José Sarukhan / El Universal
El tema de las centrales nucleares ha vuelto (después de Fukushima) a la discusión en los medios con el reciente anuncio de que Alemania transformará sustancialmente su política energética, abandonando paulatinamente la energía nuclear y favoreciendo la inversión en fuentes renovables de energía. En palabras de Guido Westerwelle, ministro de Asuntos Exteriores alemán, su país “se autoimpone una ambiciosa tarea… que deberá dejar una marca indeleble en la forma limpia, segura y asequible en que la energía deberá suministrarse”. Estas declaraciones —reproducidas en varios medios internacionales— reflejan un compromiso por los objetivos climáticos de su país: una reducción de 40% en emisiones para dentro de nueve años. Reflejan también el interés alemán de ganar un sitio preponderante en el desarrollo de tecnologías “verdes” y de generación sustentable de energía, lo cual representa un enorme mercado futuro en Europa y en el resto del mundo.
En dos entregas sucesivas en estas páginas (24 y 31 de julio, 2011), el estimado amigo y colega Jean Meyer ha discutido facetas del uso de la energía nuclear para la producción de electricidad, tomando el caso reciente del accidente en Fukushima como punto de referencia para sopesar ventajas y desventajas del uso de reacciones atómicas para producir energía utilizable por la sociedad. Refiriéndose a los riesgos por la existencia de centrales nucleares, Meyer hace interesantes comparaciones del número de muertes por accidentes en relación a la unidad de energía producida con diferentes medios (combustibles fósiles, fuentes renovables, etc.) sin incluir los efectos nocivos (incluso mortales) representados por el cambio climático (alrededor de 280 mil personas mueren al año en el mundo por respirar las partículas sólidas emitidas al usar combustibles fósiles). No sorprendentemente, los números más modestos de muertes pertenecen a las fuentes nucleares.
Es bien conocido que hay mucho mayor riesgo de muerte accidental por vivir junto a una estación de gasolina que junto a una central nuclear, por ejemplo. Un análisis de la OCDE muestra que la probabilidad de un accidente en una de las nuevas plantas nucleares suizas es equivalente a un accidente serio —capaz de producir 2 mil muertes— por cada millón de años de operación. Las nuevas plantas nucleares son más de mil veces más seguras que los primeros reactores construidos.
Meyer, en ambos artículos, concluye que lo que hay que hacer, en especial ejercitando un periodismo responsable, es promover la discusión amplia en la sociedad sobre los pros y contras de la adopción de la energía nuclear para satisfacer las necesidades de un país. No puedo estar más de acuerdo con él; la polarización que Meyer relata en su segundo artículo: radicalización ciega en pro o en contra del uso de la energía nuclear no es aceptable, como tampoco lo es que no hay otra salida que seguir consumiendo niveles crecientes de energía sin una racionalización sobre el tema.
Deberíamos discutir, primero que nada, cómo ahorramos en la demanda de energía en el país sin dañar las opciones de desarrollo de los sectores más marginados, discusión que no ocurre nunca. Nos enfocamos sólo a cómo encontrar nuevas fuentes de energía para satisfacer una tendencia imparable de demanda energética por la sociedad; demanda que, además, es enormemente inequitativa entre los países, y especialmente, dentro de las naciones en proceso de desarrollo, como México. Alemania está empeñada en tareas tales como mejorar sus redes de distribución, expandir la investigación y desarrollo de energías renovables y en incrementar la eficiencia energética, ya que consideran que el ahorro energético es clave. Inmejorable ejemplo a seguir…
Investigador emérito de la UNAM y coordinador nacional de la Conabio
El tema de las centrales nucleares ha vuelto (después de Fukushima) a la discusión en los medios con el reciente anuncio de que Alemania transformará sustancialmente su política energética, abandonando paulatinamente la energía nuclear y favoreciendo la inversión en fuentes renovables de energía. En palabras de Guido Westerwelle, ministro de Asuntos Exteriores alemán, su país “se autoimpone una ambiciosa tarea… que deberá dejar una marca indeleble en la forma limpia, segura y asequible en que la energía deberá suministrarse”. Estas declaraciones —reproducidas en varios medios internacionales— reflejan un compromiso por los objetivos climáticos de su país: una reducción de 40% en emisiones para dentro de nueve años. Reflejan también el interés alemán de ganar un sitio preponderante en el desarrollo de tecnologías “verdes” y de generación sustentable de energía, lo cual representa un enorme mercado futuro en Europa y en el resto del mundo.
En dos entregas sucesivas en estas páginas (24 y 31 de julio, 2011), el estimado amigo y colega Jean Meyer ha discutido facetas del uso de la energía nuclear para la producción de electricidad, tomando el caso reciente del accidente en Fukushima como punto de referencia para sopesar ventajas y desventajas del uso de reacciones atómicas para producir energía utilizable por la sociedad. Refiriéndose a los riesgos por la existencia de centrales nucleares, Meyer hace interesantes comparaciones del número de muertes por accidentes en relación a la unidad de energía producida con diferentes medios (combustibles fósiles, fuentes renovables, etc.) sin incluir los efectos nocivos (incluso mortales) representados por el cambio climático (alrededor de 280 mil personas mueren al año en el mundo por respirar las partículas sólidas emitidas al usar combustibles fósiles). No sorprendentemente, los números más modestos de muertes pertenecen a las fuentes nucleares.
Es bien conocido que hay mucho mayor riesgo de muerte accidental por vivir junto a una estación de gasolina que junto a una central nuclear, por ejemplo. Un análisis de la OCDE muestra que la probabilidad de un accidente en una de las nuevas plantas nucleares suizas es equivalente a un accidente serio —capaz de producir 2 mil muertes— por cada millón de años de operación. Las nuevas plantas nucleares son más de mil veces más seguras que los primeros reactores construidos.
Meyer, en ambos artículos, concluye que lo que hay que hacer, en especial ejercitando un periodismo responsable, es promover la discusión amplia en la sociedad sobre los pros y contras de la adopción de la energía nuclear para satisfacer las necesidades de un país. No puedo estar más de acuerdo con él; la polarización que Meyer relata en su segundo artículo: radicalización ciega en pro o en contra del uso de la energía nuclear no es aceptable, como tampoco lo es que no hay otra salida que seguir consumiendo niveles crecientes de energía sin una racionalización sobre el tema.
Deberíamos discutir, primero que nada, cómo ahorramos en la demanda de energía en el país sin dañar las opciones de desarrollo de los sectores más marginados, discusión que no ocurre nunca. Nos enfocamos sólo a cómo encontrar nuevas fuentes de energía para satisfacer una tendencia imparable de demanda energética por la sociedad; demanda que, además, es enormemente inequitativa entre los países, y especialmente, dentro de las naciones en proceso de desarrollo, como México. Alemania está empeñada en tareas tales como mejorar sus redes de distribución, expandir la investigación y desarrollo de energías renovables y en incrementar la eficiencia energética, ya que consideran que el ahorro energético es clave. Inmejorable ejemplo a seguir…
Investigador emérito de la UNAM y coordinador nacional de la Conabio
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