lunes, 7 de junio de 2010

¿QUE HACER EN UN PAÍS DE POBRES?

José Luis de la Cruz Gallegos* / El Universal
Las 23 millones de personas que no tienen la capacidad económica para alimentarse de manera adecuada recuerdan que en México existe una realidad que reclama soluciones a problemas tan básicos como el de la subsistencia diaria.
La crudeza de poder encontrar grupos de mexicanos que se encuentran en una situación de pobreza, que es equiparable a la que se vive en países denostados por este flagelo, constituye una prueba contundente de que los pendientes sociales y económicos acumulados en el país obligan a implementar programas y estrategias que atiendan algo tan básico como el de garantizar el derecho a la alimentación que toda persona tiene.
En este sentido parece que los 200 años de independencia, los 100 años de la gesta revolucionaria y los 10 años del fin del partido único no han sido suficientes para lograr entender que para garantizar la estabilidad de la nación es necesario atender aspectos urgentes e importantes como el de poder comer de manera adecuada.
De manera cotidiana se escucha el debate que políticos, economistas y analistas sostienen en torno a otros problemas que también afectan a México, sin embargo, ¿realmente es plausible plantear el establecimiento de proyectos de competitividad y agencias espaciales cuando no se puede lograr que toda la población sea capaz de tener acceso a la alimentación?
La dificultad no es algo menor, la cifra de pobres mencionada es perfectamente comparable con el tamaño de países como Australia, Siria o Rumania, por citar ejemplos, reflejando con ello la profunda debilidad que tiene el modelo económico mexicano para garantizar una cuestión elemental como lo es la alimentación. ¿Por qué entonces si la problemática es tan grande no se tiene la sensibilidad social para considerarlo como una prioridad?
Si no se logra resolver este pendiente histórico no únicamente se está echando por la borda el futuro del país, al condicionar negativamente la capacidad de desarrollo físico e intelectual de todos aquellos niños y regiones de México, principalmente en donde se concentra la mayor cantidad de connacionales con este problema, también es imprescindible recordar que ello representa una fuente de inestabilidad social presente, al propiciar que un grupo creciente de personas se vea tentada a ingresar a las filas de la informalidad o la ilegalidad, elementos que en la actualidad ya son el principal desafío para las instituciones.
Sin lugar a dudas, el camino a la solución de este problema parte de reconocerlo como tal, dejando de lado la indiferencia y los mensajes políticos positivistas que no son eficientes para atender el callado reclamo de esta parte de la población.
En segunda instancia se encuentra la generación de empleo bien remunerado y con las prestaciones que marca la ley, para lo cual debe impulsarse el crecimiento económico basado en un aparato productivo y en un sector privado fuertemente comprometido no únicamente con la viabilidad de sus negocios, sino también con el desarrollo del país.
Como telón de fondo se tiene la necesidad de que el gobierno, en todos sus niveles, actúe más allá de sus intereses políticos y de poder, dejando de lado el corto plazo y sirviendo como impulsor de los cambios y negociaciones que generen desarrollo económico y estabilidad social.
En un país de pobres, no puede pensarse que las contradicciones pueden persistir de manera indefinida, así que más que buenos deseos lo anterior constituye una reflexión sobre la necesidad actual para realizar profundos cambios en el modelo económico.
Los grupos en el poder político deben reconocer su responsabilidad para lograr reencauzar la vida social de México, antes de que la realidad que se vive en el país de pobres termine por desbordar la retórica de las últimas décadas, que tanto daño ha hecho.
*Director del Centro de Investigación en Economía y Negocios del Tec de Monterrey

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