viernes, 26 de marzo de 2010

OTROS MUNDOS SON POSIBLES / II

Economía Moral
Claroscuros del pensamiento de Yunus, creador del Banco Grameen
Julio Boltvinik / La Jornada
Entre las percepciones agudas de Yunus, fundador y director del Banco Grameen de Bangladesh (véase entrega del 12/03/10), están las referidas a los consultores y su contraste con la gente que Yunus contrata en el Grameen:
“Todos sabemos hasta qué punto los países del tercer mundo han llegado a depender de donantes. Pero muy pocas veces se comprende hasta qué punto la burocracia donante ha llegado a ser dependiente de los consultores... Siempre me ha resultado muy complicado contratar gente con ‘experiencia’ para trabajar en Grameen. Cuesta mucho ‘desprogramarlos’. Preferimos gente sin experiencia. El supuesto tras el recurrir a consultores es que el país receptor necesita ser guiado paso a paso durante la identificación, preparación e implementación de un proyecto. Los donantes y los consultores propenden a asumir una actitud arrogante...y producen un efecto paralizante en el pensamiento y las iniciativas de los países receptores” (pp. 32-33).1
Yunus es un enemigo de la intervención estatal, faceta de su pensamiento que empieza a asomar cuando dice: “En un mundo que proclama la superioridad de la economía de mercado y de la libre empresa, el dinero internacional de ayuda sirve para expandir el gasto público y suele actuar contra los intereses de una economía de mercado” (p.36). Por otra parte, sostiene que toda ayuda internacional para el desarrollo debería tener como objetivo eliminar directamente la pobreza y que la noción misma de desarrollo debería referirse a “un cambio concreto en la situación económica de la mitad más pobre de la población”, que “se mida el desarrollo económico según el ingreso real por habitante de la mitad más pobre de la población”. (p.37). Su visión es que otorgar crédito a los pobres es buen negocio:
“En el Grameen nunca dejamos de afirmar que los pobres son solventes; que es posible hacerles préstamos según una óptica comercial y generar beneficios, que los bancos pueden y deben estar al servicio de los desheredados de la tierra; y que dejando de lado toda forma de altruismo, pueden perfectamente hacerlo por interés”. (pp. 41-42).
En el centro de su concepción de la vía para la superación de la pobreza está la autoasistencia y su oposición a toda forma de caridad individual, social e internacional. Se pregunta si uno debe dar dinero a los mendigos en la calle y contesta:
“Dar dinero dispensa, a fin de cuentas, de afrontar el verdadero problema. Al entregar una suma ridícula uno cree haber hecho algo y se siente bien. Pero se ha dejado intacto el problema. Dar limosnas no es ninguna solución; extenderle un billete es invitarlo a largarse para que nos deje tranquilos. Desde el punto de vista del beneficiario, la caridad puede tener efectos desastrosos. En muchos casos, desmotiva al mendigo, que ya no tiene la voluntad ni las ganas de salir adelante. En todos los casos, la mendicidad priva al hombre de su dignidad, incita a la pasividad. Este ejemplo a nivel individual ilustra perfectamente lo que ocurre a nivel mundial con la ayuda internacional. La dependencia de la ayuda crea un entorno favorable para los gobiernos que se han especializado en negociar cada vez mayores ayudas.
Yunus lleva estas ideas, fundadas en la ética del trabajo y que muchos en la izquierda comparten, a extremos que lo hacen rebasar a los neoliberales por la derecha. Por ejemplo, sostiene que las verdaderas soluciones para la atención a la salud y la educación son vía el mercado: “que cada uno tenga ingresos que le permitan acceder a cuidados médicos. La ‘gratuidad’ de las prestaciones sólo es una añagaza que nos aparta de los verdaderos problemas. Sin embargo, mientras los pobres no dispongan de medios suficientes, parece lógico que la educación y la salud estén asegurados mediante una cotización social” (pp.282-283). Pero no sólo cree que el mercado lo puede resolver todo, sino que ha llevado al Grameen por esa vía, creando un seguro de salud en el cual el afiliado paga 3 dólares por familia al año, menos de 3 centavos por consulta y “precios reducidos” en medicinas y estudios de laboratorio (es claro que no hay hospitales, ni cirugías, ni tratamientos costosos como quimioterapias). Dice Yunus que en los primeros tres años de operación recuperó 60 por ciento de los gastos erogados, pero que espera recuperar hasta 90 por ciento en los próximos años, y añade: “Si podemos organizar este sistema como una mutual nacional (o internacional), podremos constituir una empresa poderosa, competitiva y viable, por completo al servicio de la población” (282-284).
¿Es el Grameen una empresa capitalista o una cooperativa? Yunus señala que los “banqueros comerciales, responsables sólo frente a sus accionistas, deben maximizar sus beneficios” y que en el Grameen
“también somos responsables frente a nuestros accionistas. Pero, con la excepción de 8 por ciento de nuestras acciones, que posee el gobierno (en febrero de 2010 ya era de 5 por ciento), nuestros accionistas son nuestros clientes. En este sentido nos parecemos más a una banque mutuelle de Francia o a una sociedad de crédito e inversión inmobiliaria del Reino Unido. Un banco comercial mide su éxito según sus beneficios y dividendos. Nosotros también nos preocupamos de garantizar un buen rendimiento a nuestros clientes-accionistas, pero se trata la mayoría de las veces de servicios materiales, en particular de vivienda y de mejoría de nivel de vida. Además podemos beneficiarlos con reducciones de nuestras tasas de interés” (p.142). (Véase la página del Grameen: www.grameen-info.org).
En otro capítulo, Yunus muestra el carácter ambiguo del Grameen, que en parte es una sociedad anónima pero también en parte es una empresa del Estado, en el cual dice que, en 1997, había logrado que el consejo de administración nombrara al director general de la empresa (Yunus) pero no al presidente del consejo, puesto que seguía en manos del gobierno. No he podido verificar si esto ha cambiado. Del consejo de administración, formado por 13 miembros, nueve son representantes de los clientes, es decir son mujeres analfabetas, que para viajar y asistir a las reuniones del consejo deben romper la regla del Purdah (reclusión forzosa en su domicilio de todas las mujeres adultas, de prevalencia universal en Bangladesh). Hasta donde parece, el sistema de gobierno del Grameen es totalmente vertical y autoritario: Yunus decide todo. Es éste el rasgo que lo aleja de ser una cooperativa. Las auténticas cooperativas (no las falsas, como fue Excélsior durante mucho tiempo) están gobernadas democráticamente por sus propios trabajadores, que son sus propietarios. No es el caso de Grameen, porque no está gobernado democráticamente por sus trabajadores, que no son sus propietarios. Es una figura sui generis que podría asemejarse a una caja mutualista, pero que está presidido por su fundador, cuyos propósitos son, al parecer, auténticamente diferentes que la acumulación de riqueza. Yunus es una especie de filántropo liberal. El Banco Grameen obtiene importantes ganancias anuales, pero no parece ser éste el rasgo dominante del mismo. En la gráfica se aprecian dos cosas: la obtención casi continua (aunque con fuertes fluctuaciones) de ganancias y la solidez de su situación financiera, porque en casi todos los años sus préstamos están casi cubiertos por sus depósitos.
1 Todas las citas del pensamiento de Yunus están tomadas de su libro: Hacia un mundo sin pobreza, Editorial Andrés Bello, Barcelona, 1998.

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