DOLIA ESTÉVEZ / EL SEMANARIO
Pocos bancos, quizá con la excepción de Citigroup, han jugado un papel tan protagónico en las finanzas mexicanas como Goldman Sachs, el más poderoso, temido y envidiado Titán de Wall Street, acusado de defraudar a miles de inversionistas la semana pasada. Si bien los cargos competen la venta de activos hipotecarios, que secretamente estaban diseñados a fracasar, Goldman no está exento de sospechas de inside trading. En México, ha sido uno de los principales receptores de los capitales golondrinos que han antecedido las crisis cíclicas; podemos decir, sin riesgo a equivocarnos, que no ha habido crisis de pagos –desde las pioneras en los años 80, hasta la emblemática de 1995– de la cual Goldman no se haya beneficiado.
Pero la relación con el gigante, que durante 130 años de vida ha personificado la avaricia de Wall Street y de sus timadores en trajes Armani, no se limita al ámbito financiero. Alejandro Werner, actual subsecretario de Hacienda, es hermano de Martín Werner, socio y representante itinerante de Goldman en México. En 2000, luego de la derrota del PRI, los hermanos toman senderos diferentes, mas no opuestos. Alejandro se une al equipo de Agustín Carstens, mientras que Martín, subsecretario de Hacienda durante el zedillismo, se incorpora a la plutocracia de Goldman. Con el cambio de Carstens a Banxico, Alejandro permanece en Hacienda para “darle confianza” a los banqueros, enfadados por la llegada del neófito de Ernesto Cordero. Alejandro, mano derecha de Carstens a quien Wall Street prefería sobre Cordero, fue persuadido a quedarse, “por el bien de las finanzas nacionales” (vox populi dixit).
La asociación simbiótica de la élite mexicana con Goldman se fortalece bajo el gobierno de Felipe Calderón. Antes de que se confirmara su triunfo, los personeros del panista estaban tocando las puertas de Goldman. En julio de 2006, el embajador Arturo Sarukhan, a la sazón coordinador de Asuntos Internacionales, y Juan Molinar, se entrevistaron con 20 banqueros de Goldman en sus oficinas en Nueva York para adelantarles el plan de vuelo de Calderón. La reunión la convocaron Martín Werner y Paulo Leme, otro contacto de alto nivel de los mexicanos.
ENCUENTROS CON CALDERÓN
No sólo eso. En febrero de 2008, entre los 17 potentados que se reunieron con Calderón a puerta cerrada en Nueva York, se encontraba Gerald Corrigan, presidente de GS Bank USA, el holding de Goldman. Cuando empezó la avalancha financiera, volvieron a encontrarse. Corrigan y John Winkelried, presidente de Goldman y lugarteniente de Lloyd Blankfein, el CEO bajo sospecha de haber supervisado la venta fraudulenta de acciones, fueron dos de ocho comensales invitados por Calderón a cenar en el lujoso Waldorf Astoria, en septiembre de 2008. Calderón trató de dorarles la píldora en cuanto a que la “solidez” de las variables financieras “blindaba” al país del tradicional contagio. Los hechos, sin embargo, se encargaron de desmentirlo. En mayo de 2009, Goldman fue el primero en bajar el pronóstico de crecimiento negativo de México.
¿POR ENCIMA DE LA LEY?
Si bien la demanda contra Goldman es un aliciente, no corresponde al presunto delito de fraude. Para muchos, la acusación confirma que el juego está arreglado y que las apuestas favorecen a los intocables. Para empezar, los cargos los presentó la Comisión de Intercambio y de Valores (SEC), agencia sin poderes de prosecución criminal. La acusada es la institución, no sus jerarcas. Hartos de ver a los barones de Wall Street engrosar sus cofres a expensas de millones de inversionistas, los blogs aluden a un supuesto arreglo secreto entre Goldman y los políticos. Imposible ignorar que los secretarios del Tesoro Bob Rubin (Clinton) y Henry Paulson (W. Bush) salieron de Goldman. O que Adam Storch, el funcionario de la SEC que instrumentó los cargos contra Goldman, fue su empleado por tres décadas. El público quiere ver rodar cabezas. Pero, hasta ahora, el Departamento de Justicia, responsable de encarcelar criminales, no ha dicho esta boca es mía.
Pero la relación con el gigante, que durante 130 años de vida ha personificado la avaricia de Wall Street y de sus timadores en trajes Armani, no se limita al ámbito financiero. Alejandro Werner, actual subsecretario de Hacienda, es hermano de Martín Werner, socio y representante itinerante de Goldman en México. En 2000, luego de la derrota del PRI, los hermanos toman senderos diferentes, mas no opuestos. Alejandro se une al equipo de Agustín Carstens, mientras que Martín, subsecretario de Hacienda durante el zedillismo, se incorpora a la plutocracia de Goldman. Con el cambio de Carstens a Banxico, Alejandro permanece en Hacienda para “darle confianza” a los banqueros, enfadados por la llegada del neófito de Ernesto Cordero. Alejandro, mano derecha de Carstens a quien Wall Street prefería sobre Cordero, fue persuadido a quedarse, “por el bien de las finanzas nacionales” (vox populi dixit).
La asociación simbiótica de la élite mexicana con Goldman se fortalece bajo el gobierno de Felipe Calderón. Antes de que se confirmara su triunfo, los personeros del panista estaban tocando las puertas de Goldman. En julio de 2006, el embajador Arturo Sarukhan, a la sazón coordinador de Asuntos Internacionales, y Juan Molinar, se entrevistaron con 20 banqueros de Goldman en sus oficinas en Nueva York para adelantarles el plan de vuelo de Calderón. La reunión la convocaron Martín Werner y Paulo Leme, otro contacto de alto nivel de los mexicanos.
ENCUENTROS CON CALDERÓN
No sólo eso. En febrero de 2008, entre los 17 potentados que se reunieron con Calderón a puerta cerrada en Nueva York, se encontraba Gerald Corrigan, presidente de GS Bank USA, el holding de Goldman. Cuando empezó la avalancha financiera, volvieron a encontrarse. Corrigan y John Winkelried, presidente de Goldman y lugarteniente de Lloyd Blankfein, el CEO bajo sospecha de haber supervisado la venta fraudulenta de acciones, fueron dos de ocho comensales invitados por Calderón a cenar en el lujoso Waldorf Astoria, en septiembre de 2008. Calderón trató de dorarles la píldora en cuanto a que la “solidez” de las variables financieras “blindaba” al país del tradicional contagio. Los hechos, sin embargo, se encargaron de desmentirlo. En mayo de 2009, Goldman fue el primero en bajar el pronóstico de crecimiento negativo de México.
¿POR ENCIMA DE LA LEY?
Si bien la demanda contra Goldman es un aliciente, no corresponde al presunto delito de fraude. Para muchos, la acusación confirma que el juego está arreglado y que las apuestas favorecen a los intocables. Para empezar, los cargos los presentó la Comisión de Intercambio y de Valores (SEC), agencia sin poderes de prosecución criminal. La acusada es la institución, no sus jerarcas. Hartos de ver a los barones de Wall Street engrosar sus cofres a expensas de millones de inversionistas, los blogs aluden a un supuesto arreglo secreto entre Goldman y los políticos. Imposible ignorar que los secretarios del Tesoro Bob Rubin (Clinton) y Henry Paulson (W. Bush) salieron de Goldman. O que Adam Storch, el funcionario de la SEC que instrumentó los cargos contra Goldman, fue su empleado por tres décadas. El público quiere ver rodar cabezas. Pero, hasta ahora, el Departamento de Justicia, responsable de encarcelar criminales, no ha dicho esta boca es mía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario