viernes, 4 de junio de 2010

EL CIUDADANO MAL EDUCADO

José Fernández Santillán / El Universal
Algunos acontecimientos recientes han despertado vivamente el interés de la opinión pública. Entre ellos, el intento de homicidio perpetrado en contra del futbolista Salvador Cabañas el pasado 25 de enero; la muerte de la niña Paulette Gebara Farah ocurrida entre el 21 y el 22 de marzo, y el secuestro de Diego Fernández de Cevallos registrado el 14 de mayo. Estos hechos han estado en boca de la gente sea para comentarlos con preocupación, sea para especular acerca de su naturaleza y alcances. ¿Qué fue lo que realmente sucedió y lo que los motivó? La discusión en privado y en público, sin lugar a dudas, forma parte de las libertades de que gozamos en una sociedad abierta y plural como la nuestra. Eso no está en tela de juicio.
Sin embargo, preocupa la serie de expresiones de frivolidad, humor negro y falta de sensibilidad que han proliferado sobre estos mismos casos en las redes sociales, los comentarios a pie de página de las noticias, columnas y las páginas editoriales. En lo que se refiere a Salvador Cabañas han reprobado que un deportista hubiese tenido la osadía de ir a un antro para divertirse en su día de descanso (“él se la buscó”); en lo que hace a Paulette han dando rienda suelta a la incredulidad y a la acusación sin fundamento (“fue la mamá, fue el papá”); en lo que toca a Diego han celebrando que lo hayan privado de su libertad y han manifestando su animadversión en contra de este político queretano (“que no regrese”). Utilizan tecnología de punta para manifestar mentalidades arcaicas.
Todo esto me ha hecho recordar el famoso libro de Norberto Bobbio, El futuro de la democracia. Allí, en el primer ensayo que da título al libro, se habla de las falsas promesas de la democracia, es decir, de lo que fue considerado como noble y alto y terminó en la cruda realidad. La sexta promesa aborda, justamente, el tema del ciudadano. Resalta que una vieja aspiración de la democracia es que ésta se alimente de la participación de los individuos mediante el ejercicio del buen juicio y la inteligencia. De que cada cual pueda reflexionar con su propia cabeza y se eleve por encima de sus pasiones e intereses personales para que piense a favor del conjunto social.
Tener ciudadanos educados e interesados en incidir para que la sociedad marche por un rumbo conveniente para todos y no solamente para el bien de unos cuantos es el mejor antídoto para neutralizar las tendencias autoritarias que no cesan en su intento por doblegarnos.
Desgraciadamente, actitudes como las que hemos visto desplegarse, en ciertos casos, en las redes sociales se mueven en el sentido inverso al requerido por la democracia. Nada le es más grato a los poderosos que contar con ciudadanos confundidos y faltos de juicio que en los momentos en que se necesita mayor discernimiento ponen en evidencia sus fobias más rudimentarias. Ese es el ciudadano mal educado que le es grato a los intereses oligárquicos.
Recuerdo también que Michelangelo Bovero en su libro La gramática de la democracia señala que los intentos populistas protagonizados por Silvio Berlusconi en Italia provocaron que los ciudadanos, sobre todo por vía de la televisión, adoptaran una posición complaciente con el gobierno de un solo hombre. La trayectoria degenerativa pasó del ciudadano crítico al súbdito contento para terminar en el esclavo fanatizado. Si no detenemos el proceso degenerativo así vamos a terminar.
Profesor de la Escuela de Humanidades y Ciencias Sociales del ITESM-CCM


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