Jorge A. Chávez Presa / El Universal
Los daños ocasionados por la crisis financiera global a la economía mexicana fueron desastrosos: contrajo fuertemente las exportaciones manufactureras, redujo severamente la inversión privada, hubo menos remesas, y el precio del petróleo fue menor. Por si fuera poco, en 2009 el país tuvo que hacer frente a una emergencia de salud pública provocada por el virus A/H1N1; una sequía; un aumento en la percepción de inseguridad pública, y una caída en la producción petrolera. Todo lo anterior contribuyó a un desplome en el valor de los bienes y servicios de uso final que se produjeron durante todo 2009. Así la caída registrada del PIB fue de 6.5% con respecto al de 2008.
No obstante la gravedad del resultado en el desempeño de la economía mexicana, esto abre la oportunidad para analizar sus fortalezas y debilidades. Es el momento de valorar los instrumentos que tiene el gobierno, de medir su efectividad, y además preguntarse si requiere otros instrumentos o incluso fortalecer de los que dispone.
En la crisis económica de 1995 la pérdida en el número de trabajadores asegurados en el IMSS fue de poco más de 1 millón entre el punto más alto (noviembre de 1994) y el más bajo (septiembre de 1995). El decremento en el PIB fue de 6.2%, y el descenso más pronunciado se registró en el segundo trimestre con 9.2% con respecto al mismo período del año anterior. En esa crisis hubo cuatro trimestres con crecimiento negativo, y la recuperación del nivel de trabajadores asegurados en el IMSS tardó 29 meses, a pesar del vigoroso impulso recibido por las exportaciones como resultado del TLCAN. En adición, en 1995 quebró el sistema bancario, la inflación subió al 52% y el tipo de cambio se depreció en promedio casi 90%.
En esta ocasión la pérdida en el número de trabajadores asegurados por el IMSS fue de 696 mil entre el pico (octubre de 2008) y el piso (mayo de 2009). Esta crisis se caracterizará por 5 trimestres de crecimiento negativo, aunque el cuarto trimestre de 2009 casi logra cerrar tablas. A la recuperación del empleo, medido por esta variable del IMSS, le faltan todavía más de 488 mil asegurados. Desde este ángulo, la economía formal mexicana pudo aguantar mejor el golpe. Sin embargo, visto desde la tasa de desempleo de la población económicamente activa que incluye el empleo informal, la recuperación está aún lejos de afianzarse. En mayo de 2008 esta tasa fue del 3.24% y contrasta con el 5.87% de enero de 2010.
En la crisis de 1995 la economía mexicana careció de instrumentos y la fuente de recuperación fueron las exportaciones. En ese año incluso el manejo de las finanzas públicas obligó a una reducción draconiana del gasto público para enfrentar la caída de la recaudación tributaria y compensar la falta de financiamiento externo. Recuérdese que a México se le cerró el acceso al mercado de capitales para financiar la expansión de su infraestructura, y que por ello se crearon los famosos “pidiregas”.
En 2009 la historia ha sido diferente. El sistema bancario se ha mantenido sólido, la tasa de inflación cerró en 3.6% y el tipo de cambio se depreció en promedio 21%. Aunque está lejos de lo que el país necesita, la política fiscal fue expansiva como no se había visto en varias décadas. Se pudo aumentar el gasto público a pesar de la reducción tanto de la recaudación tributaria como de los ingresos petroleros gracias a los siguiente: al uso de los recursos depositados en los fondos de contingencia que se constituyeron con una parte de los excedentes petroleros generados en los años anteriores; por los ingresos recibidos por las coberturas de precio de petróleo; el remanente de operación del Banco de México y por el acceso al endeudamiento público tanto interno como externo. De esta manera la inversión física del sector público, incluida la de Pemex, pudo crecer 40% con respecto a la registrada en 2008. Sin embargo, lo que se logró mitigar fue poco, entre otras razones porque el sector público mexicano en su conjunto incluyendo a los tres órdenes de gobierno, es muy pequeño en relación a las otras variables que componen la demanda agregada como lo son, en orden de importancia, el consumo privado, las exportaciones y la inversión del sector privado.
¿Pudo haber sido mayor el impulso fiscal para haber amortiguado mejor el choque externo? Con los instrumentos a su alcance, la debilidad tributaria existente, perspectivas de una lenta recuperación en la producción petrolera, y la expectativa de una tasa de crecimiento baja, la contestación categórica es no. Se incurrió al endeudamiento público hasta donde los inversionistas creen que se sostiene la capacidad de pago del gobierno.
Precisamente por todo lo anterior, los mexicanos debemos continuar presionando para que el gobierno tenga y alinee los instrumentos a dos objetivos: elevar la tasa de crecimiento económico y generar millones de nuevos puestos de trabajo. De no hacerlo todo lo demás será demagogia.
Los daños ocasionados por la crisis financiera global a la economía mexicana fueron desastrosos: contrajo fuertemente las exportaciones manufactureras, redujo severamente la inversión privada, hubo menos remesas, y el precio del petróleo fue menor. Por si fuera poco, en 2009 el país tuvo que hacer frente a una emergencia de salud pública provocada por el virus A/H1N1; una sequía; un aumento en la percepción de inseguridad pública, y una caída en la producción petrolera. Todo lo anterior contribuyó a un desplome en el valor de los bienes y servicios de uso final que se produjeron durante todo 2009. Así la caída registrada del PIB fue de 6.5% con respecto al de 2008.
No obstante la gravedad del resultado en el desempeño de la economía mexicana, esto abre la oportunidad para analizar sus fortalezas y debilidades. Es el momento de valorar los instrumentos que tiene el gobierno, de medir su efectividad, y además preguntarse si requiere otros instrumentos o incluso fortalecer de los que dispone.
En la crisis económica de 1995 la pérdida en el número de trabajadores asegurados en el IMSS fue de poco más de 1 millón entre el punto más alto (noviembre de 1994) y el más bajo (septiembre de 1995). El decremento en el PIB fue de 6.2%, y el descenso más pronunciado se registró en el segundo trimestre con 9.2% con respecto al mismo período del año anterior. En esa crisis hubo cuatro trimestres con crecimiento negativo, y la recuperación del nivel de trabajadores asegurados en el IMSS tardó 29 meses, a pesar del vigoroso impulso recibido por las exportaciones como resultado del TLCAN. En adición, en 1995 quebró el sistema bancario, la inflación subió al 52% y el tipo de cambio se depreció en promedio casi 90%.
En esta ocasión la pérdida en el número de trabajadores asegurados por el IMSS fue de 696 mil entre el pico (octubre de 2008) y el piso (mayo de 2009). Esta crisis se caracterizará por 5 trimestres de crecimiento negativo, aunque el cuarto trimestre de 2009 casi logra cerrar tablas. A la recuperación del empleo, medido por esta variable del IMSS, le faltan todavía más de 488 mil asegurados. Desde este ángulo, la economía formal mexicana pudo aguantar mejor el golpe. Sin embargo, visto desde la tasa de desempleo de la población económicamente activa que incluye el empleo informal, la recuperación está aún lejos de afianzarse. En mayo de 2008 esta tasa fue del 3.24% y contrasta con el 5.87% de enero de 2010.
En la crisis de 1995 la economía mexicana careció de instrumentos y la fuente de recuperación fueron las exportaciones. En ese año incluso el manejo de las finanzas públicas obligó a una reducción draconiana del gasto público para enfrentar la caída de la recaudación tributaria y compensar la falta de financiamiento externo. Recuérdese que a México se le cerró el acceso al mercado de capitales para financiar la expansión de su infraestructura, y que por ello se crearon los famosos “pidiregas”.
En 2009 la historia ha sido diferente. El sistema bancario se ha mantenido sólido, la tasa de inflación cerró en 3.6% y el tipo de cambio se depreció en promedio 21%. Aunque está lejos de lo que el país necesita, la política fiscal fue expansiva como no se había visto en varias décadas. Se pudo aumentar el gasto público a pesar de la reducción tanto de la recaudación tributaria como de los ingresos petroleros gracias a los siguiente: al uso de los recursos depositados en los fondos de contingencia que se constituyeron con una parte de los excedentes petroleros generados en los años anteriores; por los ingresos recibidos por las coberturas de precio de petróleo; el remanente de operación del Banco de México y por el acceso al endeudamiento público tanto interno como externo. De esta manera la inversión física del sector público, incluida la de Pemex, pudo crecer 40% con respecto a la registrada en 2008. Sin embargo, lo que se logró mitigar fue poco, entre otras razones porque el sector público mexicano en su conjunto incluyendo a los tres órdenes de gobierno, es muy pequeño en relación a las otras variables que componen la demanda agregada como lo son, en orden de importancia, el consumo privado, las exportaciones y la inversión del sector privado.
¿Pudo haber sido mayor el impulso fiscal para haber amortiguado mejor el choque externo? Con los instrumentos a su alcance, la debilidad tributaria existente, perspectivas de una lenta recuperación en la producción petrolera, y la expectativa de una tasa de crecimiento baja, la contestación categórica es no. Se incurrió al endeudamiento público hasta donde los inversionistas creen que se sostiene la capacidad de pago del gobierno.
Precisamente por todo lo anterior, los mexicanos debemos continuar presionando para que el gobierno tenga y alinee los instrumentos a dos objetivos: elevar la tasa de crecimiento económico y generar millones de nuevos puestos de trabajo. De no hacerlo todo lo demás será demagogia.
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