Francisco Suárez Dávila / El Universal
Todo indica que no hemos aprendido las lecciones de las reformas fiscales fallidas. Varios actores ya comenzaron a “ventanear” sus propuestas prematuramente y complicando las probabilidades de su éxito. Se confirma el enfoque nacional: toda reforma que se respete “debe ser en los bueyes de mi compadre”.
Una reforma debe ser un proceso cuidadosamente eslabonado. Debe cumplir ciertas precondiciones básicas.
1. La oportunidad. No es factible que una reforma fiscal se apruebe sino hasta después de las elecciones de julio, sobre todo después de la turbulencia provocada por las “alianzas”. Pero hay que aprovechar el tiempo para prepararla bien, discreta pero eficazmente.
2. La Secretaría de Hacienda debe preparar un diagnóstico integral creíble de la situación fiscal del país: un Libro Blanco. Éste debe incluir información de lo que se recauda por los principales impuestos, con el suficiente desglose por grupos de ingreso, las estimaciones pertinentes de los subsidios fiscales, los montos de evasión, el impacto de la informalidad. El documento debe también incluir un análisis de las principales opciones y su impacto recaudatorio.
Los países institucionalmente avanzados presentan el Libro Blanco como base de una discusión pública informada. Así el debate es sobre políticas, no cifras. Sin este proceso seguiremos siendo fiscalmente una “república bananera”
3. Convocar a un comité de expertos fiscales, los mejores y más prestigiados de México, no por cuota de partidos, pero sí reflejando diferentes visiones: ex secretarios de Hacienda fiscalistas, expertos empresariales, académicos. Rendirían un Informe breve y concreto en el que evalúen el diagnóstico, y formulen “recomendaciones” sobre las opciones. Serviría para orientar al Congreso y a la opinión pública
4. La reforma debe contener una clara motivación social. Su objetivo no debe ser sólo recaudatorio o cubrir “boquetes fiscales” reales o inventados, sino generar los recursos que se requieren para que el país avance en objetivos nacionales, como una ampliación de la red de protección social.
5. Reflejar un balance entre grupos sociales, en que cada grupo pueda apreciar los beneficios de la reforma y estar dispuesto a asumir los costos, en proporción a su capacidad económica.
6. La sociedad no acepta una reforma tributaria que no vaya precedida de una racionalización fundamental de la estructura de gasto del país. No reducciones cosméticas, como gastos de representación y celulares, sino eliminando dependencias y programas de gasto dispendioso. El gobierno gasta a la vez “muy mal”… y “poco” frente a sus necesidades.
7. Avanzar del feudalismo (o “charolismo” fiscal) al federalismo fiscal “pactando” con estados y municipios para que se cumplan objetivos de transparencia y rendición de cuentas, y hagan un esfuerzo equitativo en cobro de predial y servicios, recaudación que es paupérrima.
8. Lo anterior significa negociar un pacto fiscal en que no todo se haga en forma inmediata sino con un plan de ruta de mediano plazo que dé certidumbre.
El contenido de la reforma
Dos opciones se pueden contemplar:
Opción 1: impuestos con objetivos claros.
a) EL ISR para las empresas es el impuesto que debe tener como objetivo la competitividad. Internacionalmente no recauda mucho, el capital es móvil. Debe tener una tasa fija baja pero sin excepciones, 12 o 15%. Con ello, el IETU (que es un “parche”) puede eliminarse.
b) El ISR a personas físicas es el impuesto de la equidad. Actualmente, mexicanos de ingreso medio alcanzan rápidamente la tarifa más alta del 30%. Se requiere modificar toda la estructura de este impuesto para hacerlo más progresivo. Elevar la tasa máxima a 35%, (en EU se elevó a 45%) para los ingresos muy altos y millonarios, lo cual permitiría reducir la tasa a ingresos medios y bajos.
Este es el impuesto que en Europa (y Asia) genera más ingresos, alrededor de 12% del PIB. En México, sólo alrededor de la cuarta parte. ¡Es donde tenemos la recaudación más rezagada!
c) El IVA es la máquina recaudadora más eficaz que genera los recursos para redistribuir vía gasto. Debe ser una tasa pareja de 15 o de 12%, que dé margen para un impuesto de ventas para los estados del 3%. El “emparejamiento” puede alcanzarse paulatinamente. Debe haber una canasta de productos básicos a tasa 0.
Un sistema similar se aplica con éxito en Irlanda, cumpliendo los objetivos de equidad, competitividad y recaudación.
Opción 2: la auténtica “simplificación” que podría llamarse impuestos base 15%… (podría ser 12 o 10%).
a) ISR en empresas pagan 15% parejo, sin ninguna deducción. Puede haber un tratamiento especial a las micro y pequeñas empresas o compensarlas con devoluciones.
b) Un IVA 15% parejo, en que la igualación puede darse paulatinamente en 3 años. Habría una canasta básica de alimentos a tasa “0”.
c) Un ISR a personas físicas de tasa pareja de 15%, sin deducciones, que sería la tasa más generalizada para los causantes. ¡El contribuyente puede en una tarjeta calcular su impuesto, multiplicando $100 X .15! No requiere contador.
Tendría excepciones: altos ingresos pagarían sobretasas de 25% y 35% y se definirían los salarios mínimos que no pagarían impuestos.
Italia está considerando este sistema de dos tasas: 15 y 25%.
Este sería un sistema verdaderamente simplificado parecido al llamado flat tax, pero aquí cada impuesto tendría un correctivo por equidad. Este sistema reduce mucho las tasas promedio, pero aumenta sensiblemente la base y, por ende, la recaudación.
Queremos una reforma auténtica o como el precio del petróleo es alto, otra “miscelánea” marginal e improvisada
Ex subsecretario de Hacienda
Todo indica que no hemos aprendido las lecciones de las reformas fiscales fallidas. Varios actores ya comenzaron a “ventanear” sus propuestas prematuramente y complicando las probabilidades de su éxito. Se confirma el enfoque nacional: toda reforma que se respete “debe ser en los bueyes de mi compadre”.
Una reforma debe ser un proceso cuidadosamente eslabonado. Debe cumplir ciertas precondiciones básicas.
1. La oportunidad. No es factible que una reforma fiscal se apruebe sino hasta después de las elecciones de julio, sobre todo después de la turbulencia provocada por las “alianzas”. Pero hay que aprovechar el tiempo para prepararla bien, discreta pero eficazmente.
2. La Secretaría de Hacienda debe preparar un diagnóstico integral creíble de la situación fiscal del país: un Libro Blanco. Éste debe incluir información de lo que se recauda por los principales impuestos, con el suficiente desglose por grupos de ingreso, las estimaciones pertinentes de los subsidios fiscales, los montos de evasión, el impacto de la informalidad. El documento debe también incluir un análisis de las principales opciones y su impacto recaudatorio.
Los países institucionalmente avanzados presentan el Libro Blanco como base de una discusión pública informada. Así el debate es sobre políticas, no cifras. Sin este proceso seguiremos siendo fiscalmente una “república bananera”
3. Convocar a un comité de expertos fiscales, los mejores y más prestigiados de México, no por cuota de partidos, pero sí reflejando diferentes visiones: ex secretarios de Hacienda fiscalistas, expertos empresariales, académicos. Rendirían un Informe breve y concreto en el que evalúen el diagnóstico, y formulen “recomendaciones” sobre las opciones. Serviría para orientar al Congreso y a la opinión pública
4. La reforma debe contener una clara motivación social. Su objetivo no debe ser sólo recaudatorio o cubrir “boquetes fiscales” reales o inventados, sino generar los recursos que se requieren para que el país avance en objetivos nacionales, como una ampliación de la red de protección social.
5. Reflejar un balance entre grupos sociales, en que cada grupo pueda apreciar los beneficios de la reforma y estar dispuesto a asumir los costos, en proporción a su capacidad económica.
6. La sociedad no acepta una reforma tributaria que no vaya precedida de una racionalización fundamental de la estructura de gasto del país. No reducciones cosméticas, como gastos de representación y celulares, sino eliminando dependencias y programas de gasto dispendioso. El gobierno gasta a la vez “muy mal”… y “poco” frente a sus necesidades.
7. Avanzar del feudalismo (o “charolismo” fiscal) al federalismo fiscal “pactando” con estados y municipios para que se cumplan objetivos de transparencia y rendición de cuentas, y hagan un esfuerzo equitativo en cobro de predial y servicios, recaudación que es paupérrima.
8. Lo anterior significa negociar un pacto fiscal en que no todo se haga en forma inmediata sino con un plan de ruta de mediano plazo que dé certidumbre.
El contenido de la reforma
Dos opciones se pueden contemplar:
Opción 1: impuestos con objetivos claros.
a) EL ISR para las empresas es el impuesto que debe tener como objetivo la competitividad. Internacionalmente no recauda mucho, el capital es móvil. Debe tener una tasa fija baja pero sin excepciones, 12 o 15%. Con ello, el IETU (que es un “parche”) puede eliminarse.
b) El ISR a personas físicas es el impuesto de la equidad. Actualmente, mexicanos de ingreso medio alcanzan rápidamente la tarifa más alta del 30%. Se requiere modificar toda la estructura de este impuesto para hacerlo más progresivo. Elevar la tasa máxima a 35%, (en EU se elevó a 45%) para los ingresos muy altos y millonarios, lo cual permitiría reducir la tasa a ingresos medios y bajos.
Este es el impuesto que en Europa (y Asia) genera más ingresos, alrededor de 12% del PIB. En México, sólo alrededor de la cuarta parte. ¡Es donde tenemos la recaudación más rezagada!
c) El IVA es la máquina recaudadora más eficaz que genera los recursos para redistribuir vía gasto. Debe ser una tasa pareja de 15 o de 12%, que dé margen para un impuesto de ventas para los estados del 3%. El “emparejamiento” puede alcanzarse paulatinamente. Debe haber una canasta de productos básicos a tasa 0.
Un sistema similar se aplica con éxito en Irlanda, cumpliendo los objetivos de equidad, competitividad y recaudación.
Opción 2: la auténtica “simplificación” que podría llamarse impuestos base 15%… (podría ser 12 o 10%).
a) ISR en empresas pagan 15% parejo, sin ninguna deducción. Puede haber un tratamiento especial a las micro y pequeñas empresas o compensarlas con devoluciones.
b) Un IVA 15% parejo, en que la igualación puede darse paulatinamente en 3 años. Habría una canasta básica de alimentos a tasa “0”.
c) Un ISR a personas físicas de tasa pareja de 15%, sin deducciones, que sería la tasa más generalizada para los causantes. ¡El contribuyente puede en una tarjeta calcular su impuesto, multiplicando $100 X .15! No requiere contador.
Tendría excepciones: altos ingresos pagarían sobretasas de 25% y 35% y se definirían los salarios mínimos que no pagarían impuestos.
Italia está considerando este sistema de dos tasas: 15 y 25%.
Este sería un sistema verdaderamente simplificado parecido al llamado flat tax, pero aquí cada impuesto tendría un correctivo por equidad. Este sistema reduce mucho las tasas promedio, pero aumenta sensiblemente la base y, por ende, la recaudación.
Queremos una reforma auténtica o como el precio del petróleo es alto, otra “miscelánea” marginal e improvisada
Ex subsecretario de Hacienda
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