La falta de medidas lleva a repetir la perniciosa
subida global de precios ante nuevas sequías
La crisis
alimentaria de 2007-2008 no sirvió para cambiar gran cosa con vistas a la
siguiente, en la que ya estamos. Unos años después, la historia, falta de
acciones decisivas en los años siguientes, se repite, esta vez de la mano de
una terrible sequía en Estados Unidos, India y en parte en Rusia que ha vuelto
a disparar los precios del grano y de los alimentos. De ahí que la ONU haya hecho
sonar las alarmas de una nueva crisis.
Son los
países más pobres los que más sufren, porque a sus ciudadanos no les llega para
pagar por alimentarse a los nuevos precios. En los países pobres, el ciudadano
medio emplea entre un 40% y un 50% de sus ingresos en alimentos, frente al 10%
en las sociedades más ricas.Ya una anterior subida de precios de los víveres en
2010 estuvo en buena parte detrás de las revueltas árabes del año siguiente. Y
las protestas empiezan de nuevo a cundir en varios países, a comenzar por
India.
Las
transformaciones globales agravan esta crisis. Para empezar, hay un mercado
global alimentario, especialmente de maíz, trigo y soja, dominado por los
grandes grupos, en el que la bajada de producción en un lugar del mundo, como
ahora en EE UU, se traduce en una subida del precio para todos, de forma cada
vez más rápida por varias causas. Las pautas alimentarias están cambiando,
especialmente de la mano de China, que está aumentando su consumo de carne y de
soja. Y es sabido que se necesitan 30 kilos de pienso para conseguir un kilo de
carne vacuna. Por otra parte, el mercado de alimentos se ha globalizado, y se
compra y se vende en futuros por un valor casi 50 veces superior al de la
producción anual.
También
está provocando graves distorsiones el creciente uso de grano y caña de azúcar
para producir biocombustibles, con una apuesta abierta por parte de Estados
Unidos por el bioetanol —algo que no va a cuestionar ninguno de los candidatos,
pues abarata el coste de la gasolina—, y más bien por el biodiésel en Europa
desde una política impulsada por Bruselas que es preciso replantear como quiere
la FAO.
Las
medidas impulsadas por el G-20 han sido insuficientes. Hay alimentos para
todos. Pero lo que deja los estómagos vacíos son las distorsiones que
introducen en un sistema ya de alta complejidad por las brutales variaciones de
precios causadas por sequías o inundaciones, y agravadas por políticas
equivocadas.
Fuente:
El País
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