Alberto Aziz Nassif / El Universal
¿Es posible recuperar a Ciudad Juárez de la delincuencia organizada? La visita de Felipe Calderón a esa lastimada frontera norteña dejó un saldo de incredulidad y desconfianza. El hecho de llegar con un paquete más amplio que meros dispositivos militares y policiacos, ¿puede ser el inicio de un cambio de estrategia o sólo se trata de cubrir la emergencia?
De cualquier forma, no hay mejor aproximación para tomarle el pulso a una ciudad que hacer trabajo de campo en ella. Calderón recordará esa visita porque pudo comprobar que su estrategia de combate al crimen organizado ha fracasado de forma amplia y rotunda. Muchas voces autorizadas han insistido de tiempo atrás y en repetidas ocasiones, en que la ruta de la mal llamada “guerra” al crimen es equivocada. Desde el nombre está mal planteado el problema. Recientemente el jurista italiano Luigi Ferrajoli, señaló que en un Estado de derecho no hay enemigos, sino ciudadanos, que pueden ser delincuentes. Dijo que “el crimen organizado sólo puede ser combatido con el Derecho (…) la respuesta militar no es coincidente con el Estado de derecho (…) Sacar a los soldados a la calle es una respuesta demagógica” (EL UNIVERSAL, 14/02/2010).
Ciudad Juárez tiene todas las condiciones para haber llegado al límite en el que se encuentra: corrupción sistémica, ausencia de políticas sociales, armas al por mayor, multiplicación de bandas, tráfico de drogas, disputas entre los cárteles, desgobierno. Calderón inició su “guerra” y fue como golpear un avispero sin tener una estrategia, sin los instrumentos legales, sin los cuerpos policiacos preparados. La estrategia actual ha devastado a esa ciudad. Así lo muestra el diagnóstico que presentaron diversos sectores de la sociedad: el incremento de muertes en Ciudad Juárez pasó de menos de 300 a más de 2,600 en 2009; los secuestros han crecido de forma exponencial hasta en 300%; una mayoría de comerciantes han sido extorsionados y muchos han sido reducidos a cenizas. El panorama social es aterrador: 600 mil juarenses viven en la pobreza; 47% de los jóvenes no tienen acceso a la educación; en el nivel superior sólo 25% tienen acceso; el año pasado se perdieron 100 mil empleos y 30% de las empresas han cerrado (Reforma, 12/02/2010).
El menú que presentó el gobierno federal incluye desde un nuevo operativo de la policía federal, construcción de escuelas, combate al secuestro, extorsión y lavado de dinero, ampliación de programas sociales y atención a la salud (EL UNIVERSAL, 12/II/2010). Las acciones intentan recuperar algo de confianza, ahora los funcionarios federales empiezan a hablar de cosas tan ajenas a su discurso como “capital social”, “reconstrucción del tejido social”. Parece que hoy Ciudad Juárez, en la nueva visión del gobierno, es algo más que enviar policías y militares. Si hablamos de capital social, como lo entiende el sociólogo Robert Putnam, se trata de una organización social en la que hay confianza, normas y redes. En Ciudad Juárez la desconfianza es profunda, así lo vivió Calderón al enfrentar a ciudadanos como la señora Luz María Dávila García, que perdió a dos de hijos en la masacre de jóvenes estudiantes, quien le dijo: “No me diga que sí, ¡haga algo, señor Presidente!”. Las autoridades locales, el presidente municipal y el gobernador simplemente fueron abucheados. Las normas en la frontera son las de la ley de la metralleta, la extorsión y la violencia generalizada. Las redes sociales se han quebrado, miles y miles de ciudadanos simplemente se han ido y otros quisieran hacer lo mismo. Es posible que si Estados Unidos abriera la ciudad fronteriza de El Paso Texas a todos los juarenses que quisieran irse, quedarían muy pocos del lado mexicano. ¿Desde dónde recuperar el capital social en esa ciudad que está en manos de la delincuencia?
La batalla por Juárez no se podrá ganar si no se da un golpe de timón a la estrategia de seguridad pública, si no se empieza por una comprensión diferente del problema: por una construcción legal y de inteligencia en contra del crimen organizado, cuyo corazón es, como dijo el especialista italiano Francesco Forgione, la dimensión económica y financiera; por políticas sociales de integración y combate a la pobreza; por una interlocución permanente y a fondo con la sociedad civil. Recuperar a Ciudad Juárez del crimen organizado supone una profunda reconstrucción de una ciudadanía que ha empezado a movilizarse y organizarse, para tener el poder que tuvo en otros momentos, para exigir a las autoridades que hagan su trabajo, pero desde una posición de fuerza.
Después del reclamo que se hizo en el Palacio Nacional hace dos años, “si no pueden, renuncien”, ahora llegó el reclamo de los juarenses, “¡haga algo, señor Presidente!”, porque hasta la fecha ha fracasado…
¿Es posible recuperar a Ciudad Juárez de la delincuencia organizada? La visita de Felipe Calderón a esa lastimada frontera norteña dejó un saldo de incredulidad y desconfianza. El hecho de llegar con un paquete más amplio que meros dispositivos militares y policiacos, ¿puede ser el inicio de un cambio de estrategia o sólo se trata de cubrir la emergencia?
De cualquier forma, no hay mejor aproximación para tomarle el pulso a una ciudad que hacer trabajo de campo en ella. Calderón recordará esa visita porque pudo comprobar que su estrategia de combate al crimen organizado ha fracasado de forma amplia y rotunda. Muchas voces autorizadas han insistido de tiempo atrás y en repetidas ocasiones, en que la ruta de la mal llamada “guerra” al crimen es equivocada. Desde el nombre está mal planteado el problema. Recientemente el jurista italiano Luigi Ferrajoli, señaló que en un Estado de derecho no hay enemigos, sino ciudadanos, que pueden ser delincuentes. Dijo que “el crimen organizado sólo puede ser combatido con el Derecho (…) la respuesta militar no es coincidente con el Estado de derecho (…) Sacar a los soldados a la calle es una respuesta demagógica” (EL UNIVERSAL, 14/02/2010).
Ciudad Juárez tiene todas las condiciones para haber llegado al límite en el que se encuentra: corrupción sistémica, ausencia de políticas sociales, armas al por mayor, multiplicación de bandas, tráfico de drogas, disputas entre los cárteles, desgobierno. Calderón inició su “guerra” y fue como golpear un avispero sin tener una estrategia, sin los instrumentos legales, sin los cuerpos policiacos preparados. La estrategia actual ha devastado a esa ciudad. Así lo muestra el diagnóstico que presentaron diversos sectores de la sociedad: el incremento de muertes en Ciudad Juárez pasó de menos de 300 a más de 2,600 en 2009; los secuestros han crecido de forma exponencial hasta en 300%; una mayoría de comerciantes han sido extorsionados y muchos han sido reducidos a cenizas. El panorama social es aterrador: 600 mil juarenses viven en la pobreza; 47% de los jóvenes no tienen acceso a la educación; en el nivel superior sólo 25% tienen acceso; el año pasado se perdieron 100 mil empleos y 30% de las empresas han cerrado (Reforma, 12/02/2010).
El menú que presentó el gobierno federal incluye desde un nuevo operativo de la policía federal, construcción de escuelas, combate al secuestro, extorsión y lavado de dinero, ampliación de programas sociales y atención a la salud (EL UNIVERSAL, 12/II/2010). Las acciones intentan recuperar algo de confianza, ahora los funcionarios federales empiezan a hablar de cosas tan ajenas a su discurso como “capital social”, “reconstrucción del tejido social”. Parece que hoy Ciudad Juárez, en la nueva visión del gobierno, es algo más que enviar policías y militares. Si hablamos de capital social, como lo entiende el sociólogo Robert Putnam, se trata de una organización social en la que hay confianza, normas y redes. En Ciudad Juárez la desconfianza es profunda, así lo vivió Calderón al enfrentar a ciudadanos como la señora Luz María Dávila García, que perdió a dos de hijos en la masacre de jóvenes estudiantes, quien le dijo: “No me diga que sí, ¡haga algo, señor Presidente!”. Las autoridades locales, el presidente municipal y el gobernador simplemente fueron abucheados. Las normas en la frontera son las de la ley de la metralleta, la extorsión y la violencia generalizada. Las redes sociales se han quebrado, miles y miles de ciudadanos simplemente se han ido y otros quisieran hacer lo mismo. Es posible que si Estados Unidos abriera la ciudad fronteriza de El Paso Texas a todos los juarenses que quisieran irse, quedarían muy pocos del lado mexicano. ¿Desde dónde recuperar el capital social en esa ciudad que está en manos de la delincuencia?
La batalla por Juárez no se podrá ganar si no se da un golpe de timón a la estrategia de seguridad pública, si no se empieza por una comprensión diferente del problema: por una construcción legal y de inteligencia en contra del crimen organizado, cuyo corazón es, como dijo el especialista italiano Francesco Forgione, la dimensión económica y financiera; por políticas sociales de integración y combate a la pobreza; por una interlocución permanente y a fondo con la sociedad civil. Recuperar a Ciudad Juárez del crimen organizado supone una profunda reconstrucción de una ciudadanía que ha empezado a movilizarse y organizarse, para tener el poder que tuvo en otros momentos, para exigir a las autoridades que hagan su trabajo, pero desde una posición de fuerza.
Después del reclamo que se hizo en el Palacio Nacional hace dos años, “si no pueden, renuncien”, ahora llegó el reclamo de los juarenses, “¡haga algo, señor Presidente!”, porque hasta la fecha ha fracasado…
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