La
palabra "rescate" ha dejado de ser un anatema para el Gobierno.
Mariano Rajoy, que hasta ahora había rechazado de forma categórica la
posibilidad de solicitar la asistencia financiera de Europa -más allá de la ya
pedida para el sector bancario-, cambió ayer sustancialmente de discurso.
Por
primera vez desde que accedió a La Moncloa, no negó la posibilidad de que
nuestro país necesite una intervención, sino que señaló, crípticamente, que
todavía no ha tomado una decisión al respecto y que, en cualquier caso, hará lo que considere "más conveniente para los
intereses de los españoles".
Este giro
de 180 grados en la postura del presidente tiene una explicación: el Ejecutivo,
según desvelaron a elEconomista fuentes cercanas a Moncloa, lleva
semanas negociando en secreto con Alemania los términos de la ayuda, las
"medidas no convencionales" con las que el BCE apoyaría a nuestro
país una vez solicite la asistencia y las condiciones que tendría que cumplir
España para hacerse acreedora de este apoyo especial.
Aunque
todavía hay flecos pendientes, los técnicos de Madrid y Berlín que tratan el
asunto tienen un punto meridianamente claro: el rescate de España no se
parecerá a los "sufridos" por Grecia, Irlanda y Portugal. La idea
es articular un conjunto de medidas que alivien la tensión que sufre la deuda
española actualmente en los mercados, de manera que la prima de riesgo (que
ayer cerró en 542 puntos) y el interés del bono a 10 años (en el 6,85%) bajen
de forma sustancial, permitiendo al Tesoro abordar sus próximas emisiones en
unas condiciones que puedan considerarse normales.
Son las
que se han dado en denominar "medidas no convencionales". Por
ejemplo, la posibilidad, ya adelantada el jueves por elEconomista de que
Europa avale la parte de la deuda española que supere
el 60% de nuestro PIB, que es
el límite que se estableció en su día en los criterios de Maastricht para
entrar en el euro. La deuda española está ahora en el 72% del PIB. Con esta
medida, las nuevas emisiones del Tesoro serían acogidas con menos recelo por
parte de los inversores, ya que la posibilidad de un impago -que es uno de los
factores que más pesa a la hora de marcar el retorno que se exige al emisor-
estaría descartada.
Otra
medida no convencional sería suavizar los colaterales -garantías- que se exigen
a los bancos que acuden al BCE a pedir dinero. Rebajando la calificación de la
deuda que se les pide a las entidades como garantía -o aceptando incluso otro
tipo de activos, como créditos- se liberarán recursos para que los bancos
puedan acudir con "más alegría" a las subastas de deuda.
Fuente:
elEconomista.es
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