Es necesario conocer lo ocurrido con Grecia, España e Irlanda y también Italia y Francia, que han tenido quebrantos que financiaron con el euro.
Los principales líderes del mundo en
materia económica sesionarán hoy y mañana en Los Cabos, Baja California
Sur, citados por el Grupo de los 20 (G20), el comité de los 20
principales países desarrollados y en desarrollo, creado por el Fondo
Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), para velar por la
satisfactoria evolución de la economía internacional y para que podamos
por fin salir de la crisis mundial en la que entramos en 2007, a fin de
regresar a la ruta de crecimiento con generación de empleos.
Una complicación es que hay una crisis —dentro de la crisis mundial que se inició a finales de 2007— que es la crisis de los desequilibrios en los mercados europeos por los déficit de algunos de sus gobiernos, que aprovecharon financiarse con la recientemente creada moneda única (euro).
Los contagios entre los europeos se dieron por descuidar los efectos de sus déficit públicos, financiados por la moneda compartida por todos a través de vasos comunicantes del comercio y de los flujos financieros que se dieron entre ellos.
En el fondo del problema está la falta de entender el conflicto de los dos esquemas del euro: el de la canciller alemana Angela Merkel, que en todo momento ha insistido que el uso de la moneda compartida por todos obligaba a cuidar que ningún país consumiera —vía déficit— una mayor parte del “pastel” que el que le corresponde, porque el sistema euro no había previsto su protección.
Y el otro esquema ocurrió cuando Grecia, España, Irlanda y otros terminaron comprando —con los euros, que es la moneda de todos— más bienes y servicios de los que les correspondían.
Ahora les toca a los europeos entender esa realidad y negociar cómo resolver la situación.
Lo anterior es fundamental para sanear el contexto económico y financiero de la Comunidad Económica Europea y llegar a acuerdos para poder tener políticas públicas que por un lado resuelvan esos nexos de moneda única y aparte negociar con el resto del mundo un sistema internacional para sus operaciones y políticas públicas que promuevan crecimiento y generación de empleos.
Para ambos objetivos es necesario conocer el alcance de lo ocurrido con Grecia, España e Irlanda y también con Italia y Francia, que han tenido los déficit que financiaron con el acceso que, como europeos, tuvieron a los euros, y por el otro lado, lo ocurrido con los países del resto del mundo.
Pero, al margen de la problemática del euro, para México persiste el rezago laboral en el sexenio, que ha generado mucha pobreza por el inmenso desempleo y subempleo y también por la incapacidad de la economía mexicana para crecer a tasas muy superiores a 2.1 por ciento anual registradas durante 30 años de políticas —neoliberales— de mercado, de 1982 a 2012.
Ahora el Banco Mundial proyecta un crecimiento del Producto Interno bruto (PIB) mexicano de 3.5 por ciento para este año, nivel ligeramente inferior al de 3.9 por ciento de 2011.
Parte del problema está en que la banca que opera en México, casi toda extranjera, ofrece niveles mínimos de crédito a la planta productiva nacional, por responder a sus prioridades, que incluyen apoyos a sus casas matrices en el exterior, especialmente en España. Además, esa reducida canalización de créditos en el país se ha concentrado en financiamiento al consumo y poco a la producción.
Esa cantidad es bastante más baja que la que se da en los demás países latinoamericanos, y casi nada va para promover la producción de productos alimentarios, especialmente importantes para México, en estos momentos en que los precios internacionales suben significativamente y sin parar.
Finalmente, está todavía por verse el efecto que tendrá la elección de ayer en Grecia, país sumido en la incertidumbre y el miedo. Sin duda habrá algún elemento de contagio por lo cerrado de la votación, reflejo del sentimiento griego.
Y ante todo, hay que grabarnos muy bien las conclusiones de un reciente análisis del Banco Mundial que prevé un periodo largo de inestabilidad económica y lento crecimiento.
*Presidente Nacional del Colegio Nacional de Economista
@acanovelez
Una complicación es que hay una crisis —dentro de la crisis mundial que se inició a finales de 2007— que es la crisis de los desequilibrios en los mercados europeos por los déficit de algunos de sus gobiernos, que aprovecharon financiarse con la recientemente creada moneda única (euro).
Los contagios entre los europeos se dieron por descuidar los efectos de sus déficit públicos, financiados por la moneda compartida por todos a través de vasos comunicantes del comercio y de los flujos financieros que se dieron entre ellos.
En el fondo del problema está la falta de entender el conflicto de los dos esquemas del euro: el de la canciller alemana Angela Merkel, que en todo momento ha insistido que el uso de la moneda compartida por todos obligaba a cuidar que ningún país consumiera —vía déficit— una mayor parte del “pastel” que el que le corresponde, porque el sistema euro no había previsto su protección.
Y el otro esquema ocurrió cuando Grecia, España, Irlanda y otros terminaron comprando —con los euros, que es la moneda de todos— más bienes y servicios de los que les correspondían.
Ahora les toca a los europeos entender esa realidad y negociar cómo resolver la situación.
Lo anterior es fundamental para sanear el contexto económico y financiero de la Comunidad Económica Europea y llegar a acuerdos para poder tener políticas públicas que por un lado resuelvan esos nexos de moneda única y aparte negociar con el resto del mundo un sistema internacional para sus operaciones y políticas públicas que promuevan crecimiento y generación de empleos.
Para ambos objetivos es necesario conocer el alcance de lo ocurrido con Grecia, España e Irlanda y también con Italia y Francia, que han tenido los déficit que financiaron con el acceso que, como europeos, tuvieron a los euros, y por el otro lado, lo ocurrido con los países del resto del mundo.
Pero, al margen de la problemática del euro, para México persiste el rezago laboral en el sexenio, que ha generado mucha pobreza por el inmenso desempleo y subempleo y también por la incapacidad de la economía mexicana para crecer a tasas muy superiores a 2.1 por ciento anual registradas durante 30 años de políticas —neoliberales— de mercado, de 1982 a 2012.
Ahora el Banco Mundial proyecta un crecimiento del Producto Interno bruto (PIB) mexicano de 3.5 por ciento para este año, nivel ligeramente inferior al de 3.9 por ciento de 2011.
Parte del problema está en que la banca que opera en México, casi toda extranjera, ofrece niveles mínimos de crédito a la planta productiva nacional, por responder a sus prioridades, que incluyen apoyos a sus casas matrices en el exterior, especialmente en España. Además, esa reducida canalización de créditos en el país se ha concentrado en financiamiento al consumo y poco a la producción.
Esa cantidad es bastante más baja que la que se da en los demás países latinoamericanos, y casi nada va para promover la producción de productos alimentarios, especialmente importantes para México, en estos momentos en que los precios internacionales suben significativamente y sin parar.
Finalmente, está todavía por verse el efecto que tendrá la elección de ayer en Grecia, país sumido en la incertidumbre y el miedo. Sin duda habrá algún elemento de contagio por lo cerrado de la votación, reflejo del sentimiento griego.
Y ante todo, hay que grabarnos muy bien las conclusiones de un reciente análisis del Banco Mundial que prevé un periodo largo de inestabilidad económica y lento crecimiento.
*Presidente Nacional del Colegio Nacional de Economista
@acanovelez
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