José Blanco
Estas ruinas sobre las que escribiré una vez más, no son las que vemos como signos del esplendor de las culturas mexicanas prehispánicas, sino de las que hallan en el diccionario de sinónimos palabras desdichadas como quiebra, bancarrota, decadencia, depresión, hundimiento, insolvencia, desgracia, miseria, desastre, desolación, destrozo. Hablo, una vez más, de la educación básica de México; de esta ruina resultado de la implacable tarea de exterminio de la educación de los niños, llevada a cabo por el SNTE, con la complicidad activa del Poder Ejecutivo y del Legislativo, durante décadas, desde los años sesenta hasta la fecha.
Por primera vez un relator de la ONU especializado vino a México a mediados del mes pasado y nos descubrió el agua tibia: “El problema estructural de México es que la educación está capturada por un sindicato. La educación no necesariamente se lleva con la creación de organizaciones o em-pleadores”, dijo Vernor Muñoz en una conferencia. El representante de la ONU criticó que existan “grandes asimetrías” estructurales, como “las de-sigualdades entre las zonas urbanas y las rurales, entre los estados de la Federación, entre las escuelas públicas y las privadas y entre los grupos de la población. Las poblaciones pobres reciben una educación pobre”, constató el funcionario internacional. Palabras tibias como el agua que nos descubre, que obedecen al lenguaje diplomático de las instituciones internacionales.
Frente a las descripciones de Vernor, la SEP tuvo primero palabras tersas pero absurdas: vamos a leer con mucho cuidado el informe de la ONU dijo Lujambio. En los días siguientes apareció un cierto grado de irritación. Pero nadie más de la llamada clase política, acusó recibo. Como si no sólo la SEP, sino la entera clase política estuviera de mil formas atrapada en la telaraña de Elba Esther Gordillo.
¿Cuál fue la respuesta de Gordillo frente al informe de la ONU?: demandó a la SEP un incremento salarial en términos reales, retroactivo al primero de enero de este año, también un considerable aumento de la burocracia educativa, por medio de la creación de nuevas plazas o su regularización en la estructura de mandos en todos los niveles de formación básica, en particular en educación física, especial y misiones culturales. Más cabos y capitanes para la administración del ejército de soldados/zánganos/“profesores”, que cobran sin trabajar y que sólo para 17 entidades federativas sumaban más de ¡26 mil! en el mes de enero pasado.
Esta gigantesca máquina que sirve para “hacer política” con los gobernadores, los partidos políticos, los diputados y senadores, el Presidente de la República, ha hecho añicos la educación. Ha sido la vía privilegiada para el lento suicidio de la República mediante una soga que han tenido en sus manos los señores y señoras que ocupan esas posiciones políticas, importándoles un rábano la formación básica de los niños y, por supuesto, el futuro del país.
Torres Bodet, poeta prolífico, hombre polifacético, secretario de Educación Pública dos veces y director general de la (UNESCO, 1948-1952), desde la SEP promovió la Campaña Nacional contra el Analfabetismo (1944-1946), estableció el Comité Federal del Programa de Construcción de Escuelas (1944), fundó el Instituto Nacional de Capacitación del Magisterio (1945), dirigió la ejecución del Plan de Once Años para la Extensión y el Mejoramiento de la Enseñanza Primaria (1959-1964), puso en obra el sistema de los libros de texto gratuitos, instaló los primeros 30 centros de Capacitación para el Trabajo Industrial y mandó construir los edificios de la galería La lucha del pueblo mexicano por su libertad y los museos Nacional de Antropología y de Arte Moderno. ¿Alguien ha repetido una tarea semejante en la SEP?
Fueron esos los últimos capítulos de una historia republicana. Luego emergió de las cavernas Lovecraft con sus personajes de horror dirigidos desde 1949 por tres caciques sobresalientes: Robles Martínez 1949-1971; Jongitud Barrios 1972-1989; E. E. Gordillo, 1989 hasta la fecha. De la educación a los estercoleros de la política. Con estos tres personajes se maquinó la política que conformó una educación pública básica cuya brutal desigualdad atisbó apenas el visitante de la ONU. El reverso de una política republicana. A la luz del día se dio “libertad” en grande para una política clasista: proliferaron las buenas escuelas de educación básica para la “gente decente”, y se dejó morir la educación pública para el pueblo, usándola como plataforma de unos políticos que se encumbrarían con el PRI y que mejoraron con el PAN.
La SEP no puede hacer una reforma de la educación sin los profesores. Pero es extremadamente pueril confundirlos con el SNTE. Ahí están millares de profesores en un abandono por el cual se abandona a los niños, y se hace una alianza corporativa con el sindicato. Desprovistos de ojos como las lombrices, esos políticos no ven el futuro del país, pero huelen el poder como las lombrices huelen la humedad.
México vive calamidades mil que no sabemos resolver. Es imposible ver para cuándo podría resolverse la peor de ellas, llamada SNTE.
Estas ruinas sobre las que escribiré una vez más, no son las que vemos como signos del esplendor de las culturas mexicanas prehispánicas, sino de las que hallan en el diccionario de sinónimos palabras desdichadas como quiebra, bancarrota, decadencia, depresión, hundimiento, insolvencia, desgracia, miseria, desastre, desolación, destrozo. Hablo, una vez más, de la educación básica de México; de esta ruina resultado de la implacable tarea de exterminio de la educación de los niños, llevada a cabo por el SNTE, con la complicidad activa del Poder Ejecutivo y del Legislativo, durante décadas, desde los años sesenta hasta la fecha.
Por primera vez un relator de la ONU especializado vino a México a mediados del mes pasado y nos descubrió el agua tibia: “El problema estructural de México es que la educación está capturada por un sindicato. La educación no necesariamente se lleva con la creación de organizaciones o em-pleadores”, dijo Vernor Muñoz en una conferencia. El representante de la ONU criticó que existan “grandes asimetrías” estructurales, como “las de-sigualdades entre las zonas urbanas y las rurales, entre los estados de la Federación, entre las escuelas públicas y las privadas y entre los grupos de la población. Las poblaciones pobres reciben una educación pobre”, constató el funcionario internacional. Palabras tibias como el agua que nos descubre, que obedecen al lenguaje diplomático de las instituciones internacionales.
Frente a las descripciones de Vernor, la SEP tuvo primero palabras tersas pero absurdas: vamos a leer con mucho cuidado el informe de la ONU dijo Lujambio. En los días siguientes apareció un cierto grado de irritación. Pero nadie más de la llamada clase política, acusó recibo. Como si no sólo la SEP, sino la entera clase política estuviera de mil formas atrapada en la telaraña de Elba Esther Gordillo.
¿Cuál fue la respuesta de Gordillo frente al informe de la ONU?: demandó a la SEP un incremento salarial en términos reales, retroactivo al primero de enero de este año, también un considerable aumento de la burocracia educativa, por medio de la creación de nuevas plazas o su regularización en la estructura de mandos en todos los niveles de formación básica, en particular en educación física, especial y misiones culturales. Más cabos y capitanes para la administración del ejército de soldados/zánganos/“profesores”, que cobran sin trabajar y que sólo para 17 entidades federativas sumaban más de ¡26 mil! en el mes de enero pasado.
Esta gigantesca máquina que sirve para “hacer política” con los gobernadores, los partidos políticos, los diputados y senadores, el Presidente de la República, ha hecho añicos la educación. Ha sido la vía privilegiada para el lento suicidio de la República mediante una soga que han tenido en sus manos los señores y señoras que ocupan esas posiciones políticas, importándoles un rábano la formación básica de los niños y, por supuesto, el futuro del país.
Torres Bodet, poeta prolífico, hombre polifacético, secretario de Educación Pública dos veces y director general de la (UNESCO, 1948-1952), desde la SEP promovió la Campaña Nacional contra el Analfabetismo (1944-1946), estableció el Comité Federal del Programa de Construcción de Escuelas (1944), fundó el Instituto Nacional de Capacitación del Magisterio (1945), dirigió la ejecución del Plan de Once Años para la Extensión y el Mejoramiento de la Enseñanza Primaria (1959-1964), puso en obra el sistema de los libros de texto gratuitos, instaló los primeros 30 centros de Capacitación para el Trabajo Industrial y mandó construir los edificios de la galería La lucha del pueblo mexicano por su libertad y los museos Nacional de Antropología y de Arte Moderno. ¿Alguien ha repetido una tarea semejante en la SEP?
Fueron esos los últimos capítulos de una historia republicana. Luego emergió de las cavernas Lovecraft con sus personajes de horror dirigidos desde 1949 por tres caciques sobresalientes: Robles Martínez 1949-1971; Jongitud Barrios 1972-1989; E. E. Gordillo, 1989 hasta la fecha. De la educación a los estercoleros de la política. Con estos tres personajes se maquinó la política que conformó una educación pública básica cuya brutal desigualdad atisbó apenas el visitante de la ONU. El reverso de una política republicana. A la luz del día se dio “libertad” en grande para una política clasista: proliferaron las buenas escuelas de educación básica para la “gente decente”, y se dejó morir la educación pública para el pueblo, usándola como plataforma de unos políticos que se encumbrarían con el PRI y que mejoraron con el PAN.
La SEP no puede hacer una reforma de la educación sin los profesores. Pero es extremadamente pueril confundirlos con el SNTE. Ahí están millares de profesores en un abandono por el cual se abandona a los niños, y se hace una alianza corporativa con el sindicato. Desprovistos de ojos como las lombrices, esos políticos no ven el futuro del país, pero huelen el poder como las lombrices huelen la humedad.
México vive calamidades mil que no sabemos resolver. Es imposible ver para cuándo podría resolverse la peor de ellas, llamada SNTE.
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