Alejandro Gómez Tamez / El Financiero
En agosto de 2010 escribí un artículo titulado “El triunfalismo y el miedo a la W”, y en él explicaba que los economistas utilizan varias letras del alfabeto para mostrar el comportamiento económico tras la caída en una recesión. Así, se utilizan más comúnmente la “V”, “W” y “L”. La evolución en forma de “V” es una en la que la economía cae y rápidamente se recupera a sus niveles previos a la recesión. La “W” nos indica una situación en la que la economía cae, luego tiene una ligera recuperación, para posteriormente volver a caer y finalmente después de un periodo largo recuperar el crecimiento sostenido. Por último, la evolución en forma en forma de “L” es una en la que la economía cae y luego se estanca, de manera que la recuperación tarda bastante más tiempo en llegar.
Comentábamos en aquel entonces que en México, de manera prematura, nuestros gobernantes pensaban que la evolución tras la crisis del 2009 era en forma de “V” y ya celebraban el “buen” desempeño de los indicadores económicos sin tomar en consideración que nos estaba yendo bien porque la economía de Estados Unidos se recuperaba. Esto provocaba que nuestras exportaciones crecieran a tasas superiores al 35 por ciento anualizado, y no mencionaban los riesgos existentes por nuestra elevada dependencia con respecto a la principal potencia económica del mundo.
La realidad ahora en día es que la economía de Estados Unidos está desacelerándose rápidamente, a tal grado que su Producto Interno Bruto (PIB) creció tan sólo 1.3 por ciento en el segundo trimestre de 2011 (con respecto al trimestre anterior), y el primer trimestre creció solamente 0.4 por ciento. Esto es importante mencionarlo porque un año antes la economía estadounidense había crecido 3.9 por ciento en el primer trimestre, 3.8 por ciento en el segundo, 2.5 por ciento en el tercero y 2.3 por ciento en el cuarto.
Así, se comienza a crear un coctel peligrosísimo para el crecimiento global. Por una parte tenemos los débiles indicadores de crecimiento de los dos primeros trimestres de 2011 en Estados Unidos, está el resultado del acuerdo que alcanzaron en el Congreso de aquel país para elevar el techo de la deuda pública (el cual implica recortes al gasto por 2.1 billones de dólares durante los próximos 10 años). Además subsiste el hecho de que la tasa de desocupación en Estados Unidos aun se ubica en niveles de 9.2 por ciento, y para acabar de complicar las cosas tenemos que los programas de estímulos monetarios por parte del Banco de la Reserva Federal están por concluir. Sin duda todo esto provoca que los mercados financieros reaccionen y anticipen que muy probablemente nuestro vecino del norte entrará en una nueva recesión y arrastrará a buena parte del mundo con ellos.
Si a la anterior situación le sumamos que la crisis de deuda en varios países europeos (Grecia, España, Portugal, Italia, Irlanda) sigue tan fuerte como antes, las perspectivas se ven muy poco prometedoras.
Un síntoma inequívoco de que se espera una caída en el ritmo de actividad económica global es el hecho de que tras el acuerdo del Congreso de Estados Unidos, los precios del petróleo comenzaron a derrumbarse a tal grado de que en la semana que concluye éstos cayeron poco más de 5 por ciento; y esto es natural, ya que si hay menos actividad económica en el mundo, se requiere de menos energía y por lo tanto la demanda de petróleo cae.
Entonces, ante esto y dada nuestra gran dependencia económica respecto a los Estados Unidos, es natural que la economía mexicana comience a vivir turbulencia en el tipo de cambio y sobre todo, a desacelerarse. En materia de tipo de cambio, vimos que el dólar pasó de niveles de $11.62 pesos el lunes 1 de agosto a $11.92 pesos al momento de escribir estas líneas. Y en la parte de la economía real los mayores efectos están por verse, pero ya podemos dar cuenta de la desaceleración en la planta productiva:
La desaceleración económica en nuestro país ya se siente y los indicadores publicados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) así lo constatan. Comencemos analizando lo que está pasando con el Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE): este indicador que podemos considerar lo más cercano a un PIB mensual , creció 5.97 por ciento en el periodo de los primeros cinco meses de 2009 y los mismos meses de 2010; mientras que en el lapso de los primeros cinco meses de 2010 y los mismos meses de 2011 creció sólo 4.16 por ciento.
La actividad industrial muestra un comportamiento similar. Tenemos que en el periodo de los primeros cinco meses de 2009 a los mismos meses de 2010 esta actividad creció 6.23 por ciento, mientras que en el periodo de los primeros cinco meses de 2010 a los mismos meses de 2011 la industria nacional creció 4.45 por ciento; con el agravante de que las tasas de crecimiento anualizadas en lo que va del año han venido decreciendo mes con mes.
En cuanto a la actividad manufacturera tenemos que al comparar los primeros cinco meses de 2011 con los mismos meses de 2010, ésta aumentó solamente 6.40 por ciento. Este porcentaje contrasta fuertemente con el aumento de 11.66 por ciento que se obtuvo en el periodo de los primeros cinco meses de 2009 y los mismos meses de 2010.
El problema de la desaceleración económica es más evidente cuando analizamos lo que está pasando con algunas actividades económicas altamente empleadoras de mano de obra, como lo son las industrias textil, del vestido y el calzado. Tenemos que en el periodo de los cinco primeros meses de 2009 y los mismos meses de 2010 la “Confección de productos textiles, excepto prendas de vestir” creció 7.48 por ciento, pero para el periodo de los cinco primeros meses de 2010 y los mismos meses de 2011 ya muestra una caída de -0.48 por ciento. Por su parte, la “Fabricación de prendas de vestir” había crecido 14.8 por ciento entre los primeros cinco meses de 2009 y los mismos meses de 2010, pero en el periodo de los primeros cinco meses de 2010 y los mismos meses de 2011 ya muestra una caída de -3.97 por ciento. Finalmente, en relación a la “Fabricación de productos de cuero, piel y materiales sucedáneos, excepto prendas de vestir”, ésta creció 17.3 por ciento entre los primeros cinco meses de 2009 y los mismos meses de 2010, pero para el periodo de los primeros cinco meses de 2010 y los mismos meses de 2011, ya arrastra una caída de -0.75 por ciento. Y así podemos mencionar sector por sector como la actividad económica del país está cayendo o desacelerándose indudablemente.
Esta situación que comienza a vivir el país debería prender los focos de alerta del Gobierno Federal, y en especial de la Secretaría de Economía, pero aquí en México no pasa nada y los funcionarios del Gobierno Federal siguen con su discurso triunfalista diciendo que vamos a crecer a una tasa de 4.3 por ciento este año. Da coraje ver mientras que nuestro gobierno no hace mayor cosa por apoyar a la planta productiva nacional, hay naciones como Brasil que acaba de anunciar un millonario programa de exoneraciones e incentivos para fortalecer su industria y revertir la pérdida de competitividad provocada por la valorización del real.
El ministro de Hacienda brasileño, Guido Mantega, ha señalado que “estamos ante un escenario mundial de competencia predatoria”, y su gobierno denuncia que, con la crisis, han aumentado las prácticas desleales en el comercio internacional en disputa por mercados en expansión como el de Brasil, al tiempo que países como Estados Unidos y China fomentan la depreciación de sus monedas. Por su parte, la presidenta Rousseff ha señalado que “hoy más que nunca es imperativo defender la industria brasileña y nuestros empleos de la competencia desleal y de la guerra cambiaria, que reduce nuestras exportaciones y, más grave todavía, intenta reducir nuestro mercado interno”.
Por último, cabe señalar que nuestras autoridades deberían aprender de lo que están haciendo otras naciones. También deberían reflexionar en relación a la falta de políticas de apoyo a la industria y a la debilidad del mercado interno por la insuficiente creación de empleos; y esto lo deberían hacer a la luz del aumento de 12.2 millones de personas en el número de pobres en lo que va del presente sexenio. Ojala que alguien haga algo antes de que sea demasiado tarde porque los acontecimientos económicos mundiales no nos van a esperar.
En agosto de 2010 escribí un artículo titulado “El triunfalismo y el miedo a la W”, y en él explicaba que los economistas utilizan varias letras del alfabeto para mostrar el comportamiento económico tras la caída en una recesión. Así, se utilizan más comúnmente la “V”, “W” y “L”. La evolución en forma de “V” es una en la que la economía cae y rápidamente se recupera a sus niveles previos a la recesión. La “W” nos indica una situación en la que la economía cae, luego tiene una ligera recuperación, para posteriormente volver a caer y finalmente después de un periodo largo recuperar el crecimiento sostenido. Por último, la evolución en forma en forma de “L” es una en la que la economía cae y luego se estanca, de manera que la recuperación tarda bastante más tiempo en llegar.
Comentábamos en aquel entonces que en México, de manera prematura, nuestros gobernantes pensaban que la evolución tras la crisis del 2009 era en forma de “V” y ya celebraban el “buen” desempeño de los indicadores económicos sin tomar en consideración que nos estaba yendo bien porque la economía de Estados Unidos se recuperaba. Esto provocaba que nuestras exportaciones crecieran a tasas superiores al 35 por ciento anualizado, y no mencionaban los riesgos existentes por nuestra elevada dependencia con respecto a la principal potencia económica del mundo.
La realidad ahora en día es que la economía de Estados Unidos está desacelerándose rápidamente, a tal grado que su Producto Interno Bruto (PIB) creció tan sólo 1.3 por ciento en el segundo trimestre de 2011 (con respecto al trimestre anterior), y el primer trimestre creció solamente 0.4 por ciento. Esto es importante mencionarlo porque un año antes la economía estadounidense había crecido 3.9 por ciento en el primer trimestre, 3.8 por ciento en el segundo, 2.5 por ciento en el tercero y 2.3 por ciento en el cuarto.
Así, se comienza a crear un coctel peligrosísimo para el crecimiento global. Por una parte tenemos los débiles indicadores de crecimiento de los dos primeros trimestres de 2011 en Estados Unidos, está el resultado del acuerdo que alcanzaron en el Congreso de aquel país para elevar el techo de la deuda pública (el cual implica recortes al gasto por 2.1 billones de dólares durante los próximos 10 años). Además subsiste el hecho de que la tasa de desocupación en Estados Unidos aun se ubica en niveles de 9.2 por ciento, y para acabar de complicar las cosas tenemos que los programas de estímulos monetarios por parte del Banco de la Reserva Federal están por concluir. Sin duda todo esto provoca que los mercados financieros reaccionen y anticipen que muy probablemente nuestro vecino del norte entrará en una nueva recesión y arrastrará a buena parte del mundo con ellos.
Si a la anterior situación le sumamos que la crisis de deuda en varios países europeos (Grecia, España, Portugal, Italia, Irlanda) sigue tan fuerte como antes, las perspectivas se ven muy poco prometedoras.
Un síntoma inequívoco de que se espera una caída en el ritmo de actividad económica global es el hecho de que tras el acuerdo del Congreso de Estados Unidos, los precios del petróleo comenzaron a derrumbarse a tal grado de que en la semana que concluye éstos cayeron poco más de 5 por ciento; y esto es natural, ya que si hay menos actividad económica en el mundo, se requiere de menos energía y por lo tanto la demanda de petróleo cae.
Entonces, ante esto y dada nuestra gran dependencia económica respecto a los Estados Unidos, es natural que la economía mexicana comience a vivir turbulencia en el tipo de cambio y sobre todo, a desacelerarse. En materia de tipo de cambio, vimos que el dólar pasó de niveles de $11.62 pesos el lunes 1 de agosto a $11.92 pesos al momento de escribir estas líneas. Y en la parte de la economía real los mayores efectos están por verse, pero ya podemos dar cuenta de la desaceleración en la planta productiva:
La desaceleración económica en nuestro país ya se siente y los indicadores publicados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) así lo constatan. Comencemos analizando lo que está pasando con el Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE): este indicador que podemos considerar lo más cercano a un PIB mensual , creció 5.97 por ciento en el periodo de los primeros cinco meses de 2009 y los mismos meses de 2010; mientras que en el lapso de los primeros cinco meses de 2010 y los mismos meses de 2011 creció sólo 4.16 por ciento.
La actividad industrial muestra un comportamiento similar. Tenemos que en el periodo de los primeros cinco meses de 2009 a los mismos meses de 2010 esta actividad creció 6.23 por ciento, mientras que en el periodo de los primeros cinco meses de 2010 a los mismos meses de 2011 la industria nacional creció 4.45 por ciento; con el agravante de que las tasas de crecimiento anualizadas en lo que va del año han venido decreciendo mes con mes.
En cuanto a la actividad manufacturera tenemos que al comparar los primeros cinco meses de 2011 con los mismos meses de 2010, ésta aumentó solamente 6.40 por ciento. Este porcentaje contrasta fuertemente con el aumento de 11.66 por ciento que se obtuvo en el periodo de los primeros cinco meses de 2009 y los mismos meses de 2010.
El problema de la desaceleración económica es más evidente cuando analizamos lo que está pasando con algunas actividades económicas altamente empleadoras de mano de obra, como lo son las industrias textil, del vestido y el calzado. Tenemos que en el periodo de los cinco primeros meses de 2009 y los mismos meses de 2010 la “Confección de productos textiles, excepto prendas de vestir” creció 7.48 por ciento, pero para el periodo de los cinco primeros meses de 2010 y los mismos meses de 2011 ya muestra una caída de -0.48 por ciento. Por su parte, la “Fabricación de prendas de vestir” había crecido 14.8 por ciento entre los primeros cinco meses de 2009 y los mismos meses de 2010, pero en el periodo de los primeros cinco meses de 2010 y los mismos meses de 2011 ya muestra una caída de -3.97 por ciento. Finalmente, en relación a la “Fabricación de productos de cuero, piel y materiales sucedáneos, excepto prendas de vestir”, ésta creció 17.3 por ciento entre los primeros cinco meses de 2009 y los mismos meses de 2010, pero para el periodo de los primeros cinco meses de 2010 y los mismos meses de 2011, ya arrastra una caída de -0.75 por ciento. Y así podemos mencionar sector por sector como la actividad económica del país está cayendo o desacelerándose indudablemente.
Esta situación que comienza a vivir el país debería prender los focos de alerta del Gobierno Federal, y en especial de la Secretaría de Economía, pero aquí en México no pasa nada y los funcionarios del Gobierno Federal siguen con su discurso triunfalista diciendo que vamos a crecer a una tasa de 4.3 por ciento este año. Da coraje ver mientras que nuestro gobierno no hace mayor cosa por apoyar a la planta productiva nacional, hay naciones como Brasil que acaba de anunciar un millonario programa de exoneraciones e incentivos para fortalecer su industria y revertir la pérdida de competitividad provocada por la valorización del real.
El ministro de Hacienda brasileño, Guido Mantega, ha señalado que “estamos ante un escenario mundial de competencia predatoria”, y su gobierno denuncia que, con la crisis, han aumentado las prácticas desleales en el comercio internacional en disputa por mercados en expansión como el de Brasil, al tiempo que países como Estados Unidos y China fomentan la depreciación de sus monedas. Por su parte, la presidenta Rousseff ha señalado que “hoy más que nunca es imperativo defender la industria brasileña y nuestros empleos de la competencia desleal y de la guerra cambiaria, que reduce nuestras exportaciones y, más grave todavía, intenta reducir nuestro mercado interno”.
Por último, cabe señalar que nuestras autoridades deberían aprender de lo que están haciendo otras naciones. También deberían reflexionar en relación a la falta de políticas de apoyo a la industria y a la debilidad del mercado interno por la insuficiente creación de empleos; y esto lo deberían hacer a la luz del aumento de 12.2 millones de personas en el número de pobres en lo que va del presente sexenio. Ojala que alguien haga algo antes de que sea demasiado tarde porque los acontecimientos económicos mundiales no nos van a esperar.
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