Comercio exterior
Julio Faesler / Excelsior
El pasado 23 de febrero el grupo de senadores del PRI entregó una iniciativa de decreto con propuestas para ajustar, derogar y reformar algunos artículos de la actual Ley de Comercio Exterior. En su exposición de motivos, afirmaron que “…la falta de una política clara en materia de comercio exterior y de un mecanismo eficaz de coordinación entre las diversas autoridades competentes que intervienen en la regulación, aunado a la falta de un mecanismo obligatorio de consulta entre ellas y el sector privado, contribuye sin duda al caos regulatorio que existe en la materia…”
La iniciativa señala que la política unilateral de reducción de aranceles ejecutada por la Secretaría de Economía que busca proveer de insumos del mercado internacional a bajo costo para los productores nacionales, ha provocado amplia inconformidad.
En efecto, como varias veces hemos comentado en este espacio, el programa de desgravación arancelaria perjudica los intereses del país puesto que ha debilitado aún más la planta agrícola e industrial, ya muy averiada por las condiciones en que México obtuvo en 1986, su admisión al Acuerdo General de Aranceles Aduaneros (GATT) para después agravar el daño en 1994 con las concesiones estipuladas en el TLCAN. Las sucesivas aperturas del mercado mexicano impuestas a la industria y la agricultura del país las abandonó a su suerte en escenarios internacionales donde sólo los productores más avezados ganan y los menos competitivos desaparecen.
La falta de estrategias en comercio exterior y de políticas agrícolas e industriales explica el porqué los múltiples tratados comerciales firmados en los últimos años han sido lastimosamente desperdiciados. La Secretaría de Economía empeora las cosas insistiendo en desgravaciones tarifarias hasta para los países con los que no tenemos tratado alguno.
Los productores mexicanos piden al gobierno no comprometerlos en más tratados comerciales con el lamentable resultado de que hoy muchos se oponen a un interesante TLC con Brasil que, inteligentemente negociado, y aprovechado por mancuernas formadas por los empresarios de ambos países, abriría una nueva dimensión para nuestro comercio exterior, más allá de lo meramente bilateral.
Lamentablemente nuestro comercio exterior, en lugar de dinamizar producción y empleo, los ha sometido sin una visión equilibrada a las leyes inflexibles del mercado. Hemos perdido posición en exportaciones tradicionales, muchas actividades han cerrado en lugar de retener y abrir empleos.
Con un activo comercio exterior podría haberse detenido el éxodo de millones de mexicanos, además de los cientos de empresarios de todo nivel que optaron por convertirse en importadores o franquiciatarios de los mismos artículos y servicios que antes producían. Hoy nuestras exportaciones de manufacturas dependen de altos contenidos de insumos importados.
Ahora, en la marejada de iniciativas legislativas que circulan en las cámaras legislativas hay varias que piden una política integral de comercio exterior como las tienen todos los países que avanzan. La del PRI pide “reestructurar el diseño de la regulación de comercio exterior con una definición clara de los objetivos de nuestras la políticas públicas de comercio exterior. Es urgente contar con mecanismos institucionales que aseguren una coordinación efectiva de las acciones de las diferentes secretarías de Estado que intervienen en el diseño e implementación de la regulación en materia de comercio exterior”.
Hace 40 años se inauguró el Instituto Mexicano de Comercio Exterior, organismo dedicado a coordinar las secretarías de Estado y organismos públicos y privados para crear una oferta competitiva y promover su venta al mundo. Desafortunadamente en 1985 fue extinguido. Ahora buscamos rescatar los tiempos perdidos de muchas décadas atrás.
Julio Faesler / Excelsior
El pasado 23 de febrero el grupo de senadores del PRI entregó una iniciativa de decreto con propuestas para ajustar, derogar y reformar algunos artículos de la actual Ley de Comercio Exterior. En su exposición de motivos, afirmaron que “…la falta de una política clara en materia de comercio exterior y de un mecanismo eficaz de coordinación entre las diversas autoridades competentes que intervienen en la regulación, aunado a la falta de un mecanismo obligatorio de consulta entre ellas y el sector privado, contribuye sin duda al caos regulatorio que existe en la materia…”
La iniciativa señala que la política unilateral de reducción de aranceles ejecutada por la Secretaría de Economía que busca proveer de insumos del mercado internacional a bajo costo para los productores nacionales, ha provocado amplia inconformidad.
En efecto, como varias veces hemos comentado en este espacio, el programa de desgravación arancelaria perjudica los intereses del país puesto que ha debilitado aún más la planta agrícola e industrial, ya muy averiada por las condiciones en que México obtuvo en 1986, su admisión al Acuerdo General de Aranceles Aduaneros (GATT) para después agravar el daño en 1994 con las concesiones estipuladas en el TLCAN. Las sucesivas aperturas del mercado mexicano impuestas a la industria y la agricultura del país las abandonó a su suerte en escenarios internacionales donde sólo los productores más avezados ganan y los menos competitivos desaparecen.
La falta de estrategias en comercio exterior y de políticas agrícolas e industriales explica el porqué los múltiples tratados comerciales firmados en los últimos años han sido lastimosamente desperdiciados. La Secretaría de Economía empeora las cosas insistiendo en desgravaciones tarifarias hasta para los países con los que no tenemos tratado alguno.
Los productores mexicanos piden al gobierno no comprometerlos en más tratados comerciales con el lamentable resultado de que hoy muchos se oponen a un interesante TLC con Brasil que, inteligentemente negociado, y aprovechado por mancuernas formadas por los empresarios de ambos países, abriría una nueva dimensión para nuestro comercio exterior, más allá de lo meramente bilateral.
Lamentablemente nuestro comercio exterior, en lugar de dinamizar producción y empleo, los ha sometido sin una visión equilibrada a las leyes inflexibles del mercado. Hemos perdido posición en exportaciones tradicionales, muchas actividades han cerrado en lugar de retener y abrir empleos.
Con un activo comercio exterior podría haberse detenido el éxodo de millones de mexicanos, además de los cientos de empresarios de todo nivel que optaron por convertirse en importadores o franquiciatarios de los mismos artículos y servicios que antes producían. Hoy nuestras exportaciones de manufacturas dependen de altos contenidos de insumos importados.
Ahora, en la marejada de iniciativas legislativas que circulan en las cámaras legislativas hay varias que piden una política integral de comercio exterior como las tienen todos los países que avanzan. La del PRI pide “reestructurar el diseño de la regulación de comercio exterior con una definición clara de los objetivos de nuestras la políticas públicas de comercio exterior. Es urgente contar con mecanismos institucionales que aseguren una coordinación efectiva de las acciones de las diferentes secretarías de Estado que intervienen en el diseño e implementación de la regulación en materia de comercio exterior”.
Hace 40 años se inauguró el Instituto Mexicano de Comercio Exterior, organismo dedicado a coordinar las secretarías de Estado y organismos públicos y privados para crear una oferta competitiva y promover su venta al mundo. Desafortunadamente en 1985 fue extinguido. Ahora buscamos rescatar los tiempos perdidos de muchas décadas atrás.
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