viernes, 5 de agosto de 2011

EL FUTURO PREVISIBLE: ¿DEPRESIÓN ECONÓMICA?

Para José Luis Sánchez De economía Varia
Joan Rega
Después del desenlace de los eventos que amenazaban con llevar inmediatamente al mundo a un colapso económico general -la crisis griega y la autorización de aumento del techo de la deuda americana- es posible conjeturar lo previsible, tanto por el comportamiento económico de los Estados Unidos y el bloque europeo, como por las consecuencias reales de los acuerdos recientemente alcanzados.
Desde 2008 Estados Unidos y buena parte de los países europeos han estado enfrentando bajas tasas de crecimiento y elevado desempleo, que se esperaban fueran rápidamente paliados con las medidas anticíclicas aplicadas, especialmente con el salvamento del sistema bancario y financiero. Sin embargo, la recesión económica, que no es más que conceptualmente la continuidad, en dos trimestres seguidos, de una contracción económica generalizada, no parece ceder, a pesar de la enorme inyección de dinero público aplicada. Así, los Estados Unidos y Europa parecen haber entrado ya en una severa caída en su actividad económica que amenaza sostenerse en el mediano y largo plazos; identificada por los economistas como depresión económica.
La depresión económica es más severa que una recesión, caracterizada, entre otros aspectos, además de su mayor duración en la caída de la producción, por un elevado desempleo; falta de crédito por crisis bancaria y financiera; baja inversión; quiebras; defaults de deuda pública; reducción del comercio; alta volatilidad y fluctuación de las monedas; caída en el valor de los activos, incluidas las acciones-bolsas; baja de los precios (deflación) o inflación por tasas de interés y expectativas adversas.
Frente a tanto ruido que han generado los comentarios y opiniones circulando por doquier en estos días, surgen algunas preguntas: ¿es realmente posible que ya se esté en una depresión económica? ¿Qué efectos tendrían las medidas europeas acordadas hace dos semanas y la aprobación del aumento del techo de la deuda americana?
Desde 2008, Europa ha visto el agravamiento estructural de su baja tasa de crecimiento económico y elevación del desempleo. Portugal, Irlanda, Grecia, España, y ahora Italia –identificados como PIIGS en inglés, por sus letras iniciales -resultan emblemáticos por la caída en la producción nacional; elevadas tasas de desempleo; endeudamiento público que se piensa inmanejable; y aumento en las tasas de interés y primas para la colocación de sus bonos soberanos.
En el mismo tono, cuando el Presidente Obama llegó a la Presidencia, en 2009, anunció una rápida recuperación de la recesión. La nueva administración Americana dijo que el crecimiento económico promediaría 3.5% en 2010 y 4.4% para 2011. El desempleo se anunció caería a 7.7% en 2010 y a 6.8% al final del presente año.
La necia realidad ha presentado resultados más sombríos. El crecimiento fue solamente 2.8% el año pasado, este año se espera cierre, en el mejor de los casos, a 1.8% y el desempleo estaría por arriba de 8%, de acuerdo a la Reserva Federal.
Al respecto, bien dice Mankiw, profesor de Economía de Harvard, que habrá un largo debate sobre si las políticas de Obama son las culpables de la actual situación o el paciente estaba más enfermo de lo que sus economistas pensaron. En la última recesión profunda, Ronald Reagan bajó la tasa de desempleo de 10.8%, en diciembre 1982, a 7.3%, en 1984. En contraste, en la era Obama el promedio del desempleo lleva casi 40 semanas, casi el doble de tiempo del que afrontó Reagan.
El tiempo trascurrido desde el inicio de la recesión y el agravamiento de sus manifestaciones, no sólo de la producción y el empleo, inducen a pensar que se ha entrado ya en una recesión, que no parece que pueda ser aminorada con los acuerdos recientes de Europa y los Estados Unidos.
Las medidas anunciadas para el salvamento europeo semejan una artillería de mucho ruido, pero con municiones de salva. La especulación de los mercados desatada recientemente sobre los bonos de los PIIGS ha hecho que el costo de su deuda aumente; el riesgo de bancarrotas crezca, incluidos los bancos; las posibilidades de mayor crecimiento y menor desempleo se demeriten; y la demanda interna y el comercio se contraigan. Con las medidas adoptadas para atender el problema griego, extendidas en buena parte a casi a cualquier país de la zona del euro, este panorama desalentador se creía resuelto. Lo prometido no se ha cumplido, ni en rapidez, ni profundidad, resultando vana promesa, tal como lo han comprendido claramente los “mercados”. Buena parte de fracaso, hasta ahora, es asignable al Banco Central Europeo.
En el caso de Estados Unidos, el escollo conservador para autorizar el aumento de la deuda ha dañado irremediablemente el prestigio del Tesoro, la Reserva Federal y la fortaleza presidencial para honra la deuda pública. Tal daño hará que la colocación de bonos de deuda -abultada ya a niveles que se dice son insostenibles- resulte a mayores tasas de interés, afectando no sólo el costo del dinero, sino también ponga en riesgo la recuperación económica y prolongue en el tiempo las heridas de la recesión iniciada en 2008.
Como en toda etapa de incertidumbre económica, los mercados con más liquidez, llámense en este caso bolsas, seguirán enunciando y ampliando los efectos de una crisis económica que se asemeja a una depresión y que terminará por afectar a la economía global.
Ahora los economistas, nuevos-monetaristas (new-monetarists) y hasta nuevos-keynesianos (New-keynesians), argüirán incansablemente que la prolongación de la crisis es una nueva recesión, pero el tiempo, la perspectiva y las consecuencias de la baja producción y el empleo les demostrarán que el enfermo ha entrado en depresión, que ojala no sea severa, y que se necesitan otras prescripciones y dosis para salir adelante.

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