Samuel
García / 24 Horas El Diario Sin Límites
La
supuesta revelación que ha hecho el senador panista electo Javier Corral,
sobre la injerencia del presidente Felipe Calderón en las decisiones
adoptadas por los plenos de la Comisión Federal de Telecomunicaciones y de la
Comisión Federal de Competencia en relación a la fusión entre Iusacell, la
empresa de telefonía móvil de Ricardo Salinas Pliego, y Televisa, de Emilio
Azcárraga Jean, debe aclararse con toda amplitud.
En ello
va la credibilidad de las instituciones y, por lo tanto, la confianza de las
futuras inversiones. De acuerdo a lo publicado ayer por la prensa, Corral dijo
textualmente: “Los juntó el Presidente de la República en su oficina de Los
Pinos, a Mony de Swaan y a Pérez Motta, los juntó y ahí amarró el acuerdo dos
semanas antes de la elección”.
El
señalamiento que hace el panista de que los débiles condicionamientos que
impusieron Cofeco y Cofetel a ambas televisoras para que incursionen
conjuntamente en el mercado de la telefonía móvil responde a criterios
políticos o personales dictados desde la Presidencia de la República, es grave
para el futuro de un sector clave para el país.
Es tan
grave que, de ser cierta la versión de Corral, la figura de regulación y
supervisión se reduciría simplemente a comportarse como títere de los intereses
del poder político en turno. Nada, entonces, habría cambiado sustancialmente en
esta materia desde los años del régimen priista y del sexenio que presidió Fox.
En el
fondo -si Corral habla con la verdad- lo que tendríamos es una simulación
institucional para acallar las críticas sobre las verdaderas alianzas
político-empresariales que imponen sus intereses particulares a los del interés
público.
Por eso
lo dicho por Corral es grave y requiere de una puntual aclaración y
explicación. Más allá de si Cofetel y Cofeco son organismos que formalmente
dependen del Ejecutivo federal, de lo que se trata es que ambos organismos
están obligados a construir confianza entre los mercados de regulados y de
usuarios a partir de decisiones técnicas orientadas estrictamente al interés
público, como lo marcan las leyes que les dieron origen y las regulan.
Por ello,
si lo dicho por Corral responde a los hechos, los miembros de ambos plenos, por
congruencia y honestidad, debieron haber renunciado a sus encargos públicos.
Por todas
esas graves implicaciones es que el panista y próximo senador de la República
Javier Corral debe sustentar públicamente lo que ha dicho. En México nos hemos
acostumbrado a que se lancen todo tipo de acusaciones y calumnias para sembrar
sospechas y destruir trayectorias, sin asumir las consecuencias de ello.
También es tiempo que los medios exijamos argumentos sólidos para hacer válida
una declaración que pretende difundirse.
Del otro
lado, el silencio del presidente Calderón, de los comisionados de Cofeco y de
Cofetel sólo alimentará las sospechas sobre estas decisiones fuertemente
controvertidas que, ciertamente, debilita a los organismos de regulación,
destruye la confianza y ensombrece el panorama de las inversiones en México.
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