Hay temor y rumores por las especulaciones y erróneas decisiones que podrían surgir en cualquier parte del mundo.
Jesús Alberto Cano Vélez / Excelsior
Nos preocupan sobremanera las perspectivas de México, especialmente en 2012 y en lo que resta de 2011, etapa que le tocará a la actual administración del presidente Calderón y su secretario de Hacienda, Cordero, determinar cómo enfrentar las turbulencias económicas, que muy probablemente nos presentarán Estados Unidos y Europa, dos regiones que están en serios problemas económicos y cuyo desborde sería muy grave para nosotros.
Por un lado tenemos la amenaza norteamericana. Es conocido por todos que el presidente Obama está en el dilema político de decidir cómo resolver el tope de endeudamiento que le tiene autorizado su Congreso; ya que, de no tomarse la decisión de ampliarlo, a más tardar el día de hoy o mañana, su gobierno tendría que decidir con cuáles de sus deudas cumplir y con cuáles incumplir.
Esa acción, nunca antes tomada, perdería la confianza de los países en el cumplimiento de los compromisos crediticios de Estados Unidos.
El problema para nosotros es que nuestro gobierno es muy renuente a intervenir en el mercado, por su fe en la lógica de que siempre tenderá a regresar a su estado de equilibrio, aun después de enfrentar dificultades y grandes virulencias por crisis.
Se dice fácil, pero en realidad el asunto es complejo, porque el dólar estadunidense es utilizado por la mayoría de los países como moneda de reserva, y medio de pago, constituyéndose como el centro de la liquidez monetaria del mundo.
De manera que hay temor y rumores por las especulaciones y erróneas decisiones que podrían surgir en cualquier parte del mundo, en cuanto a las acciones que puedan tomar las autoridades monetarias estadunidenses.
El problema es que el dólar, además de servir como medio circulante en el intercambio de bienes y servicios en la economía de Estados Unidos, es también un “puerto de abrigo”, como reserva internacional de muchos países del orbe.
Obviamente, no creemos que no se dé el proceso de ampliación de la deuda autorizada, porque hay mucho qué perder hasta para los intereses del partido opositor —conservador— que en buena medida es el que representa los intereses de la gente de dinero, en ese país.
Por lo tanto, es casi seguro que el presidente Obama acepte —a cambio— tomar una serie de medidas que le están presionando a tomar, como elevar tasas de interés, reducir su gasto, e iniciar un programa de austeridad económica, en un momento en que la experiencia económica aconsejaría hacer lo contrario.
Todas esas son medidas que elevarían aún más el nivel de pobreza y desempleo en ese país, bajando su ritmo de producción.
Y el gobierno estadunidense podría incluso verse ante la necesidad de tomar medidas de protección económica, contra las importaciones provenientes de los países con quienes comercia.
Todo ese género de políticas económicas serían dañinas para México, por nuestra extraordinaria dependencia en su mercado.
Luego también sufriríamos los efectos, cual caída de dominós, que constituirían las economías europeas, que desde hace rato han estado en graves problemas. Primero Grecia, luego Portugal e Irlanda y, extendiéndose a las grandes: España e Italia.
Estas últimas dos serían particularmente graves para el mundo, porque, de ocurrir, estaríamos viendo un cuadro muy similar al que llevó al mundo a la gran depresión de los años 20 del siglo pasado.
Y para agravar aún más la cosa, tendríamos un gobierno totalmente incapaz de tomar medidas para generar demanda y establecer acciones políticas de protección, absolutamente necesarias para crear un mercado interno y cuidar nuestra economía y empleo de esa virulencia internacional.
*Presidente nacional del Colegio Nacional de Economistas
Jesús Alberto Cano Vélez / Excelsior
Nos preocupan sobremanera las perspectivas de México, especialmente en 2012 y en lo que resta de 2011, etapa que le tocará a la actual administración del presidente Calderón y su secretario de Hacienda, Cordero, determinar cómo enfrentar las turbulencias económicas, que muy probablemente nos presentarán Estados Unidos y Europa, dos regiones que están en serios problemas económicos y cuyo desborde sería muy grave para nosotros.
Por un lado tenemos la amenaza norteamericana. Es conocido por todos que el presidente Obama está en el dilema político de decidir cómo resolver el tope de endeudamiento que le tiene autorizado su Congreso; ya que, de no tomarse la decisión de ampliarlo, a más tardar el día de hoy o mañana, su gobierno tendría que decidir con cuáles de sus deudas cumplir y con cuáles incumplir.
Esa acción, nunca antes tomada, perdería la confianza de los países en el cumplimiento de los compromisos crediticios de Estados Unidos.
El problema para nosotros es que nuestro gobierno es muy renuente a intervenir en el mercado, por su fe en la lógica de que siempre tenderá a regresar a su estado de equilibrio, aun después de enfrentar dificultades y grandes virulencias por crisis.
Se dice fácil, pero en realidad el asunto es complejo, porque el dólar estadunidense es utilizado por la mayoría de los países como moneda de reserva, y medio de pago, constituyéndose como el centro de la liquidez monetaria del mundo.
De manera que hay temor y rumores por las especulaciones y erróneas decisiones que podrían surgir en cualquier parte del mundo, en cuanto a las acciones que puedan tomar las autoridades monetarias estadunidenses.
El problema es que el dólar, además de servir como medio circulante en el intercambio de bienes y servicios en la economía de Estados Unidos, es también un “puerto de abrigo”, como reserva internacional de muchos países del orbe.
Obviamente, no creemos que no se dé el proceso de ampliación de la deuda autorizada, porque hay mucho qué perder hasta para los intereses del partido opositor —conservador— que en buena medida es el que representa los intereses de la gente de dinero, en ese país.
Por lo tanto, es casi seguro que el presidente Obama acepte —a cambio— tomar una serie de medidas que le están presionando a tomar, como elevar tasas de interés, reducir su gasto, e iniciar un programa de austeridad económica, en un momento en que la experiencia económica aconsejaría hacer lo contrario.
Todas esas son medidas que elevarían aún más el nivel de pobreza y desempleo en ese país, bajando su ritmo de producción.
Y el gobierno estadunidense podría incluso verse ante la necesidad de tomar medidas de protección económica, contra las importaciones provenientes de los países con quienes comercia.
Todo ese género de políticas económicas serían dañinas para México, por nuestra extraordinaria dependencia en su mercado.
Luego también sufriríamos los efectos, cual caída de dominós, que constituirían las economías europeas, que desde hace rato han estado en graves problemas. Primero Grecia, luego Portugal e Irlanda y, extendiéndose a las grandes: España e Italia.
Estas últimas dos serían particularmente graves para el mundo, porque, de ocurrir, estaríamos viendo un cuadro muy similar al que llevó al mundo a la gran depresión de los años 20 del siglo pasado.
Y para agravar aún más la cosa, tendríamos un gobierno totalmente incapaz de tomar medidas para generar demanda y establecer acciones políticas de protección, absolutamente necesarias para crear un mercado interno y cuidar nuestra economía y empleo de esa virulencia internacional.
*Presidente nacional del Colegio Nacional de Economistas
No hay comentarios:
Publicar un comentario