viernes, 4 de junio de 2010

¿DONDE ASIR LA ESPERANZA?

Guillermo Knochenhauer / El Financiero
Tiene razón el Presidente Calderón al considerar que la recuperación social de la esperanza en el futuro, contribuiría a mejorar la situación general del país. Habló de ello ante el Consejo de la Comunicación, y le pidió que a través de los medios se construya "un nuevo espíritu nacional que (…) sea capaz de mirar con esperanza el futuro y el porvenir”.
De lo que no habló el Presidente fue de lo que pudiera servirle de asidero a tal esperanza, lo cual nos lleva a tratar de identificar algunas de las causas del desánimo nacional porque como siempre, en el problema está su solución. Son varias causas, pero destaco cuatro de diversa índole: las económicas, la impunidad, la corrupción política de los partidos y la ineficacia del gobierno.
El crecimiento económico mediocre desde hace décadas y su interrupción durante este sexenio tiene directas y evidentes consecuencias en el poder de compra del ingreso medio y en la escasez, baja calidad y peor remuneración de los puestos de trabajo disponibles.
No obstante, la política económica no promueve la recuperación del crecimiento sobre bases internas; su apuesta es mantener la estabilidad macroeconómica, la paridad peso dólar y que la recuperación de Estados Unidos sea la que reanime a las manufacturas de México.
De hecho, las exportaciones explican la mayor parte del crecimiento del 4.3 por ciento en el primer trimestre que presume el gobierno, pero como dice Sergio Cervantes Rodiles, presidente de la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación, hay que revisar el modelo económico porque “el sector exportador se ha convertido nuevamente en el pilar del crecimiento, mientras que el mercado interno sigue sin mostrar muchos signos de mejoría”. En resumen, la política económica no sirve ni para una recuperación sólida del crecimiento económico, de los empleos y salarios, ni de la esperanza en el futuro.
Otra índole de causas del desánimo colectivo tienen que ver con la creciente desconfianza de la mayoría de los mexicanos en las instituciones y en la ley como garantía de seguridad personal y patrimonial. ¿Qué ha hecho el PAN en el gobierno para hacernos vivir en una armonía entre civismo, cultura y ley? Las propias autoridades toleran la ilegalidad porque ellas mismas incurren con inusitada frecuencia en esa falta, lo cual se mide en índices crecientes de impunidad de delincuentes, pero también de autoridades corruptas e ineficientes en el cumplimiento de sus obligaciones.
Nadie ha puesto a disposición de la sociedad cimientos para la esperanza en que el Estado recupere su capacidad para garantizar la seguridad pública. La sociedad tiene que vérsela sola con la sensación de inseguridad personal y patrimonial. En estas circunstancias ¿podrán los medios de comunicación construir una esperanza de mejoría, necesariamente ficticia a falta de acciones conducentes a restablecer el estado de derecho?
Un tercer tipo de causas de desasosiego y frustración social se relacionan con la experiencia de la “democracia real”, que en vez de haber estrechado las relaciones entre el electorado y sus elegidos al gobierno federal, los estatales y municipales, al Congreso federal y diputaciones locales, ha favorecido los intereses de las cúpulas en esas instancias. Los gobernadores, por ejemplo, actúan, muchos de ellos, como verdaderos caiques sin rendirle cuentas a nadie y en los partidos políticos se disputan cargos y candidaturas, no agendas de la problemática y de los cambios que requiere el México. No es, como sospechan algunos, que los políticos no se pongan de acuerdo; lo hacen, inclusive entre supuestos adversarios, pero sólo para su conveniencia.

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