El avance de la nueva potencia económica en algunos
ámbitos estratégicos produce una gran preocupación, pero la necesidad de
liquidez fuerza a determinados países a desentenderse de sus recelos iniciales
En un
nuevo golpe de efecto diplomático, China ha exhibido una vez más su poderío
financiero ante un mundo que continúa empantanado por la crisis. El pasado
lunes, en el marco de la cumbre del G-20 celebrada en México, Pekín propuso una
aportación adicional de 43.000 millones de dólares al Fondo Monetario
Internacional (FMI), en lo que sin duda supone un nuevo gesto de que el gigante
está dispuesto a contribuir a sacar a Europa y al mundo occidental de su
parálisis económica. Una ayuda que, sin embargo, no está dispuesta a prestar a
cualquier precio.
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