de poderosos reaccionarios. Esos que han salido beneficiados en el prolongado frenesí de enriquecimiento sin mesura. Las consecuencias son terribles en pobreza, marginación, precariedad laboral, seguridad pública, una economía deshilvanada que importa todo lo concebible e innecesario a costa de lo indispensable para vulnerar su independencia alimentaria. Y quieren todavía más garantías, más expoliación, más control sobre las masas, mejores garantías al capital (externo y local) apertura total de mercados, pocos o nulos impuestos y rampante especulación. No reparan en mientes, irán hasta el fondo si es preciso. Con la firme voluntad de solidificar sus intensiones, ya preparan un nuevo asalto al poder formal de la República. Requieren la continuidad del modelo para seguir gozando de sus ya descomunales privilegios. Tienen los repuestos preparados, acicalados. Los han ido inflando con la intensa propaganda requerida y ya parecen presentables. Todavía andan en busca de un lenguaje asequible, de algunas propuestas atractivas, esas que puedan ser resumidas en forma de eslogan. Intentan limpiarles caras y manos ante un electorado que asumen cautivo de sus correrías. Y, al parecer, lo van consiguiendo. Llevan la delantera en disposición al voto. Sus adalides son emblema de modernidad, de positivismo, de conciliación y hasta de honestidad. Es difícil conciliar tales pretensiones con la realidad, pero no se arredran ante la inconsistencia. Suponen harta tontería en el pueblo y lo presumen manipulable al extremo.

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