Enrique Campos Suárez / El Economista
México ha intentado muchas veces reformas que le permitan fortalecer sus finanzas a través de aumentar sus niveles de recaudación fiscal. Todas, hasta ahora, infructuosas.
México ha intentado muchas veces reformas que le permitan fortalecer sus finanzas a través de aumentar sus niveles de recaudación fiscal. Todas, hasta ahora, infructuosas. Entonces, ante esa evidencia de que la incapacidad política permite fortalecer la parte financiera, se optó por un camino altamente sensato: mantener las cuentas nacionales en equilibrio.
El principio es comparable con una decisión de finanzas personales: me puedo endeudar en la medida en que tengo buenos ingresos y una expectativa laboral estable. Pero si mis ingresos son bajos o inciertos, lo más responsable en términos financieros es mantener pocas deudas.
Así, el México políticamente incapaz optó por el camino mediocre, pero responsable de vivir con la medianía de sus ingresos. Incluso se puso en una ley, la de responsabilidad hacendaria, que obligaba a los involucrados en este proceso del Ejecutivo y el Legislativo a no poner en macha presupuestos que no estuvieran en equilibrio.
Así, un país incapaz de sustentar su crecimiento en sus propios motores o que no puede captar fiscalmente más de 11%, no debería estar endeudado.
La fórmula le funcionó tan bien al país que logró escalar dos peldaños dentro del terreno del grado de inversión. Claro que todos, calificadoras, analistas, grupos financieros, todos le repetían que ésa no era la fórmula correcta. Que era mejor tener más ingresos, seguros y constantes. Incluso con algún permiso para endeudarse.
Pero, resultaba tan cómodo no moverse de esa zona de confort que pasaron las oportunidades de reformas con pequeños parches. La energética, que permitiría ingresos extraordinarios producto de las inversiones privadas, se redujo a un conjunto de “parchecitos” que nos permitirá tener una refinería, una, dentro de unos cinco años. Más otras pequeñas inversiones privadas, acotadas, limitadas y muy vigiladas.
La reforma fiscal ha arrojado como más grande creación el muy creativo e ingenioso IETU. La reforma laboral no ha podido remontar los intereses políticos y económicos de la poderosa clase sindical.
Todo bien, hasta que hizo falta que el gobierno fuera algo más que una figura de porcelana llamada “finanzas públicas sanas”. Cuando hacía falta que sacara la casta para enfrentar el embate de la crisis, el margen de maniobra era muy bajo.
Cuando el cauce de ese riachuelo de fianzas sanas se salió de madre por el lado del gasto y no hubo una obra de dragado vía reforma fiscal, el mundo financiero volteó a ver el manejo financiero de esta economía. Puede 2.3% de déficit fiscal del año pasado parecer poquita cosa comparado con los números que vemos de Estados Unidos o Europa. Pero, otra vez, este pobretón que recibe poco y de vez en cuando no tiene mucha capacidad de endeudamiento.
Las firmas calificadoras ya le cantaron el primer strike a la economía mexicana con la degradación. Sólo como para avisarle que pisar los terrenos del déficit sin el calzado correcto es un juego muy peligroso. Eso es lo que hoy le ocurre a muchas economías. EU, por ejemplo, acabó el año con un déficit fiscal de 10 por ciento. Que más allá de que se ve impresionante un número de este tamaño, la verdad es que si alguien tiene con qué cerrar esa brecha fiscal coyuntural, es la economía estadounidense.
El gobierno de Washington con la combinación de mejores números económicos, más las primeras pinceladas de disciplina fiscal que ha tomado. Además de la modificación al sistema de salud y el cobro de los rescates bancarios, con todo eso no tendrán problemas para ubicarse como endeudados de confianza.
La historia de los europeos es otra. Españoles y alemanes dependen de la misma moneda, con grados de desarrollo y respuesta diferente. No es lo mismo el respaldo monetario de Berlín a lo que Madrid pueda hacer por su economía. España tiene un déficit fiscal de 12.3% de su Producto Interno Bruto, Irlanda de 12.1% y Grecia de 6.4 por ciento. Y toda la zona euro ha dejado como huella de la crisis económica un déficit en sus cuentas de 6.9 por ciento.
Es muy importante, entonces, cuánto deben. Pero la pregunta de los analistas es: ¿cómo le van a hacer para pagar?
La disciplina fiscal descafeinada de la que vivió tantos años México tan a gusto debe dar paso a un fortalecimiento de su músculo económico. Si fortalecida la fibra del desarrollo se puede tener un equilibrio fiscal, entonces habrá un reconocimiento externo y eso genera un círculo virtuoso. Pero si una escuálido quiere cargar deuda de más, va a fracasar.
México ha intentado muchas veces reformas que le permitan fortalecer sus finanzas a través de aumentar sus niveles de recaudación fiscal. Todas, hasta ahora, infructuosas.
México ha intentado muchas veces reformas que le permitan fortalecer sus finanzas a través de aumentar sus niveles de recaudación fiscal. Todas, hasta ahora, infructuosas. Entonces, ante esa evidencia de que la incapacidad política permite fortalecer la parte financiera, se optó por un camino altamente sensato: mantener las cuentas nacionales en equilibrio.
El principio es comparable con una decisión de finanzas personales: me puedo endeudar en la medida en que tengo buenos ingresos y una expectativa laboral estable. Pero si mis ingresos son bajos o inciertos, lo más responsable en términos financieros es mantener pocas deudas.
Así, el México políticamente incapaz optó por el camino mediocre, pero responsable de vivir con la medianía de sus ingresos. Incluso se puso en una ley, la de responsabilidad hacendaria, que obligaba a los involucrados en este proceso del Ejecutivo y el Legislativo a no poner en macha presupuestos que no estuvieran en equilibrio.
Así, un país incapaz de sustentar su crecimiento en sus propios motores o que no puede captar fiscalmente más de 11%, no debería estar endeudado.
La fórmula le funcionó tan bien al país que logró escalar dos peldaños dentro del terreno del grado de inversión. Claro que todos, calificadoras, analistas, grupos financieros, todos le repetían que ésa no era la fórmula correcta. Que era mejor tener más ingresos, seguros y constantes. Incluso con algún permiso para endeudarse.
Pero, resultaba tan cómodo no moverse de esa zona de confort que pasaron las oportunidades de reformas con pequeños parches. La energética, que permitiría ingresos extraordinarios producto de las inversiones privadas, se redujo a un conjunto de “parchecitos” que nos permitirá tener una refinería, una, dentro de unos cinco años. Más otras pequeñas inversiones privadas, acotadas, limitadas y muy vigiladas.
La reforma fiscal ha arrojado como más grande creación el muy creativo e ingenioso IETU. La reforma laboral no ha podido remontar los intereses políticos y económicos de la poderosa clase sindical.
Todo bien, hasta que hizo falta que el gobierno fuera algo más que una figura de porcelana llamada “finanzas públicas sanas”. Cuando hacía falta que sacara la casta para enfrentar el embate de la crisis, el margen de maniobra era muy bajo.
Cuando el cauce de ese riachuelo de fianzas sanas se salió de madre por el lado del gasto y no hubo una obra de dragado vía reforma fiscal, el mundo financiero volteó a ver el manejo financiero de esta economía. Puede 2.3% de déficit fiscal del año pasado parecer poquita cosa comparado con los números que vemos de Estados Unidos o Europa. Pero, otra vez, este pobretón que recibe poco y de vez en cuando no tiene mucha capacidad de endeudamiento.
Las firmas calificadoras ya le cantaron el primer strike a la economía mexicana con la degradación. Sólo como para avisarle que pisar los terrenos del déficit sin el calzado correcto es un juego muy peligroso. Eso es lo que hoy le ocurre a muchas economías. EU, por ejemplo, acabó el año con un déficit fiscal de 10 por ciento. Que más allá de que se ve impresionante un número de este tamaño, la verdad es que si alguien tiene con qué cerrar esa brecha fiscal coyuntural, es la economía estadounidense.
El gobierno de Washington con la combinación de mejores números económicos, más las primeras pinceladas de disciplina fiscal que ha tomado. Además de la modificación al sistema de salud y el cobro de los rescates bancarios, con todo eso no tendrán problemas para ubicarse como endeudados de confianza.
La historia de los europeos es otra. Españoles y alemanes dependen de la misma moneda, con grados de desarrollo y respuesta diferente. No es lo mismo el respaldo monetario de Berlín a lo que Madrid pueda hacer por su economía. España tiene un déficit fiscal de 12.3% de su Producto Interno Bruto, Irlanda de 12.1% y Grecia de 6.4 por ciento. Y toda la zona euro ha dejado como huella de la crisis económica un déficit en sus cuentas de 6.9 por ciento.
Es muy importante, entonces, cuánto deben. Pero la pregunta de los analistas es: ¿cómo le van a hacer para pagar?
La disciplina fiscal descafeinada de la que vivió tantos años México tan a gusto debe dar paso a un fortalecimiento de su músculo económico. Si fortalecida la fibra del desarrollo se puede tener un equilibrio fiscal, entonces habrá un reconocimiento externo y eso genera un círculo virtuoso. Pero si una escuálido quiere cargar deuda de más, va a fracasar.
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