miércoles, 17 de febrero de 2010

EL MODELO DE RECUPERACIÓN NACIONAL

Enrique Campos Suárez / El Economista
Ciudad Juárez vive una tragedia, que se condensa muy bien en el calificativo de ser una de las ciudades más violentas del mundo.
Ciudad Juárez vive una tragedia, que se condensa muy bien en el calificativo de ser una de las ciudades más violentas del mundo. La destrucción de la gobernabilidad, de los valores sociales, de las posibilidades de convivencia para todo un pueblo son sólo reflejo del desdén de las autoridades que no han tenido la capacidad de cumplir con la responsabilidad básica de los gobernantes de cumplir y hacer cumplir la ley.
La ciudad sin ley es producto de un modelo anárquico intentado y cumplido de la delincuencia. Vamos, tienen ese territorio como quieren: a su merced.
Como laboratorio, Ciudad Juárez ha servido al crimen organizado como ejemplo de lo que quisieran ver totalmente realizado en el resto del país. Y es un hecho que hay muchas poblaciones que están cerca de esa situación.
Otras están bajo su control absoluto y ante la falta de oposición, la violencia extrema podrían no considerarla necesaria. La respuesta gubernamental fue una guerra. Un combate directo y de poder de fuego contra un enemigo bien armado. Pero, también, un enemigo que goza del anonimato y el factor sorpresa.
El fracaso de la estrategia llega de la imposible omnipresencia militar en la región y del temor engendrado en la sociedad. Por eso, ahora que se mezcla el factor económico en la solución es cuando podría haber alguna respuesta positiva en este combate contra la ilegalidad.
El modelo de cero tolerancia con un fuerte gasto social es una forma de atender la emergencia de seguridad pública, pero también la razón que hace que los delincuentes tengan “carne de cañón” a la cual reclutar entre los jóvenes desesperanzados.
El daño a la estructura económica de Ciudad Juárez es muy profundo. La desintegración de las cadenas industriales y comerciales es tan fuerte, que esta población presenta un retraso con respecto a muchas entidades vecinas de varias décadas. La reconstrucción del tejido económico será muy difícil en esta parte de la República. Recuperar la confianza perdida será una labor de mucho tiempo.
Pero, es entonces cuando el fondo puede servir de plataforma de despegue. La política de “ventanas rotas”, muy al estilo de Rudolph Giuliani, implica no dejar pasar el más mínimo detalle de reconstrucción. El tratar de generar un círculo virtuoso, sin permisividad.
Ciudad Juárez, como un laboratorio de reconstrucción de toda la sociedad mexicana misma, requiere de volver a unir los hilos de la legalidad rotos por el crimen y dar oportunidades de desarrollo social y económico para la gente.
El modelo juarense no es el de el traslado de poderes, el de la competencia electoral en la plaza. El éxito de esta atribulada ciudad fronteriza tendría que ser el del respeto absoluto a la ley.
Hay que ver qué pasa cuando salgan de ahí todos los secretarios de Estado que hoy, por órdenes de su jefe, están presentes, haciendo promesas. Hay que ver cuántas de las escuelas, parques, clínicas prometidas se construyen.
Y después cuántas de ellas realmente funcionan apropiadamente. Hay que ver cómo se conforman esos cuerpos de seguridad que se supone habrán de sustituir la labor de los militares y que tendrán en sus manos la obligación de cumplir con honestidad las labores de seguridad. Es indispensable ver si esa llamada cero tolerancia que hoy se anuncia es efectivamente una práctica común o si sólo sirve como los reglamentos de tránsito que sirven para extorsionar automovilistas y no para detener a los arbitrarios choferes del transporte público.
Los mayores cambios sociales en el mundo se han dado cuando se toca fondo, cuando se rompe la paz y la tranquilidad y no hay duda que Ciudad Juárez está en el fondo. La gran pregunta es si el enésimo plan de apoyo a esta entidad ya entendió la necesidad de hacer algo integral o si volveremos a tener un programa fracasado aunque sea muy vistoso.
Ciudad Juárez puede ser un ejemplo de rescate y reconstrucción del “tejido social” en México. Puede ser el modelo a seguir en otras entidades también golpeadas por el crimen, la pobreza y la desigualdad. O bien, Juárez puede convertirse en la célula cancerosa, en el caso cero de una enfermedad de anarquía y desgobierno que se extienda por buena parte del país.

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