BAROMETRO FINANCIERO
Rodolfo Navarrete / El Financiero
Curiosamente, en las dos últimas semanas se han conocido comentarios oficiales sobre la posibilidad de observar una alta tasa de crecimiento de la economía mexicana en 2010.
A las revisiones al alza de las proyecciones de crecimiento que hizo el FMI en enero, le siguieron las del gobernador del Banco de México, quien señaló que la economía podría crecer 4.0 por ciento en este año.
No obstante, la semana pasada volvió a mejorar su estimación, al ubicarla esta vez en 5.0 por ciento. El secretario de Hacienda, por su parte, no se quedó atrás y previó que el crecimiento económico podría alcanzar cifras de entre 6.0 y 7.0 por ciento.
Es posible que esto suceda. Sin embargo, no se debe perder de vista que ese crecimiento será producto casi exclusivamente de un fenómeno de "rebote", después de la extraordinaria caída registrada por la economía mexicana en 2009, que ha sido la peor de los últimos 60 o 70 años.
Lo importante, en este sentido, no es cuánto pueda crecer México en 2010, sino si lo hará, al menos, al mismo ritmo en los subsiguientes años.
El caso de Argentina de inicios de 2000 es muy ilustrativo al respecto. Como se recordará, a consecuencia de la crisis de la deuda, en 2002 el PIB argentino cayó 10.7 por ciento. Posteriormente, subió 8.7 en 2003, 9.1 en 2004 y 9.0 por ciento en 2005.
En los subsiguientes años, hasta 2008, el PIB creció a una tasa promedio anual de 8.0 por ciento. Si bien parte de este comportamiento se debió al efecto "rebote", sobre todo en 2003, lo extraordinario es que se sostuvo por varios años, aunque se debe mencionar que gran parte de este fenómeno obedeció al auge económico que vivió el mundo en aquel entonces.
Las proyecciones que hoy existen sobre el crecimiento económico mexicano en 2011 son positivas, pero sin ser exageradamente optimistas. Según la última encuesta del Banco de México, se espera que la economía crezca en ese año 3.6 por ciento, dependiendo de lo que suceda con EU.
Sin embargo, lo preocupante es que las primeras cifras dadas a conocer sobre el crecimiento económico durante el primer mes de este año no confirman el optimismo oficial.
Según el INEGI, la economía, medida por el Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE), creció tan sólo 2.6 por ciento en enero respecto a similar mes del año anterior, lo que en términos desestacionalizados implicó que cayera 0.83 por ciento respecto a diciembre del año pasado (menos 9.5 por ciento en términos anualizados).
Este magro resultado fue producto de la caída de todos los componentes del IGAE. Así, las actividades primarias descendieron 3.72 por ciento, las terciarias lo hicieron en 0.43 y las secundarias 0.19 por ciento respecto al nivel de diciembre de 2009.
Si bien es cierto que ésta es la primera observación sobre el comportamiento de la economía durante este año, por lo que difícilmente podría inferirse que vaya a sostenerse sin cambios en lo que resta del mismo, sí se puede señalar que al menos en el primer mes se confirmó el temor de que el mercado interno podría no acompañar, al menos a la misma velocidad, al crecimiento de la economía y, en particular, al crecimiento de las exportaciones.
Desde un inicio se ha considerado que la recuperación económica en 2010 iba a estar guiada por el mayor dinamismo de las exportaciones, en particular las de automóviles, que tendrían que verse favorecidas por el resurgimiento de la demanda en EU y por la mejoría en la competitividad de nuestros artículos exportables, producto, a su vez, de la depreciación del tipo de cambio y de un relativo y coyuntural aumento de la productividad de la mano de obra provocada por la crisis de 2009.
Por su parte, la falta de dinamismo del consumo privado, asociada al comportamiento del sector terciario, se encuentra relacionado con la debilidad de sus principales determinantes, como son la caída en los niveles de empleo, la contracción del salario real, la falta de crédito para el consuno y también el fuerte deterioro que aún sigue observando el índice de confianza de los consumidores.
Si se considera el comportamiento de este conjunto de variables al cierre del tercer mes del año, lo más probable es que no hayan observado mayores modificaciones, por lo que cabría esperar un pobre resultado económico en el primer trimestre.
Baste mencionar al respecto la caída que registró la confianza de los consumidores en febrero, dentro de la cual el indicador sobre la posibilidad de la compra de bienes duraderos en los próximos meses registró un nuevo mínimo histórico.
Esto no dice otra cosa que habría que ir con cuidado en lo que a las proyecciones económicas se refiere.
Economista del sector privado
Curiosamente, en las dos últimas semanas se han conocido comentarios oficiales sobre la posibilidad de observar una alta tasa de crecimiento de la economía mexicana en 2010.
A las revisiones al alza de las proyecciones de crecimiento que hizo el FMI en enero, le siguieron las del gobernador del Banco de México, quien señaló que la economía podría crecer 4.0 por ciento en este año.
No obstante, la semana pasada volvió a mejorar su estimación, al ubicarla esta vez en 5.0 por ciento. El secretario de Hacienda, por su parte, no se quedó atrás y previó que el crecimiento económico podría alcanzar cifras de entre 6.0 y 7.0 por ciento.
Es posible que esto suceda. Sin embargo, no se debe perder de vista que ese crecimiento será producto casi exclusivamente de un fenómeno de "rebote", después de la extraordinaria caída registrada por la economía mexicana en 2009, que ha sido la peor de los últimos 60 o 70 años.
Lo importante, en este sentido, no es cuánto pueda crecer México en 2010, sino si lo hará, al menos, al mismo ritmo en los subsiguientes años.
El caso de Argentina de inicios de 2000 es muy ilustrativo al respecto. Como se recordará, a consecuencia de la crisis de la deuda, en 2002 el PIB argentino cayó 10.7 por ciento. Posteriormente, subió 8.7 en 2003, 9.1 en 2004 y 9.0 por ciento en 2005.
En los subsiguientes años, hasta 2008, el PIB creció a una tasa promedio anual de 8.0 por ciento. Si bien parte de este comportamiento se debió al efecto "rebote", sobre todo en 2003, lo extraordinario es que se sostuvo por varios años, aunque se debe mencionar que gran parte de este fenómeno obedeció al auge económico que vivió el mundo en aquel entonces.
Las proyecciones que hoy existen sobre el crecimiento económico mexicano en 2011 son positivas, pero sin ser exageradamente optimistas. Según la última encuesta del Banco de México, se espera que la economía crezca en ese año 3.6 por ciento, dependiendo de lo que suceda con EU.
Sin embargo, lo preocupante es que las primeras cifras dadas a conocer sobre el crecimiento económico durante el primer mes de este año no confirman el optimismo oficial.
Según el INEGI, la economía, medida por el Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE), creció tan sólo 2.6 por ciento en enero respecto a similar mes del año anterior, lo que en términos desestacionalizados implicó que cayera 0.83 por ciento respecto a diciembre del año pasado (menos 9.5 por ciento en términos anualizados).
Este magro resultado fue producto de la caída de todos los componentes del IGAE. Así, las actividades primarias descendieron 3.72 por ciento, las terciarias lo hicieron en 0.43 y las secundarias 0.19 por ciento respecto al nivel de diciembre de 2009.
Si bien es cierto que ésta es la primera observación sobre el comportamiento de la economía durante este año, por lo que difícilmente podría inferirse que vaya a sostenerse sin cambios en lo que resta del mismo, sí se puede señalar que al menos en el primer mes se confirmó el temor de que el mercado interno podría no acompañar, al menos a la misma velocidad, al crecimiento de la economía y, en particular, al crecimiento de las exportaciones.
Desde un inicio se ha considerado que la recuperación económica en 2010 iba a estar guiada por el mayor dinamismo de las exportaciones, en particular las de automóviles, que tendrían que verse favorecidas por el resurgimiento de la demanda en EU y por la mejoría en la competitividad de nuestros artículos exportables, producto, a su vez, de la depreciación del tipo de cambio y de un relativo y coyuntural aumento de la productividad de la mano de obra provocada por la crisis de 2009.
Por su parte, la falta de dinamismo del consumo privado, asociada al comportamiento del sector terciario, se encuentra relacionado con la debilidad de sus principales determinantes, como son la caída en los niveles de empleo, la contracción del salario real, la falta de crédito para el consuno y también el fuerte deterioro que aún sigue observando el índice de confianza de los consumidores.
Si se considera el comportamiento de este conjunto de variables al cierre del tercer mes del año, lo más probable es que no hayan observado mayores modificaciones, por lo que cabría esperar un pobre resultado económico en el primer trimestre.
Baste mencionar al respecto la caída que registró la confianza de los consumidores en febrero, dentro de la cual el indicador sobre la posibilidad de la compra de bienes duraderos en los próximos meses registró un nuevo mínimo histórico.
Esto no dice otra cosa que habría que ir con cuidado en lo que a las proyecciones económicas se refiere.
Economista del sector privado
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