Lorenzo B. de Quirós9 - elEconomista.es
La nostalgia es la añoranza de lo que fue, pero también la de lo que pudo haber sido. El libro coordinado por Luis de Guindos para FAES, España, Claves de Prosperidad constituye una rememoranza de aquellos maravillosos años, y es verdad, en los que España pasó de una situación de práctica bancarrota a convertirse en la octava economía del mundo, a jugar en la liga de campeones de los países más ricos y prósperos del mundo.
Cuando se compara el escenario actual con el legado por el PP en 2004 sólo surge una pregunta: "Cómo tan pocos en tan poco tiempo hicieron un destrozo tan grande". El país de las expectativas ilimitadas de hace apenas una década se ha convertido en el enfermo de Europa, en una nación en donde la mediocridad y la resignación reinan con un fatalismo incomprensible.
Por eso, el texto editado por FAES no sólo es una proustiana búsqueda del tiempo perdido, sino un manifiesto sobre la filosofía de política económica que hizo de este país una referencia y también una esperanza.
La política de Aznar
A lo largo de las páginas de Claves se destila un elemento fundamental: la firme confianza de Aznar y de sus gobiernos en la libertad económica, entendida como una expresión básica de la individual, en la capacidad de los individuos y de las empresas de ser los protagonistas del crecimiento.
Después de casi tres décadas presididas por el estatismo acomplejado de los gabinetes de la UCD y por el expreso de los del PSOE, el centro-derecha español realizó una ruptura teórica y práctica con el consenso dominante desde la Transición: la creencia de que los poderes públicos eran los motores del crecimiento y la garantía de la estabilidad.
Fueron necesarios años de estancamiento y una crisis dramática en 1993 para mostrar el fracaso de la socialdemocracia a la española, de los socialistas de todos los partidos, como diría Hayek, pero el resultado fue brillante: la combinación de altas tasas de crecimiento y creación de empleo en un marco de disciplina macroeconómica. Era la inversión, el descrédito práctico del ideario social-estatista practicado por la derecha y por la izquierda desde la restauración de la democracia.
La experiencia del éxito protagonizado por la economía española entre 1996 y 2004, contrastada con el apabullante fracaso del período 2004-2010, es la prueba paradigmática de la superioridad de las fórmulas liberales sobre las estatistas.
El desastre ocasionado por el PSOE
En sólo 15 años, España ha sido el laboratorio en el que se han enfrentado los modelos sustentados en la libertad económica y los apoyados en el control político de los procesos económicos y sociales. Los resultados son palpables. La era del PP aparece como una especie de época dorada y la del PSOE, como un desastre sin precedentes.
Desde esta óptica, el actual Gobierno constituye la apología, la traca final de un enfoque de las cuestiones económicas incompatible con un crecimiento estable y sostenido del país. Eso no es una casualidad, sino el resultado del ADN del socialismo ibérico, la rotunda incompatibilidad entre sus supuestos ideológicos y las necesidades económicas de España.
¿Hubiera sucedido lo mismo si el PP hubiese ganado en 2004? Éste es un contrafactual de imposible respuesta, pero lo cierto es que el centro-derecha español tenía claro que la continuidad de la fase expansiva iniciada en 1996 exigía una profundización en las reformas estructurales, esto es, en la liberalización de los mercados y una acentuación de la ortodoxia presupuestaria.
Ese proyecto fue liquidado por el atentado del 11-M,que acortó de manera abrupta y artificial el ciclo político del centro-derecha y dio paso a un PSOE largocaballerista, caduco y obsoleto, anclado en las ideas, la retórica y la práctica de una izquierda desaparecida en el mundo occidental décadas atrás. Zetapé es un anacronismo y, por eso, en un país sin memoria ha parecido moderno. Si el centro-derecha hubiese gobernado desde 2004, España habría sido golpeada por la crisis, sin duda, pero hubiese salido de ella y no estaría abocada a una posible década de estancamiento.
Cuando se presentó el libro de FAES, allí estaban tres de los mosqueteros que hicieron posible la conversión de la vieja AP en un partido de centro liberal y moderno: Rato, Rajoy y Aznar, el D´Artagnan del grupo. Cuando uno contempla la España de 2010 y vuelve el rostro hacia la de 2004, la nostalgia y el enfado, simultáneamente, se abren camino.
Libertad económica y estabilidad macroeconómica
Con sus errores y con sus aciertos, Aznar sacó al país del abismo económico en el que lo había hundido el socialismo y generó una expansión económica de la que se beneficiaron todas las capas de la sociedad, en especial, una clase media que comenzó a sentirse, por primera vez en su historia, rica.
Ése es el mismo hombre contra el que se reeditan un siglo después las pancartas del Maura No por una izquierda que no le perdona el haberse negado a aceptar su patrimonio monopólico de la democracia y de la libertad y por una ciudadanía que desea vivir como yankees y pensar como cubanos sin comprender las razones que la hicieron próspera. Ésa es la terrible esquizofrenia nacional, una metáfora que irrita a las tribus de la gauche española.
Cualquier tiempo pasado no fue mejor, pero algunos sí lo fueron. El libro de FAES es un recordatorio de lo que fue la obra económica del aznarismo pero también una mirada hacia adelante. Las medidas que la España de esta hora necesita para salir de su peculiar depresión no son las mismas de 1996, pero sí lo es la filosofía que inspiró el modelo impulsado por Aznar: la confianza en que la sociedad española, las empresas y las familias tienen una irresistible energía creadora si el Gobierno crea las condiciones para ello.
Ante la combinación de libertad económica y estabilidad macroeconómica, el país ha respondido siempre bien. Ésa es la principal lección de aquellos maravillosos años en los que todo era posible y las puertas del reino estaban abiertas para esta antigua Piel de Toro. Lean el magnífico libro de FAES y recuperen la esperanza...
Lorenzo B. de Quirós, miembro del consejo editorial de elEconomista.
La nostalgia es la añoranza de lo que fue, pero también la de lo que pudo haber sido. El libro coordinado por Luis de Guindos para FAES, España, Claves de Prosperidad constituye una rememoranza de aquellos maravillosos años, y es verdad, en los que España pasó de una situación de práctica bancarrota a convertirse en la octava economía del mundo, a jugar en la liga de campeones de los países más ricos y prósperos del mundo.
Cuando se compara el escenario actual con el legado por el PP en 2004 sólo surge una pregunta: "Cómo tan pocos en tan poco tiempo hicieron un destrozo tan grande". El país de las expectativas ilimitadas de hace apenas una década se ha convertido en el enfermo de Europa, en una nación en donde la mediocridad y la resignación reinan con un fatalismo incomprensible.
Por eso, el texto editado por FAES no sólo es una proustiana búsqueda del tiempo perdido, sino un manifiesto sobre la filosofía de política económica que hizo de este país una referencia y también una esperanza.
La política de Aznar
A lo largo de las páginas de Claves se destila un elemento fundamental: la firme confianza de Aznar y de sus gobiernos en la libertad económica, entendida como una expresión básica de la individual, en la capacidad de los individuos y de las empresas de ser los protagonistas del crecimiento.
Después de casi tres décadas presididas por el estatismo acomplejado de los gabinetes de la UCD y por el expreso de los del PSOE, el centro-derecha español realizó una ruptura teórica y práctica con el consenso dominante desde la Transición: la creencia de que los poderes públicos eran los motores del crecimiento y la garantía de la estabilidad.
Fueron necesarios años de estancamiento y una crisis dramática en 1993 para mostrar el fracaso de la socialdemocracia a la española, de los socialistas de todos los partidos, como diría Hayek, pero el resultado fue brillante: la combinación de altas tasas de crecimiento y creación de empleo en un marco de disciplina macroeconómica. Era la inversión, el descrédito práctico del ideario social-estatista practicado por la derecha y por la izquierda desde la restauración de la democracia.
La experiencia del éxito protagonizado por la economía española entre 1996 y 2004, contrastada con el apabullante fracaso del período 2004-2010, es la prueba paradigmática de la superioridad de las fórmulas liberales sobre las estatistas.
El desastre ocasionado por el PSOE
En sólo 15 años, España ha sido el laboratorio en el que se han enfrentado los modelos sustentados en la libertad económica y los apoyados en el control político de los procesos económicos y sociales. Los resultados son palpables. La era del PP aparece como una especie de época dorada y la del PSOE, como un desastre sin precedentes.
Desde esta óptica, el actual Gobierno constituye la apología, la traca final de un enfoque de las cuestiones económicas incompatible con un crecimiento estable y sostenido del país. Eso no es una casualidad, sino el resultado del ADN del socialismo ibérico, la rotunda incompatibilidad entre sus supuestos ideológicos y las necesidades económicas de España.
¿Hubiera sucedido lo mismo si el PP hubiese ganado en 2004? Éste es un contrafactual de imposible respuesta, pero lo cierto es que el centro-derecha español tenía claro que la continuidad de la fase expansiva iniciada en 1996 exigía una profundización en las reformas estructurales, esto es, en la liberalización de los mercados y una acentuación de la ortodoxia presupuestaria.
Ese proyecto fue liquidado por el atentado del 11-M,que acortó de manera abrupta y artificial el ciclo político del centro-derecha y dio paso a un PSOE largocaballerista, caduco y obsoleto, anclado en las ideas, la retórica y la práctica de una izquierda desaparecida en el mundo occidental décadas atrás. Zetapé es un anacronismo y, por eso, en un país sin memoria ha parecido moderno. Si el centro-derecha hubiese gobernado desde 2004, España habría sido golpeada por la crisis, sin duda, pero hubiese salido de ella y no estaría abocada a una posible década de estancamiento.
Cuando se presentó el libro de FAES, allí estaban tres de los mosqueteros que hicieron posible la conversión de la vieja AP en un partido de centro liberal y moderno: Rato, Rajoy y Aznar, el D´Artagnan del grupo. Cuando uno contempla la España de 2010 y vuelve el rostro hacia la de 2004, la nostalgia y el enfado, simultáneamente, se abren camino.
Libertad económica y estabilidad macroeconómica
Con sus errores y con sus aciertos, Aznar sacó al país del abismo económico en el que lo había hundido el socialismo y generó una expansión económica de la que se beneficiaron todas las capas de la sociedad, en especial, una clase media que comenzó a sentirse, por primera vez en su historia, rica.
Ése es el mismo hombre contra el que se reeditan un siglo después las pancartas del Maura No por una izquierda que no le perdona el haberse negado a aceptar su patrimonio monopólico de la democracia y de la libertad y por una ciudadanía que desea vivir como yankees y pensar como cubanos sin comprender las razones que la hicieron próspera. Ésa es la terrible esquizofrenia nacional, una metáfora que irrita a las tribus de la gauche española.
Cualquier tiempo pasado no fue mejor, pero algunos sí lo fueron. El libro de FAES es un recordatorio de lo que fue la obra económica del aznarismo pero también una mirada hacia adelante. Las medidas que la España de esta hora necesita para salir de su peculiar depresión no son las mismas de 1996, pero sí lo es la filosofía que inspiró el modelo impulsado por Aznar: la confianza en que la sociedad española, las empresas y las familias tienen una irresistible energía creadora si el Gobierno crea las condiciones para ello.
Ante la combinación de libertad económica y estabilidad macroeconómica, el país ha respondido siempre bien. Ésa es la principal lección de aquellos maravillosos años en los que todo era posible y las puertas del reino estaban abiertas para esta antigua Piel de Toro. Lean el magnífico libro de FAES y recuperen la esperanza...
Lorenzo B. de Quirós, miembro del consejo editorial de elEconomista.
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