Laurence J. Kotlikoff / elEconomista.es
El Gobierno de Obama y el Congreso siguen ignorando el principal motivo de nuestra debacle financiera y proponiendo reformas que no darán en el clavo. El motivo fue un fraude financiero, del cual el juicio de la Comisión de la SEC contra Goldman Sachs es sólo el último escándalo.
El sector financiero, secundado por las agencias de calificación que aceptaban sobornos, por los políticos que los fomentaban y por los organismos reguladores que los ignoraban, fabricó sistemáticamente miles de millones de dólares en títulos llamados hoy tóxicos. No porque fueran peligrosos, sino porque eran falsos.
Independientemente de la inocencia de Goldman, el fraude en el sector no salió a la superficie porque los bancos eran demasiado grandes, estaban demasiado endeudados y excesivamente interconectados, aunque esto agravó en gran medida la caída financiera y exigió su apuntalamiento.
La causa del fraude
El fraude surgió porque una inmensa mayoría del negocio financiero decidió hacer dinero al estilo tradicional: robándolo. Cuando se emiten hipotecas falsas, se califican activos CCC como AAA, se asegura lo inasegurable, se regala a uno mismo unas primas elevadísimas y totalmente inmerecidas, se compran a organismos reguladores obedientes y se sobornan a políticos para que cambien las normas, eso es simple y llanamente un robo.
La información confidencial y el comercio de dominio público fueron las claves del delito: "Le forraremos. Pero no haga preguntas. Si lo revelamos, otros aprenderán de nosotros y ya no podremos reventar el mercado."
Como si todo el mundo pudiera reventar el mercado. Y como si únicamente los genios de Wall Street tuvieran la información confidencial. Pero la información que mantenían confidencial fue su venta del Bálsamo de Fierabrás. Cuando el fraude salió a la superficie, también lo hicieron las preguntas. ¿Eran todos los activos tóxicos? ¿Estaban todos los préstamos sobrevalorados? ¿Eran fiables los estados financieros? Estas preguntas se plantearon a todos los bancos, independientemente de su pedigrí, de la ocupación de su alta dirección, o de su organismo regulador.
Y esta nueva información, que no era tal, arrasó con las empresas financieras una tras otra. Hoy, tras más de dos años de crisis, prevalece la opacidad. Nadie puede horadar en Internet para saber las participaciones individuales y las responsabilidades de las principales instituciones financieras, y menos aún las de nuestro banco central, la Reserva Federal, que emitió 1,5 billones de dólares para comprar todas las existencias, vaya usted a saber exactamente de qué.
Nadie cambiará algo real por papeles bancarios, que de repente parecen no tener valor y cuya inspección no está permitida. De ahí que la plaga financiera, extendida por la verdad o por rumores, puede golpear a cualquier elemento de nuestro sistema financiero en cualquier momento. Y si golpea a nuestro banco central, el todopoderoso dólar encontrará pocos adeptos. La Reserva Federal ya ha establecido las bases para esta hiperinflación mediante la impresión de más dinero en dos años que en toda la historia de la república.
Obligaciones del Gobierno de EEUU
Al igual que los precios de consumo subieron como un cohete, podríamos ver una carrera en los bancos con gente desesperada para comprar cosas reales antes de que su dinero pierda valor. Cualquier Compañía Aseguradora de Depósitos Federales que garantice que nuestros dólares, al contrario que nuestro poder de compra, están seguros, no serviría de nada.
Y esta carrera obligaría al Gobierno estadounidense a sofocar el incendio con un tanque de gasolina. También se vería obligado a pagar sus garantías a las entidades, y las de los fondos de los mercados monetarios, los efectos comerciales y otros instrumentos financiero-industriales. Esto supondría la impresión de varios miles de millones más.
Existe una sencilla cura para nuestra plaga financiera. Se llama banca de objeto limitado. Esta cura pone en práctica lo que recomienda el Gobernador del Banco de Inglaterra, Mervyn King, y que se refiere concretamente a la transformación de las empresas financieras en servicios públicos que se ciñan a su objetivo legítimo: la intermediación y no la especulación con el dinero de los contribuyentes. El antiguo secretario del Tesoro estadounidense y secretario de Estado, George Shultz, así como otros destacados políticos y economistas (incluidos cinco premios Nobel) han respaldado también la banca de objeto limitado.
Actuar como un fondo de inversión
A diferencia de la Regla Volcker, que traza una línea en la arena entre los bancos comerciales (chicos buenos) con los de inversión (chicos malos), la banca de objeto limitado levanta una barrera entre los intermediarios financieros con y sin responsabilidad limitada.
Todas las instituciones financieras protegidas por la responsabilidad limitada, sean bancos, compañías de seguros o fondos de alto riesgo, deberían operar estrictamente como empresas de fondos de inversiones titulizadas. La banca de inversión se convertiría en un mero servicio de consultoría y las operaciones comerciales se limitarían a reunir compradores y vendedores, sin riesgo alguno.
Los fondos de inversión son, de hecho, pequeños bancos con endeudamiento cero. Sus inversiones pueden perder valor, pero los fondos, lo que se dice los fondos, no fallan nunca. Por consiguiente, la banca de objeto limitado pone punto final al colapso financiero.
La banca de objeto limitado sustituye también a 120 organismos reguladores financieros federales y estatales por una Autoridad Federal Financiera, el equivalente de la Administración de Alimentos y Fármacos para los valores poseídos por los fondos de inversión de la banca de objeto limitado.
La FFA: vigilancia, garantía y transparencia
La FFA utilizaría las devoluciones fiscales federales para comprobar los ingresos y las situaciones laborales de las solicitudes de hipotecas y de préstamos comerciales, así como de las nuevas ofertas de acciones. Contrataría a numerosas empresas privadas no cuestionadas para la valoración de las garantías y el mantenimiento de las calificaciones crediticias.
Y lo que es más importante, revelaría todos los datos de los valores de los fondos de inversión individuales en tiempo real. Los mercados no funcionan cuando la gente no sabe lo que compra. La FFA haría productos financieros transparentes, pero no diría qué productos pueden o no venderse. Una vez la FFA garantizara un nuevo título, y lo revelara en su totalidad, se subastaría para los fondos de inversión. Esto garantizaría que los hogares y las empresas recibirían financiación al menor coste disponible.
Además de los más o menos 8.000 fondos e inversión comercializados actualmente, la banca de objeto limitado presentaría fondos de inversión en efectivo y fondos de inversión en seguros.
Los fondos de inversión en efectivo mantienen solamente efectivo y, por tanto, no esquilman al cliente (aparte de los honorarios de servicio). Todos los demás fondos de inversión proclamarían: "Este fondo es arriesgado y puede arruinarlo". Los fondos de inversión en efectivo sustituirían a las actuales cuentas corrientes. Podríamos extender cheques contra ellos y hacer uso de nuestros saldos con las tarjetas de crédito y a través de los cajeros automáticos.
Ya es hora de arreglar realmente nuestro sistema financiero. Si no lo hacemos, deberemos dejar de encargar flores para el próximo funeral de Wall Street y empezar a cavar una enorme tumba... una lo suficientemente grande para que quepa el Tío Sam.
Laurence J. Kotlikoff, profesor de la Universidad de Boston.
El Gobierno de Obama y el Congreso siguen ignorando el principal motivo de nuestra debacle financiera y proponiendo reformas que no darán en el clavo. El motivo fue un fraude financiero, del cual el juicio de la Comisión de la SEC contra Goldman Sachs es sólo el último escándalo.
El sector financiero, secundado por las agencias de calificación que aceptaban sobornos, por los políticos que los fomentaban y por los organismos reguladores que los ignoraban, fabricó sistemáticamente miles de millones de dólares en títulos llamados hoy tóxicos. No porque fueran peligrosos, sino porque eran falsos.
Independientemente de la inocencia de Goldman, el fraude en el sector no salió a la superficie porque los bancos eran demasiado grandes, estaban demasiado endeudados y excesivamente interconectados, aunque esto agravó en gran medida la caída financiera y exigió su apuntalamiento.
La causa del fraude
El fraude surgió porque una inmensa mayoría del negocio financiero decidió hacer dinero al estilo tradicional: robándolo. Cuando se emiten hipotecas falsas, se califican activos CCC como AAA, se asegura lo inasegurable, se regala a uno mismo unas primas elevadísimas y totalmente inmerecidas, se compran a organismos reguladores obedientes y se sobornan a políticos para que cambien las normas, eso es simple y llanamente un robo.
La información confidencial y el comercio de dominio público fueron las claves del delito: "Le forraremos. Pero no haga preguntas. Si lo revelamos, otros aprenderán de nosotros y ya no podremos reventar el mercado."
Como si todo el mundo pudiera reventar el mercado. Y como si únicamente los genios de Wall Street tuvieran la información confidencial. Pero la información que mantenían confidencial fue su venta del Bálsamo de Fierabrás. Cuando el fraude salió a la superficie, también lo hicieron las preguntas. ¿Eran todos los activos tóxicos? ¿Estaban todos los préstamos sobrevalorados? ¿Eran fiables los estados financieros? Estas preguntas se plantearon a todos los bancos, independientemente de su pedigrí, de la ocupación de su alta dirección, o de su organismo regulador.
Y esta nueva información, que no era tal, arrasó con las empresas financieras una tras otra. Hoy, tras más de dos años de crisis, prevalece la opacidad. Nadie puede horadar en Internet para saber las participaciones individuales y las responsabilidades de las principales instituciones financieras, y menos aún las de nuestro banco central, la Reserva Federal, que emitió 1,5 billones de dólares para comprar todas las existencias, vaya usted a saber exactamente de qué.
Nadie cambiará algo real por papeles bancarios, que de repente parecen no tener valor y cuya inspección no está permitida. De ahí que la plaga financiera, extendida por la verdad o por rumores, puede golpear a cualquier elemento de nuestro sistema financiero en cualquier momento. Y si golpea a nuestro banco central, el todopoderoso dólar encontrará pocos adeptos. La Reserva Federal ya ha establecido las bases para esta hiperinflación mediante la impresión de más dinero en dos años que en toda la historia de la república.
Obligaciones del Gobierno de EEUU
Al igual que los precios de consumo subieron como un cohete, podríamos ver una carrera en los bancos con gente desesperada para comprar cosas reales antes de que su dinero pierda valor. Cualquier Compañía Aseguradora de Depósitos Federales que garantice que nuestros dólares, al contrario que nuestro poder de compra, están seguros, no serviría de nada.
Y esta carrera obligaría al Gobierno estadounidense a sofocar el incendio con un tanque de gasolina. También se vería obligado a pagar sus garantías a las entidades, y las de los fondos de los mercados monetarios, los efectos comerciales y otros instrumentos financiero-industriales. Esto supondría la impresión de varios miles de millones más.
Existe una sencilla cura para nuestra plaga financiera. Se llama banca de objeto limitado. Esta cura pone en práctica lo que recomienda el Gobernador del Banco de Inglaterra, Mervyn King, y que se refiere concretamente a la transformación de las empresas financieras en servicios públicos que se ciñan a su objetivo legítimo: la intermediación y no la especulación con el dinero de los contribuyentes. El antiguo secretario del Tesoro estadounidense y secretario de Estado, George Shultz, así como otros destacados políticos y economistas (incluidos cinco premios Nobel) han respaldado también la banca de objeto limitado.
Actuar como un fondo de inversión
A diferencia de la Regla Volcker, que traza una línea en la arena entre los bancos comerciales (chicos buenos) con los de inversión (chicos malos), la banca de objeto limitado levanta una barrera entre los intermediarios financieros con y sin responsabilidad limitada.
Todas las instituciones financieras protegidas por la responsabilidad limitada, sean bancos, compañías de seguros o fondos de alto riesgo, deberían operar estrictamente como empresas de fondos de inversiones titulizadas. La banca de inversión se convertiría en un mero servicio de consultoría y las operaciones comerciales se limitarían a reunir compradores y vendedores, sin riesgo alguno.
Los fondos de inversión son, de hecho, pequeños bancos con endeudamiento cero. Sus inversiones pueden perder valor, pero los fondos, lo que se dice los fondos, no fallan nunca. Por consiguiente, la banca de objeto limitado pone punto final al colapso financiero.
La banca de objeto limitado sustituye también a 120 organismos reguladores financieros federales y estatales por una Autoridad Federal Financiera, el equivalente de la Administración de Alimentos y Fármacos para los valores poseídos por los fondos de inversión de la banca de objeto limitado.
La FFA: vigilancia, garantía y transparencia
La FFA utilizaría las devoluciones fiscales federales para comprobar los ingresos y las situaciones laborales de las solicitudes de hipotecas y de préstamos comerciales, así como de las nuevas ofertas de acciones. Contrataría a numerosas empresas privadas no cuestionadas para la valoración de las garantías y el mantenimiento de las calificaciones crediticias.
Y lo que es más importante, revelaría todos los datos de los valores de los fondos de inversión individuales en tiempo real. Los mercados no funcionan cuando la gente no sabe lo que compra. La FFA haría productos financieros transparentes, pero no diría qué productos pueden o no venderse. Una vez la FFA garantizara un nuevo título, y lo revelara en su totalidad, se subastaría para los fondos de inversión. Esto garantizaría que los hogares y las empresas recibirían financiación al menor coste disponible.
Además de los más o menos 8.000 fondos e inversión comercializados actualmente, la banca de objeto limitado presentaría fondos de inversión en efectivo y fondos de inversión en seguros.
Los fondos de inversión en efectivo mantienen solamente efectivo y, por tanto, no esquilman al cliente (aparte de los honorarios de servicio). Todos los demás fondos de inversión proclamarían: "Este fondo es arriesgado y puede arruinarlo". Los fondos de inversión en efectivo sustituirían a las actuales cuentas corrientes. Podríamos extender cheques contra ellos y hacer uso de nuestros saldos con las tarjetas de crédito y a través de los cajeros automáticos.
Ya es hora de arreglar realmente nuestro sistema financiero. Si no lo hacemos, deberemos dejar de encargar flores para el próximo funeral de Wall Street y empezar a cavar una enorme tumba... una lo suficientemente grande para que quepa el Tío Sam.
Laurence J. Kotlikoff, profesor de la Universidad de Boston.
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