viernes, 7 de enero de 2011

MIOPÍA REGIONAL, CENTROAMÉRICA IGNORADA

Jorge Montaño / El Universal
Hace cuatro décadas, América Central dejó el control de las compañías bananeras, para convertirse en escenario de guerras civiles, vinculadas con la confrontación Este-Oeste. Estos conflictos y la revolución pacífica de Torrijos en Panamá, desperdiciaron la oportunidad de construir sociedades más justas, no obstante el prolongado derramamiento de sangre en varios países. Los principales promotores de la confrontación abandonaron posiciones sin ninguna iniciativa que contribuyera al desarrollo económico y social de esos pueblos.
A pesar de un prurito de discreción, desde la década de los cuarenta hasta nuestros días, México ha tenido una presencia generosa, constante y relevante en la región. Asistencia técnica, financiera, energética, agrícola, sanitaria, educativa, así como inversión privada, han fluido ininterrumpidamente con poco reconocimiento en esas sociedades, e ignorancia en nuestro país. La iniciativa mexicana del Grupo Contadora impidió la invasión estadounidense y otra, con apoyo de la Organización de las Naciones Unidas, logró el fin de los conflictos armados en tres países. Lamentablemente, los acuerdos de paz no convocaron apoyo internacional para reconstruir lo destruido por el encono armado. Se les abandonó egoístamente desde fines del siglo pasado hasta nuestros días.
Acotados al Sur por Colombia y Perú, principales productores de cocaína, así como al Norte por México y Estados Unidos con los agravantes conocidos, se han convertido en naciones de trasiego de droga, consumidores en ascenso y santuarios de lavado de dinero. El crimen organizado en los siete países ha generado altos niveles de violencia, tráfico de personas y pandillerismo asociado a los cárteles. Las instituciones han perdido control y monopolio de la fuerza. En las calles crece la frustración ante la impunidad de los nuevos actores y sus precarias economías ceden espacio a los recursos ilimitados del crimen organizado. El desempleo ha generado el incremento inevitable de la migración al Norte, que está bajo control de los cárteles asentados en México y Estados Unidos. De ahí, lo estéril de los recientes intercambios verbales y diplomáticos entre gobiernos que deben compartir responsabilidades y estrategias.
En un contexto internacional sensato, México y América Central deberían ser zona prioritaria para Estados Unidos, por encima de Afganistán. La región tiene capacidad de dañar o ayudar a la gran potencia. Basta recordar que les llega del Sur: indocumentados, drogas, crimen y daños al comercio e inversiones. La incursión afgana dejará costos en vidas y recursos dilapidados. Sin importar el resultado de las actividades bélicas, los terroristas tendrán protección en países de la zona, mientras avanza el deterioro de los gobiernos al sur del Río Bravo.
Se debe aceptar que los centroamericanos carecen de peso específico para acceder al Capitolio y la Casa Blanca. Esta tarea se complica cuando las prioridades de Estados Unidos ignoran las alarmas de los países pequeños. La Iniciativa Mérida incluyó recursos magros para ellos, por insistencia mexicana. El encono del nuevo Congreso no discutirá este tema, como lo confirma en la sesión inaugural: los congresistas conservadores plantearon medidas xenófobas contra los hijos de indocumentados.
El gobierno de nuestro país debe hacer un esfuerzo para recuperar el control de la frontera Sur. Esta sería una contribución histórica que ningún otro ha asumido con determinación. Es prioritario ejercer la fuerza del Estado en ese territorio hoy dominado por el crimen organizado, donde prevalece el caos y la corrupción de autoridades. Igualmente, le corresponde la iniciativa de asumir estrategias comunes con los países del istmo mediante mecanismos ágiles. Hay capacidad de transmitir el reclamo regional tanto en la Unión Europea como en Estados Unidos, mediante argumentos que convenzan a legisladores, ejecutivos y organizaciones no gubernamentales. Nada será viable si no entienden que urge actuar de inmediato. De otra suerte, enfrentarán la indiferencia que ha recibido el gobierno guatemalteco por recuperar el control de su territorio, más estratégico para los intereses del Norte que el conflicto que está ocurriendo en Kabul.
Internacionalista


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