domingo, 19 de agosto de 2012

ERUROBONOS: LA EXPERIENCIA NORTEAMERICANA


Daniel Gros / elEcomomista.es
Hay consenso en Europa acerca de que sólo la mutualización de la deuda puede resolver la crisis del euro. Se cita a menudo los primeros años de EEUU, cuando Alexander Hamilton, secretario del Tesoro de George Washington, logró que el nuevo Gobierno federal asumiera las deudas de guerra revolucionaria de los estados americanos.
Un vistazo más atento revela que dicha experiencia no es útil ni alentadora para los eurobonos. En primer lugar, asumir deuda estatal existente a escala federal no es lo mismo que permitir que Estados individuales emitan bonos con responsabilidad "conjunta y solidaria" y garantizados por todos los países. Hamilton no tuvo que preocuparse del riesgo moral porque el Gobierno federal no garantizó la deuda nueva en la que incurrieron los estados.
En segundo lugar, raras veces se menciona que la deuda federal de EEUU en aquella época (unos cuarenta millones dólares) era muy superior a la de los estados (cerca de 18 millones). Por esa razón, asumir la deuda de los estados no fue crucial para el éxito de la estabilización financiera de posguerra en el nuevo país. Al contrario, era un corolario natural del hecho de que la mayor parte de la deuda se había contraído en la lucha por una causa común.
Además, las fuentes más eficientes de ingresos del Ejecutivo por aquellas fechas eran los aranceles e impuestos recaudados en las fronteras. Incluso desde el punto de vista de la eficiencia, tenía sentido que el Gobierno federal asumiera la deuda pública.
El reconocimiento federal de las deudas de guerra de los estados también era ventajosa en términos de desarrollo económico: una vez los estados no tuvieran deuda, no necesitarían recurrir a los impuestos directos, que podrían haber impedido el desarrollo del mercado interno. De hecho, cuando el Ejecutivo federal asumió esa deuda (una cantidad reducida del total), los ingresos estatales cayeron entre el 80 y el 90%. Los estados fueron fiscalmente irrelevantes un tiempo.
Por último, la clave del éxito de la estabilización financiera fue una reestructuración profunda. Hamilton calculaba que el Gobierno federal podía obtener ingresos suficientes para abonar un interés del 4% sobre el total de la deuda, muy por debajo del 6% de las obligaciones existentes.
A los titulares de bonos estatales y federales se les ofreció un paquete de bonos a más largo plazo, con un interés del 3 y el 6% (y un periodo de gracia de diez años). El paquete se diseñó para que el coste medio del reconocimiento de la deuda fuera del 4%. En términos modernos, el valor presente neto de la deuda total (federal y estatal) se redujo a cerca de la mitad, si aplicamos el rendimiento habitual de salida del 9%.
Más aún, los largos plazos de vencimiento de los nuevos bonos federales hacían improbable que hubiera que renegociarlos. Habría sido muy arriesgado exponer al Ejecutivo federal a tal riesgo, dado que la operación se percibió al inicio y con razón como de alto riesgo.
En los primeros cinco años del país, el reconocimiento de la deuda engulló más del 80% de los ingresos federales totales. El menor golpe podría haber quebrado al Gobierno federal. Pero sucedió lo contrario: los ingresos federales se triplicaron por la reconstrucción de posguerra y siguieron creciendo ayudados por la neutralidad en las guerras mundiales.
La situación en Europa
En cambio, las perspectivas de crecimiento en Europa son bastante sombrías, y el pago de intereses, incluso para Grecia e Italia, es menos del 20% de los ingresos totales. El problema real es refinanciar deuda en una economía estancada. Por ejemplo, Italia tendrá pronto de un presupuesto estructuralmente equilibrado, pero aún debe refinanciar deuda antigua.
Disipar dudas sobre la sostenibilidad de la deuda pública en la Eurozona exigirá también una reestructuración profunda. La crisis de la Eurozona podría resolverse con toda seguridad si toda la deuda pública existente se convirtiese en eurobonos a 20 años con un rendimiento del 3% y un periodo de gracia de cinco años para el servicio de la deuda. Es fácil anticipar los efectos que acarrearía en los mercados financieros.
Más interesante, vista la situación actual en la Eurozona, es lo que aconteció casi medio siglo después de las medidas de Hamilton. En las décadas de 1830 y 1840, varios estados habían sobreinvertido en la tecnología líder de la época: los canales. Cuando el auge de la construcción de canales acabó, ocho estados y el territorio de Florida (un 10 por ciento de la población total de EEUU en la época) no pudieron pagar sus préstamos, casi todos británicos.
Los banqueros británicos amenazaron con no volver a invertir en un pueblo tan poco de fiar como el americano. Recordaban el precedente de Hamilton y probablemente habían invertido creyendo que, si hacía falta, el Ejecutivo volvería a rescatar a los estados.
Sin embargo, y pese a las amenazas de los acreedores extranjeros, el Gobierno federal no acudió al rescate. La solicitud no prosperó por la imposibilidad de reunir una mayoría simple de los estados (representados por el Senado) y la población (representada por la Cámara de Representantes) según el proceso normal de toma de decisiones (el método comunitario, en jerga de la Unión Europea).
Los impagos resultaron caros. La década de 1840 fue un periodo de crecimiento lento, y las continuas presiones de los acreedores extranjeros obligaron a la mayoría de los deudores oficiales a retomar los pagos pasado un tiempo. El impago no fue una salida fácil, y todos los estados de EEUU (con la excepción de Vermont) han adoptado desde entonces enmiendas de equilibrio presupuestario en sus constituciones para reforzar su credibilidad. ¿Están los miembros de la UE dispuestos a tomar medidas así?
Daniel Gros es director del Centro de Estudios Políticos Europeos

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