Carlos Acosta Córdova / Proceso
La Convención Bancaria 73 terminó como inició: en el autoelogio; de envidia para el mundo, la conducción económica del país y la solidez del sistema financiero.
El hotel Princess de este centro vacacional, que albergó a cientos de convencionistas –banqueros, funcionarios, empresarios, legisladores, periodistas, empleados de instituciones financieras--, se convirtió por tres días en una isla de fantasía, ajena a la realidad del país.
Aquí desaparecieron temas tan cotidianos como la brutalidad de la violencia del crimen organizado; la pobreza que abruma a la mitad de la población del país; el desempleo que lastima a 2.6 millones de familias mexicanas; la incapacidad de casi dos millones de personas para pagar sus créditos bancarios; la desesperanza que agobia a la ciudadanía…
No, aquí todo fue de un ambiente relajado, de satisfacción –amplia--, tanto de gobierno como de banqueros, por lo bien que hacen las cosas.
Y para cerrar, le tocó al subsecretario de Hacienda, Alejandro Werner, hacer la exaltación de la “tarea cumplida”.
Utilizó el funcionario la comparación entre la crisis de 1994-1995 y la que, dicen, en México ha sido superada.
La primera fue propiciada en el país; la segunda, importada, nada tuvo que ver el gobierno. En ambas, la caída de la actividad económica fue similar: -6.2% del PIB en una, de -6.5% en la otra, con todo y que fue la más severa de la historia económica del país.
La inversión pública en la crisis del gobierno de Ernesto Zedillo cayó 35%; en la del año pasado no sólo no cayó la inversión pública, sino que creció 10% en términos reales.
Y eso fue posible, dijo Werner, a la efectiva respuesta fiscal del gobierno, que fue “netamente contracíclica y totalmente diferente a lo que habíamos visto con anterioridad”.
Después de la macrodevaluación, por el “error de diciembre” del 94, las tasas de interés pasaron de alrededor de 10% a niveles de casi 80% durante gran parte de 1995.
Pero en la crisis reciente, el gobierno federal y el Banco de México actuaron con rapidez ante la desaceleración y la caída de la actividad económica, para bajar las tasas de interés de 7.5% a 4.5%, para “mitigar el choque externo”.
También la banca de desarrollo –que es del gobierno-- hizo su tarea para contribuir a la expansión de crédito, que creció 25% en términos reales, para ascender a más de 100 mil millones de pesos en nuevos créditos. En cambio, en la crisis del 95, el crédito se contrajo en un porcentaje similar, de 25%, “pero en sentido contrario”.
Dijo Werner que gracias a la política ‘macrofinanciera’ y a la solidez del sistema bancario se pudieron implementar acciones de medidas contracíclicas para mitigar el impacto de la crisis.
Y si dicho así no se entiende, Werner lo tradujo en cifras: en la crisis reciente, el empleo se contrajo apenas en la mitad de lo que cayó en la crisis anterior, con todo y que la caída del PIB fue muy similar.
En materia de salarios reales, mientras que en la crisis anterior cayeron 15%, en la más reciente se mantuvieron. El consumo per cápita se redujo sólo cinco puntos porcentuales de lo que cayó en la crisis previa.
También, dijo Werner, las empresas no sufrieron tanto en esta crisis. En la crisis del 95, 3.4% de las empresas registradas en el IMSS desaparecieron, se dieron de baja en el instituto. En cambio, en el 2009 “sólo” desapareció 1% de las empresas registradas en el IMSS. Es decir, “las empresas pudieron sobrellevar mejor la crisis”, dijo el subsecretario.
Más: la inversión total –pública y privada-- en la crisis del 2009 sólo cayó un tercio de lo que cayó en la crisis anterior.
Y el futuro, sugirió Werner, será promisorio. Si hasta ahorita los sectores que más han estado creciendo son los vinculados a la demanda externa (sobre todo las compras estadunidenses), en breve las cosas cambiarán.
Textual: “Creemos que la demanda interna va a empezar un proceso de aceleración, sustentada en la creación de empleos que estamos viendo, sustentada en una dinamización importante de la agenda de infraestructura, dadas las mejores condiciones de financiamiento que estamos observando, la reactivación que ya se ve en los registros de inicio de casas del Infonavit en el sector vivienda, y obviamente sustentada por una agenda importante en lo que es el crédito de la banca comercial y el crédito de la banca de desarrollo”.
Y concluyó: aun cuando “pasamos por un año tremendamente difícil en términos económicos y financieros”, “la recuperación que estamos viendo, claramente está ocurriendo a un paso sustancialmente más rápido de lo que habíamos anticipado”.
Así, entonces, no hay razón para la queja. O como dijo ayer el presidente Felipe Calderón: estamos viviendo “una franca recuperación de la economía, con una alta generación de empleos”… pero la gente no lo ve –como sí el gobierno y los especialistas-- y no lo cree aún.
El problema, pues, es de la gente.
La Convención Bancaria 73 terminó como inició: en el autoelogio; de envidia para el mundo, la conducción económica del país y la solidez del sistema financiero.
El hotel Princess de este centro vacacional, que albergó a cientos de convencionistas –banqueros, funcionarios, empresarios, legisladores, periodistas, empleados de instituciones financieras--, se convirtió por tres días en una isla de fantasía, ajena a la realidad del país.
Aquí desaparecieron temas tan cotidianos como la brutalidad de la violencia del crimen organizado; la pobreza que abruma a la mitad de la población del país; el desempleo que lastima a 2.6 millones de familias mexicanas; la incapacidad de casi dos millones de personas para pagar sus créditos bancarios; la desesperanza que agobia a la ciudadanía…
No, aquí todo fue de un ambiente relajado, de satisfacción –amplia--, tanto de gobierno como de banqueros, por lo bien que hacen las cosas.
Y para cerrar, le tocó al subsecretario de Hacienda, Alejandro Werner, hacer la exaltación de la “tarea cumplida”.
Utilizó el funcionario la comparación entre la crisis de 1994-1995 y la que, dicen, en México ha sido superada.
La primera fue propiciada en el país; la segunda, importada, nada tuvo que ver el gobierno. En ambas, la caída de la actividad económica fue similar: -6.2% del PIB en una, de -6.5% en la otra, con todo y que fue la más severa de la historia económica del país.
La inversión pública en la crisis del gobierno de Ernesto Zedillo cayó 35%; en la del año pasado no sólo no cayó la inversión pública, sino que creció 10% en términos reales.
Y eso fue posible, dijo Werner, a la efectiva respuesta fiscal del gobierno, que fue “netamente contracíclica y totalmente diferente a lo que habíamos visto con anterioridad”.
Después de la macrodevaluación, por el “error de diciembre” del 94, las tasas de interés pasaron de alrededor de 10% a niveles de casi 80% durante gran parte de 1995.
Pero en la crisis reciente, el gobierno federal y el Banco de México actuaron con rapidez ante la desaceleración y la caída de la actividad económica, para bajar las tasas de interés de 7.5% a 4.5%, para “mitigar el choque externo”.
También la banca de desarrollo –que es del gobierno-- hizo su tarea para contribuir a la expansión de crédito, que creció 25% en términos reales, para ascender a más de 100 mil millones de pesos en nuevos créditos. En cambio, en la crisis del 95, el crédito se contrajo en un porcentaje similar, de 25%, “pero en sentido contrario”.
Dijo Werner que gracias a la política ‘macrofinanciera’ y a la solidez del sistema bancario se pudieron implementar acciones de medidas contracíclicas para mitigar el impacto de la crisis.
Y si dicho así no se entiende, Werner lo tradujo en cifras: en la crisis reciente, el empleo se contrajo apenas en la mitad de lo que cayó en la crisis anterior, con todo y que la caída del PIB fue muy similar.
En materia de salarios reales, mientras que en la crisis anterior cayeron 15%, en la más reciente se mantuvieron. El consumo per cápita se redujo sólo cinco puntos porcentuales de lo que cayó en la crisis previa.
También, dijo Werner, las empresas no sufrieron tanto en esta crisis. En la crisis del 95, 3.4% de las empresas registradas en el IMSS desaparecieron, se dieron de baja en el instituto. En cambio, en el 2009 “sólo” desapareció 1% de las empresas registradas en el IMSS. Es decir, “las empresas pudieron sobrellevar mejor la crisis”, dijo el subsecretario.
Más: la inversión total –pública y privada-- en la crisis del 2009 sólo cayó un tercio de lo que cayó en la crisis anterior.
Y el futuro, sugirió Werner, será promisorio. Si hasta ahorita los sectores que más han estado creciendo son los vinculados a la demanda externa (sobre todo las compras estadunidenses), en breve las cosas cambiarán.
Textual: “Creemos que la demanda interna va a empezar un proceso de aceleración, sustentada en la creación de empleos que estamos viendo, sustentada en una dinamización importante de la agenda de infraestructura, dadas las mejores condiciones de financiamiento que estamos observando, la reactivación que ya se ve en los registros de inicio de casas del Infonavit en el sector vivienda, y obviamente sustentada por una agenda importante en lo que es el crédito de la banca comercial y el crédito de la banca de desarrollo”.
Y concluyó: aun cuando “pasamos por un año tremendamente difícil en términos económicos y financieros”, “la recuperación que estamos viendo, claramente está ocurriendo a un paso sustancialmente más rápido de lo que habíamos anticipado”.
Así, entonces, no hay razón para la queja. O como dijo ayer el presidente Felipe Calderón: estamos viviendo “una franca recuperación de la economía, con una alta generación de empleos”… pero la gente no lo ve –como sí el gobierno y los especialistas-- y no lo cree aún.
El problema, pues, es de la gente.
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