El FMI exige a Obama cooperación internacional en la reforma del sistema financiero
CLAUDI PÉREZ / EL PAIS
Cómodo, muy cómodo ante una veintena de cámaras y un enjambre de periodistas pendientes de sus palabras, Dominique Strauss-Kahn, socialista francés y director gerente del Fondo Monetario Internacional (atributos que alguna vez fueron algo parecido a un oxímoron) suele dejar un par de frases redondas en todas sus comparecencias. Hoy no ha defraudado en el arranque de la cumbre de primavera del FMI: "El mundo sigue siendo un lugar peligroso", ha espetado para echarles en cara a algunos que vuelvan a hacer las cosas como solían antes de la crisis cuando los riesgos aún siguen ahí, tozudos, resistiéndose a desaparecer. El mensaje tiene un destinatario claro: "Es hora de reformar la banca", ha dicho apenas unos minutos antes de que el presidente estadounidense, Barack Obama, pronunciara un discurso en Nueva York esencial para determinar el rumbo de la reforma financiera.
Strauss-Kahn domina los tiempos. Y justo antes de ese esperado discurso, en plena efervescencia reformista en Estados Unidos por el escándalo de Goldman Sachs, ha dejado un par de recados al presidente norteamericano: "Las propuestas de Obama no están muy lejos de lo que viene proponiendo el FMI, pero es importante que lo que haga Estados Unidos sea congruente con lo que hacen otros Gobiernos". "Estados Unidos quiere aplicar mayor celeridad a la reforma financiera, pero el riesgo es que las medidas aprobadas no encajen con las regulaciones de otros países y perdamos la ola de cooperación que ha caracterizado las respuestas contra la crisis", ha advertido.
Entre las propuestas del FMI destacan tres. Mayores requisitos de liquidez y de capital para evitar los excesos de endeudamiento del pasado, es decir, una banca más aburrida. Dos: regular las entidades demasiado grandes para caer con el objetivo de impedir que la quiebra de un banco arrastre a todo el sistema, esto es, evitar un nuevo Lehman Brothers. Y tres: un mecanismo de resolución de crisis transfronterizo, ante la actual internacionalización de la banca.
El FMI propondrá esta noche al G20 -el grupo en el que figuran los países ricos y los emergentes mas pujantes- con un impuesto sobre los beneficios y los bonus de los banqueros (para que los bancos paguen sus rescates cuando se produzcan) y una tasa con un tipo único sobre los recursos y los pasivos de los bancos, con la misma finalidad. Esas medidas se basan en un principio sencillo: quien contamina, paga. Aunque la banca ya ha empezado a oponerse a esa hucha con los argumentos habituales: el riesgo moral que supone la creación de un colchón para salvar los bancos puede suponer una nueva era de los excesos, basada en que los bancos saben que en caso de crisis el Estado los rescatara con esos fondos. Eso fue exactamente lo que sucedió en esta crisis, por cierto, y a cargo del contribuyente: sin ninguno de esos nuevos impuestos en marcha.
CLAUDI PÉREZ / EL PAIS
Cómodo, muy cómodo ante una veintena de cámaras y un enjambre de periodistas pendientes de sus palabras, Dominique Strauss-Kahn, socialista francés y director gerente del Fondo Monetario Internacional (atributos que alguna vez fueron algo parecido a un oxímoron) suele dejar un par de frases redondas en todas sus comparecencias. Hoy no ha defraudado en el arranque de la cumbre de primavera del FMI: "El mundo sigue siendo un lugar peligroso", ha espetado para echarles en cara a algunos que vuelvan a hacer las cosas como solían antes de la crisis cuando los riesgos aún siguen ahí, tozudos, resistiéndose a desaparecer. El mensaje tiene un destinatario claro: "Es hora de reformar la banca", ha dicho apenas unos minutos antes de que el presidente estadounidense, Barack Obama, pronunciara un discurso en Nueva York esencial para determinar el rumbo de la reforma financiera.
Strauss-Kahn domina los tiempos. Y justo antes de ese esperado discurso, en plena efervescencia reformista en Estados Unidos por el escándalo de Goldman Sachs, ha dejado un par de recados al presidente norteamericano: "Las propuestas de Obama no están muy lejos de lo que viene proponiendo el FMI, pero es importante que lo que haga Estados Unidos sea congruente con lo que hacen otros Gobiernos". "Estados Unidos quiere aplicar mayor celeridad a la reforma financiera, pero el riesgo es que las medidas aprobadas no encajen con las regulaciones de otros países y perdamos la ola de cooperación que ha caracterizado las respuestas contra la crisis", ha advertido.
Entre las propuestas del FMI destacan tres. Mayores requisitos de liquidez y de capital para evitar los excesos de endeudamiento del pasado, es decir, una banca más aburrida. Dos: regular las entidades demasiado grandes para caer con el objetivo de impedir que la quiebra de un banco arrastre a todo el sistema, esto es, evitar un nuevo Lehman Brothers. Y tres: un mecanismo de resolución de crisis transfronterizo, ante la actual internacionalización de la banca.
El FMI propondrá esta noche al G20 -el grupo en el que figuran los países ricos y los emergentes mas pujantes- con un impuesto sobre los beneficios y los bonus de los banqueros (para que los bancos paguen sus rescates cuando se produzcan) y una tasa con un tipo único sobre los recursos y los pasivos de los bancos, con la misma finalidad. Esas medidas se basan en un principio sencillo: quien contamina, paga. Aunque la banca ya ha empezado a oponerse a esa hucha con los argumentos habituales: el riesgo moral que supone la creación de un colchón para salvar los bancos puede suponer una nueva era de los excesos, basada en que los bancos saben que en caso de crisis el Estado los rescatara con esos fondos. Eso fue exactamente lo que sucedió en esta crisis, por cierto, y a cargo del contribuyente: sin ninguno de esos nuevos impuestos en marcha.
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