miércoles, 3 de febrero de 2010

CRISIS DEL EURO

ROGELIO RAMÍREZ DE LA O-EL UNIVERSAL
Un eslabón de la globalización que hoy peligra es el euro, moneda única de los miembros originales de la Unión Europea y más tarde ampliada, quizás erróneamente, a nuevos miembros como España, Irlanda, Grecia, Portugal y otros.
El hecho de que todos tengan la misma moneda no significa que todos tengan la misma capacidad de mantener su paridad en tiempos buenos y también malos. Una prueba simple es que si al cabo de varios años de tener la misma moneda los costos y precios en un país miembro aumentan más que en los países más fuertes, el primero pierde competitividad, esencia misma de la globalización.
Esta pérdida siempre es progresiva mientras que no se corrige su causa. En la década pasada los costos laborales crecieron de 20 a 23% en España, Irlanda y Grecia por encima del costo laboral en Alemania. Ello hizo cada vez más difícil producir localmente en lugar de importar. Sus déficit externos corrientes llegaron en los últimos 12 meses a 12.2% del PIB en Grecia y 5.7% en España.
Por cierto este último es muy similar al de México en 1993-94, al cual el presidente Zedillo se refirió como un grave error de política económica (de Carlos Salinas) y la causa de la devaluación de 1994. Así que no es nada nuevo que países con monedas sobrevaluadas enfrenten graves problemas.
Pero en la zona euro los países atrapados por estos problemas no pueden recurrir a la devaluación, por ser parte del euro. Así sus precios y costos no pueden realinearse con los de sus socios, excepto por un largo periodo de alto desempleo que reduzca los salarios y deflación que reduzca los precios de los activos.
Si los gobiernos tratan en serio de reducir su déficit fiscal (12% del Producto Interno Bruto en Grecia y 10% en España), lo harán con más impuestos y menos gasto público. Ello agravará el desempleo (20% en España y 10% en Grecia) y con ello la recaudación y las carteras de los bancos.
Por el riesgo de que sus déficit fiscales se salgan de control, los inversionistas han salido a liquidar sus bonos de esos países. Con toda razón dudan que un país en esta situación pueda tener la capacidad de seguir perteneciendo al mismo club monetario que Alemania, Holanda o Francia, a menos que éstos dejaran que el euro se desplomara frente al dólar.
Esto es lo que cambió de apenas hace dos años, cuando nadie cuestionaba sus déficit. La crisis financiera iniciada en 2007 es por ello un gran golpe a la globalización, aunque muchos no acepten esa realidad y reaccionen, casi siempre emocionalmente, a malas noticias sobre países que tenían la imagen de hacer todo bien. Hoy esos países no dan suficiente confianza a inversionistas.
La pérdida de confianza es en instrumentos financieros de dudosa solidez; en las calificaciones de las agencias calificadoras; en la capacidad de crecimiento de economías con altos déficit; y en sus finanzas públicas.
Adoptar el euro sirvió a países pequeños para adquirir prestigio y financiamiento barato. Les dio buenos resultados, pero sólo mientras no se presentara una crisis global. La profundidad y el alto desempleo que esta crisis causó no dan seguridad de un pronto retorno al ciclo global de crecimiento.
Los escépticos que no aceptaron ser parte del euro precisamente cuando evaluaron estos riesgos (Inglaterra, Suecia, Dinamarca y Noruega, entre otros) tienen mucha más flexibilidad para sortear la recesión.
Habrá alto desempleo y desencanto en Europa antes del desenlace, el cual ignoramos cuál será. La certidumbre que antes daba la economía global, hoy, en este y otros casos, está ausente.
Analista económico

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