José Fernández Santillán / El Universal
Es curioso y no carente de significado que tanto la llamada “revolución del jazmín” como los motines registrados en estos días en Londres hayan comenzado, respectivamente, por la muerte de un joven. En el primer caso, por la inmolación de Mohamed Bouazizi —de 26 años, el 17 de diciembre de 2010— en la ciudad tunecina de Sidi Bouzid, en protesta por los malos tratos recibidos por la policía y la confiscación del carrito de frutas y verduras con el que se ganaba la vida. Bouazizi falleció pocos días después, el 4 de enero de 2011, a causa de las quemaduras que él mismo se produjo. En el segundo caso por el asesinato de Mark Duggan, de 29 años, quien fue baleado en el distrito urbano de Tottenham el pasado 4 de agosto por agentes de Scotland Yard. Primeramente se dijo que la reacción de los agentes fue para repeler los disparos que hizo Duggan contra ellos, pero después se comprobó que el arma de Duggan no fue utilizada en tales hechos. Ciertamente, en estos casos hay semejanzas, pero también existen algunas diferencias.
La distinción fundamental se encuentra en que el sacrificio de Bouazizi trascendió las fronteras de su país para extenderse al Magreb y al Medio Oriente, mientras que el asesinato de Duggan, hasta ahora, ha quedado circunscrito a la zona sur y este de la capital inglesa en localidades como Lewisham, Peckham y Hackney, y algunas ciudades como Birmingham, Liverpool, Manchester y Bristol.
No obstante, la llamada “Batalla de Londres” también tiene una vertiente internacional: viene a sumarse a una serie de protestas en otras naciones como la del 15-M en Madrid y varias ciudades españolas. Con todo y sus intenciones pacifistas, este movimiento ya experimentó los rigores policiacos cuando los indignados fueron desalojados de la Puerta del Sol el martes 2 de agosto. Para su fortuna la recuperaron, pacíficamente, cuatro días después. A esto hay que sumar a los indignados israelíes, quienes el sábado 6 de agosto organizaron una manifestación a la que acudieron cerca de 300 mil personas; es la concentración más grande de que se tenga memoria en esa nación. Valga otra referencia: la lucha que desde hace meses libran los estudiantes chilenos por una mejor educación. Ellos también han sufrido los embates de la fuerza pública. Y qué decir de Grecia, nación convulsionada desde hace tiempo por las protestas masivas en contra de los drásticos ajustes económicos.
No podemos negar las características propias de cada uno de estos levantamientos. Empero, salta a la vista que se trata de réplicas, en general, a los recortes al gasto social, alza de impuestos, desempleo, falta de oportunidades y la brutalidad policiaca. Lo declarado por el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, puede ser tomado como un indicador de lo que está sucediendo no sólo en su país: “esto es debido a las dificultades que enfrenta la economía nacional en medio de una crisis global”.
Conviene citar aquí lo escrito por Nina Power en The Guardian (9 de agosto, 2011): “El gobierno sabía muy bien a lo que estaba jugando y que sus políticas corrían el riesgo de desatar disturbios masivos en una escala que no habíamos visto desde principios de los 80”.
Mientras estamos atentos a los indicadores bursátiles, pasamos por alto que este repunte de los levantamientos sociales en distintas latitudes es signo del impacto negativo que están teniendo las políticas económicas antipopulares.
Profesor de Humanidades del Tecnológico de Monterrey (CCM)
Es curioso y no carente de significado que tanto la llamada “revolución del jazmín” como los motines registrados en estos días en Londres hayan comenzado, respectivamente, por la muerte de un joven. En el primer caso, por la inmolación de Mohamed Bouazizi —de 26 años, el 17 de diciembre de 2010— en la ciudad tunecina de Sidi Bouzid, en protesta por los malos tratos recibidos por la policía y la confiscación del carrito de frutas y verduras con el que se ganaba la vida. Bouazizi falleció pocos días después, el 4 de enero de 2011, a causa de las quemaduras que él mismo se produjo. En el segundo caso por el asesinato de Mark Duggan, de 29 años, quien fue baleado en el distrito urbano de Tottenham el pasado 4 de agosto por agentes de Scotland Yard. Primeramente se dijo que la reacción de los agentes fue para repeler los disparos que hizo Duggan contra ellos, pero después se comprobó que el arma de Duggan no fue utilizada en tales hechos. Ciertamente, en estos casos hay semejanzas, pero también existen algunas diferencias.
La distinción fundamental se encuentra en que el sacrificio de Bouazizi trascendió las fronteras de su país para extenderse al Magreb y al Medio Oriente, mientras que el asesinato de Duggan, hasta ahora, ha quedado circunscrito a la zona sur y este de la capital inglesa en localidades como Lewisham, Peckham y Hackney, y algunas ciudades como Birmingham, Liverpool, Manchester y Bristol.
No obstante, la llamada “Batalla de Londres” también tiene una vertiente internacional: viene a sumarse a una serie de protestas en otras naciones como la del 15-M en Madrid y varias ciudades españolas. Con todo y sus intenciones pacifistas, este movimiento ya experimentó los rigores policiacos cuando los indignados fueron desalojados de la Puerta del Sol el martes 2 de agosto. Para su fortuna la recuperaron, pacíficamente, cuatro días después. A esto hay que sumar a los indignados israelíes, quienes el sábado 6 de agosto organizaron una manifestación a la que acudieron cerca de 300 mil personas; es la concentración más grande de que se tenga memoria en esa nación. Valga otra referencia: la lucha que desde hace meses libran los estudiantes chilenos por una mejor educación. Ellos también han sufrido los embates de la fuerza pública. Y qué decir de Grecia, nación convulsionada desde hace tiempo por las protestas masivas en contra de los drásticos ajustes económicos.
No podemos negar las características propias de cada uno de estos levantamientos. Empero, salta a la vista que se trata de réplicas, en general, a los recortes al gasto social, alza de impuestos, desempleo, falta de oportunidades y la brutalidad policiaca. Lo declarado por el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, puede ser tomado como un indicador de lo que está sucediendo no sólo en su país: “esto es debido a las dificultades que enfrenta la economía nacional en medio de una crisis global”.
Conviene citar aquí lo escrito por Nina Power en The Guardian (9 de agosto, 2011): “El gobierno sabía muy bien a lo que estaba jugando y que sus políticas corrían el riesgo de desatar disturbios masivos en una escala que no habíamos visto desde principios de los 80”.
Mientras estamos atentos a los indicadores bursátiles, pasamos por alto que este repunte de los levantamientos sociales en distintas latitudes es signo del impacto negativo que están teniendo las políticas económicas antipopulares.
Profesor de Humanidades del Tecnológico de Monterrey (CCM)
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