Javier Nart / elEconomista.es
La política, tal y como la percibimos, no es sino sombras chinas proyectadas a través de una sábana blanca que tomamos por realidad.
Hace ya mucho tiempo que el poder dejó de residir en el Parlamento, en los ministros, en la Presidencia, en la Corona. El verdadero poder es aquel que no se percibe, sino que se sufre. Es en las decisiones que se toman discretamente donde reside la esencia del auténtico poder: en el núcleo duro del sistema financiero.
James K. Galbraith ha definido esta amarga realidad con extrema dureza: "El problema es que toda la política gira alrededor de las elecciones y éstas tienen pocas consecuencias de calado. La gente vota, pero nada cambia, salvo en cuestiones muy menores. No hay margen para modificar lo importante".
Y apunta con lógica implacable (y con pleno reconocimiento de la impotencia) que es decisivo, necesario, reducir el poder económico y político del sector financiero. Ese modelo que propugna como solución el desmantelamiento del Estado de Bienestar. ¿Les suena la música?
Galbraith proclama la absoluta necesidad de que el Estado tome las riendas, domine al poder económico? ya que perversamente es el propio sistema financiero quien controla al Estado.
El economista entiende imperativa la reducción del poder de los bancos que mandan más que los gobiernos. ¿Estamos ante un izquierdista radical?, ¿ante un revolucionario de barricada?, ¿ante un antisistema?
No. Estamos ante uno de los referentes de la ciencia económica del siglo XX. Un economista de referencia cuya autoridad moral, cuyos conocimientos son indiscutibles.
Y estamos no ante un utópico, sino ante un escéptico-utópico que nos señala que vivimos en un guiñol donde las marionetas actúan como si fueran libres, donde los espectadores creen que los muñecos son seres vivos. Donde, tan ignorantes como ignorados, creemos aún que la soberanía reside en el Parlamento? cuando se encuentra fría y oculta en las cámaras acorazadas de los bancos.
Javier Nart. Abogado.
La política, tal y como la percibimos, no es sino sombras chinas proyectadas a través de una sábana blanca que tomamos por realidad.
Hace ya mucho tiempo que el poder dejó de residir en el Parlamento, en los ministros, en la Presidencia, en la Corona. El verdadero poder es aquel que no se percibe, sino que se sufre. Es en las decisiones que se toman discretamente donde reside la esencia del auténtico poder: en el núcleo duro del sistema financiero.
James K. Galbraith ha definido esta amarga realidad con extrema dureza: "El problema es que toda la política gira alrededor de las elecciones y éstas tienen pocas consecuencias de calado. La gente vota, pero nada cambia, salvo en cuestiones muy menores. No hay margen para modificar lo importante".
Y apunta con lógica implacable (y con pleno reconocimiento de la impotencia) que es decisivo, necesario, reducir el poder económico y político del sector financiero. Ese modelo que propugna como solución el desmantelamiento del Estado de Bienestar. ¿Les suena la música?
Galbraith proclama la absoluta necesidad de que el Estado tome las riendas, domine al poder económico? ya que perversamente es el propio sistema financiero quien controla al Estado.
El economista entiende imperativa la reducción del poder de los bancos que mandan más que los gobiernos. ¿Estamos ante un izquierdista radical?, ¿ante un revolucionario de barricada?, ¿ante un antisistema?
No. Estamos ante uno de los referentes de la ciencia económica del siglo XX. Un economista de referencia cuya autoridad moral, cuyos conocimientos son indiscutibles.
Y estamos no ante un utópico, sino ante un escéptico-utópico que nos señala que vivimos en un guiñol donde las marionetas actúan como si fueran libres, donde los espectadores creen que los muñecos son seres vivos. Donde, tan ignorantes como ignorados, creemos aún que la soberanía reside en el Parlamento? cuando se encuentra fría y oculta en las cámaras acorazadas de los bancos.
Javier Nart. Abogado.
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