José Fernández Santillán / El Universal
Cuando se analiza la diferencia entre los países desarrollados y los subdesarrollados las explicaciones e interpretaciones pueden ser muchas. De hecho, las ciencias sociales tienen, entre sus temas de mayor interés, una serie de ramas dedicadas al conocimiento de los orígenes y los alcances de la distinción entre las naciones ricas y las naciones pobres. Sin embargo, por muchas que puedan ser las discrepancias explicativas, hay un hecho innegable: los estados que han alcanzado un más alto nivel de evolución económica lograron superar con más rapidez el feudalismo y, al mismo tiempo, fueron capaces de adoptar el capitalismo.
Pensadores como Adam Smith y David Ricardo señalaron, enfáticamente, que ese paso tuvo como eje fundamental la desaparición de las corporaciones y los monopolios. En el caso de las corporaciones, debemos decir que se trató de un tipo de organización social por medio de la cual los oficios eran controlados, en exclusiva, por los dirigentes y sus redes de control; no permitían que ningún otro grupo social pusiera en jaque su dominio. En el caso de los monopolios, hemos de señalar que se trató de una forma de organización económica a través de la cual las áreas de la producción y del comercio fueron dominadas, de manera excluyente, por los hombres que dominaron el mercado; ellos fueron reacios a aceptar la rivalidad de otras alternativas en sus respectivas áreas.
Con el avance civilizatorio, en lugar de las corporaciones aparecieron una gran cantidad de organizaciones independientes que constituyeron la base sobre el cual se erigió la moderna sociedad civil; en vez de los monopolios surgieron innumerables empresas privadas que naturalmente dieron paso a la libre competencia. Así pues, la libre asociación y la libre empresa forman el binomio inescindible del progreso social y económico.
La razón de ser de las corporaciones no es la de proteger a los trabajadores, sino la de controlarlos, así como el motivo de existencia de los monopolios no es la eficiencia económica, sino el dominio sobre un determinado sector productivo. No hay libre competencia si no se presenta la liberación del trabajo de las ataduras corporativas.
En su obra, La riqueza de las naciones, Adam Smith (1723-1790) escribió lo siguiente: “El interés de quienes operan en ciertas ramas concretas del comercio o la industria es siempre en algunos aspectos diferente del interés general e incluso su opuesto”.
Tengo para mí que, efectivamente, la persistencia en México de las corporaciones y los monopolios ha sido un factor de primer orden para que el atraso se haya apoltronado entre nosotros. Si queremos salir del subdesarrollo debemos crear normas jurídicas y acciones políticas que disuelvan esas formas premodernas de dominación. Por tanto, debemos recibir la propuesta de reforma para combatir los monopolios y oligopolios enviada por el presidente Felipe Calderón a la Cámara de Diputados, como un paso importante para sacar al país del ostracismo económico; pero no hay que perder de vista que aún falta mucho por hacer en cuanto al combate del corporativismo.
La pregunta que muchos nos hacemos es, hasta dónde podrá llegar el jefe del Ejecutivo en la lucha contra los monopolios y las corporaciones en vista de que esas formas de organización fueron puntales para que ascendiera al poder. Hasta dónde podrá alzarse por encima de los intereses particulares para que, finalmente, prevalezca el interés general.
Académico del Tecnológico de Monterrey (CCM)
Cuando se analiza la diferencia entre los países desarrollados y los subdesarrollados las explicaciones e interpretaciones pueden ser muchas. De hecho, las ciencias sociales tienen, entre sus temas de mayor interés, una serie de ramas dedicadas al conocimiento de los orígenes y los alcances de la distinción entre las naciones ricas y las naciones pobres. Sin embargo, por muchas que puedan ser las discrepancias explicativas, hay un hecho innegable: los estados que han alcanzado un más alto nivel de evolución económica lograron superar con más rapidez el feudalismo y, al mismo tiempo, fueron capaces de adoptar el capitalismo.
Pensadores como Adam Smith y David Ricardo señalaron, enfáticamente, que ese paso tuvo como eje fundamental la desaparición de las corporaciones y los monopolios. En el caso de las corporaciones, debemos decir que se trató de un tipo de organización social por medio de la cual los oficios eran controlados, en exclusiva, por los dirigentes y sus redes de control; no permitían que ningún otro grupo social pusiera en jaque su dominio. En el caso de los monopolios, hemos de señalar que se trató de una forma de organización económica a través de la cual las áreas de la producción y del comercio fueron dominadas, de manera excluyente, por los hombres que dominaron el mercado; ellos fueron reacios a aceptar la rivalidad de otras alternativas en sus respectivas áreas.
Con el avance civilizatorio, en lugar de las corporaciones aparecieron una gran cantidad de organizaciones independientes que constituyeron la base sobre el cual se erigió la moderna sociedad civil; en vez de los monopolios surgieron innumerables empresas privadas que naturalmente dieron paso a la libre competencia. Así pues, la libre asociación y la libre empresa forman el binomio inescindible del progreso social y económico.
La razón de ser de las corporaciones no es la de proteger a los trabajadores, sino la de controlarlos, así como el motivo de existencia de los monopolios no es la eficiencia económica, sino el dominio sobre un determinado sector productivo. No hay libre competencia si no se presenta la liberación del trabajo de las ataduras corporativas.
En su obra, La riqueza de las naciones, Adam Smith (1723-1790) escribió lo siguiente: “El interés de quienes operan en ciertas ramas concretas del comercio o la industria es siempre en algunos aspectos diferente del interés general e incluso su opuesto”.
Tengo para mí que, efectivamente, la persistencia en México de las corporaciones y los monopolios ha sido un factor de primer orden para que el atraso se haya apoltronado entre nosotros. Si queremos salir del subdesarrollo debemos crear normas jurídicas y acciones políticas que disuelvan esas formas premodernas de dominación. Por tanto, debemos recibir la propuesta de reforma para combatir los monopolios y oligopolios enviada por el presidente Felipe Calderón a la Cámara de Diputados, como un paso importante para sacar al país del ostracismo económico; pero no hay que perder de vista que aún falta mucho por hacer en cuanto al combate del corporativismo.
La pregunta que muchos nos hacemos es, hasta dónde podrá llegar el jefe del Ejecutivo en la lucha contra los monopolios y las corporaciones en vista de que esas formas de organización fueron puntales para que ascendiera al poder. Hasta dónde podrá alzarse por encima de los intereses particulares para que, finalmente, prevalezca el interés general.
Académico del Tecnológico de Monterrey (CCM)
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