“La perspectiva es una decadencia o una dictadura de derecha”
Coordinador de los 13 tomos de Historia económica de México y autor de Historia del capitalismo en México, el también profesor universitario asegura a La Jornada que un Estado social con competitividad internacional es posible en el país, pero tendría que haber un cambio social y político bastante grande
Roberto González Amador /Periódico La Jornada
La precariedad económica y social en que ha caído el país “nos coloca en la perspectiva de una decadencia o de una dictadura de derecha”. Enrique Semo, historiador económico, profesor universitario y escritor, plantea: “México se ha convertido en una continuidad subdesarrollada de Estados Unidos”, una nación que ha cerrado la perspectiva de futuro a millones de jóvenes, en la que se advierte “una deconstrucción” del aparato industrial, de la seguridad social, de la actividad agrícola, del empleo.
“No veo cómo podemos evitar la prolongación de una crisis económica” que el país ha padecido ya por varios años. “No estamos en una recesión, lo que aquí pasa es ya una depresión”, sostiene en una entrevista con La Jornada.
–¿Cómo define la situación actual de México?
–Si tomamos como límites el periodo de 1988 a 2010, nos encontramos en el intervalo de la decadencia de lo viejo y la formación y el establecimiento de un México nuevo; necesariamente es un periodo de incertidumbre, confusión y polarización social en el cual muchas cosas imprevistas pueden suceder.
–¿Qué es lo viejo y lo nuevo a que se refiere?
–Lo viejo es el dominio de una oligarquía político-empresarial, mediante un sistema autoritario de partido único, el PRI. Es una estabilidad fundada en el mantenimiento de las agudas diferencias sociales y la represión cíclica de los movimientos populares. Lo nuevo es el dominio de una oligarquía empresarial-política, la reducción de la participación del Estado en la economía y la sociedad y la expansión voraz del mercado en casi todas las esferas. Es el dominio de los poderes fácticos, entre los que destacan los monopolios y la televisión; es la deconstrucción de todos los logros populares alcanzados por la revolución mexicana: reforma agraria, seguridad social, cultura popular, derechos laborales; es el estancamiento económico de larga duración.
Coordinador de los 13 tomos de la Historia económica de México, Enrique Semo redondea: “Lo viejo está moribundo pero se resiste; lo nuevo se ha debilitado tanto que recurre al Ejército, que está en las calles de México desde hace cuatro años sin lograr seguridad para los ciudadanos ni prestigio para el gobierno. Ninguno de los dos, ni lo viejo ni lo nuevo, son solución justa, eficaz o por lo menos deseable para la gran mayoría”.
Semo, autor de Historia del capitalismo en México, llama la atención sobre la profundidad de la crisis económica en el país. “No estamos en una recesión, quiero insistir en esto con mucho énfasis”. Añade: “la recesión que comenzó en 2008 puede terminar este año o el siguiente. Pero eso no hará que se ponga fin a la depresión económica que va a durar varios años, o muchos.
“¿Cuánto tiempo va a pasar para que se reintegre a un trabajo quienes lo han perdido?”
–¿Se refiere a que no importa tanto cuánto crece la economía un año u otro, sino al resultado en un periodo mayor de tiempo?
–Exactamente. Subirá o bajará la economía a un nivel distinto al que había en 2008. Lo que continuarán son aspectos estructurales: el desempleo y el subempleo, por ejemplo; las bajas en los ingresos populares. México ha optado por una política económica totalmente dependiente de Estados Unidos, esperamos que el consumo allá aumente y nos jale. ¿Y si no aumenta?
–El país acumula casi 30 años de escaso crecimiento, de deterioro de ingresos, poca generación de empleo. Si se mantiene esta tendencia que usted menciona, ¿qué consecuencias se pueden esperar?
–La decadencia, que es deterioro en todo. Si no hay una ruptura progresista, lo que podemos esperar es una decadencia, bajas o nulas tasas de crecimiento, desgaste de la democracia, desempleo crónico de la juventud, crecimiento en el número de ninis (jóvenes que ni estudian ni trabajan), pérdida de dos o tres generaciones, descomposición social.
–¿Ve eso ahora?
–Es una situación incierta. Hay la posibilidad de una ruptura progresista hacia un estado social que no sea un regreso ni al populismo corrupto anterior, ni al neoliberalismo. Un estado social con competitividad internacional es posible, pero tendría que haber un cambio social y político bastante grande. Si esto no se produce tenemos la perspectiva de una decadencia o una dictadura de derecha. Y no digo que ocurra en 2010 o en 2012, porque el cambio no puede pensarse en función de una elección, sino en los próximos 15 a 20 años.
–¿Puede abundar en este concepto del cambio progresista? ¿Qué significa en un país en el que, como dice, hay intereses dominantes muy definidos?
–La posibilidad de un cambio tendrá que venir de una colaboración de dos factores: elecciones y ruptura sociales o movilización social. Y la ruptura social tiene muchas formas. Tome el caso de Oaxaca, una increíble historia en la cual participaron prácticamente todos los sectores sociales. Fue una ruptura social contra un gobernador como el que conocemos. Lo que digo es que tiene que ser una combinación de una elección con resultados progresistas y la movilización social antes y después de la elección. ¿Qué será primero? Depende de la derecha. Si la derecha continúa provocando constantemente al pueblo, como lo ha hecho últimamente con el aumento de impuestos, limitando el presupuesto social o el golpe contra el Sindicato Mexicano de Electricistas, entonces vendrán primero las rupturas. Si abre más el espectro, si la derecha es menos agresiva, serán primero las elecciones y después las movilizaciones.
–¿Cómo se puede construir ese proyecto progresista que plantea?
–Es muy importante para la gente de izquierda, para conservar nuestra dignidad, dejar de pensar que si no sucede en 2010 o en 2012 ya no tenemos oportunidad. Tenemos todavía un plazo para que nos reconstruyamos. ¿Cómo? No se. Puede suceder de mil maneras, pero tenemos un plazo y si no ocurre ahora en estas elecciones, será después. No habremos perdido todas las oportunidades.
–¿Cómo se plantea una idea progresista, actualmente, en términos sociales y económicos?
–No faltan programas económicos muy sensatos de lo que tendría que hacer un gobierno de este tipo. La discusión no está tanto en los objetivos. Todos aceptamos en el centro y la izquierda que se tiene que acabar con la pobreza, redistribuir el ingreso más adecuadamente, aumentar la competitividad de nuestra economía, parar la deconstrucción que se está dando de la industria mexicana y de la reforma agraria, la seguridad social y los derechos laborales.
“El programa no es el gran problema, hay gente que piensa y piensa bien. El problema es construir la fuerza política y social; no pensar sólo en caudillos y partidos, sino en la participación del pueblo en construir esta fuerza que sea capaz de introducir esos cambios. Mientras el mejor programa del mundo esté en papel no tiene fuerza, es hasta que la gente hace suya esa propuesta cuando adquiere fuerza”.
–¿Se está generando esa fuerza?
–Hoy se ve poco, pero México es muy especial. Hay dos mundos: el de arriba y los subterráneos. Los subterráneos de México nunca merecen programas de televisión y grandes páginas en los diarios, pero trabajan, se mueven. Entonces, no sabemos si no hay nada que se esté haciendo o si no lo vemos.
–¿Usted qué cree?
–Le voy a dar un ejemplo. Los anarquistas en la revolución de 1910. Nadie hablaba de ellos. Pero ellos estaban cavando esos grandes túneles bajo la tierra. Quién sabe qué tan fuerte fue su revolución, no está bastante estudiada y se preparó en las catacumbas. Yo no la veo ahorita, pero el que nosotros no lo veamos no quiere decir que no se esté realizando.
–Sobre la forma en que se hace frente a la crisis en México. Se critica que el gobierno no actuó apropiadamente...
–No creo en ese mito de la falta de inteligencia de la derecha mexicana que está en el poder. Yo creo que son presos del pensamiento único. Son herederos de los tecnócratas que tomaron el poder alrededor de 1982, que no discuten con nadie porque son los dueños de la verdad. Y bueno, han logrado muchos de sus objetivos, aunque quizá no sean los de México. Son inteligentes, no hay que subestimarlos. Hay enemigo enfrente. Y se necesita inteligencia de este lado. Porque ahora todo es infundir miedo. Lo que ocurre en Ciudad Juárez, el Ejército en las calles con tanquetas, con toda su presencia. El miedo paraliza, el miedo no ha sido base de acción de nadie, jamás. Es el enojo el que hace actuar a la gente, pero para eso se necesita valor, esperanza. Y eso es muy difícil en este ambiente de miedo.
–¿Se ha convertido el miedo en una herramienta de gobierno?
–Claro. ¿Qué era la Inquisición? Jamás mató a miles ni condenó a miles al mismo tiempo, no fue una represión masiva. Su función era infundir miedo en todos porque podía cebarse sobre cualquiera.
Coordinador de los 13 tomos de Historia económica de México y autor de Historia del capitalismo en México, el también profesor universitario asegura a La Jornada que un Estado social con competitividad internacional es posible en el país, pero tendría que haber un cambio social y político bastante grande
Roberto González Amador /Periódico La Jornada
La precariedad económica y social en que ha caído el país “nos coloca en la perspectiva de una decadencia o de una dictadura de derecha”. Enrique Semo, historiador económico, profesor universitario y escritor, plantea: “México se ha convertido en una continuidad subdesarrollada de Estados Unidos”, una nación que ha cerrado la perspectiva de futuro a millones de jóvenes, en la que se advierte “una deconstrucción” del aparato industrial, de la seguridad social, de la actividad agrícola, del empleo.
“No veo cómo podemos evitar la prolongación de una crisis económica” que el país ha padecido ya por varios años. “No estamos en una recesión, lo que aquí pasa es ya una depresión”, sostiene en una entrevista con La Jornada.
–¿Cómo define la situación actual de México?
–Si tomamos como límites el periodo de 1988 a 2010, nos encontramos en el intervalo de la decadencia de lo viejo y la formación y el establecimiento de un México nuevo; necesariamente es un periodo de incertidumbre, confusión y polarización social en el cual muchas cosas imprevistas pueden suceder.
–¿Qué es lo viejo y lo nuevo a que se refiere?
–Lo viejo es el dominio de una oligarquía político-empresarial, mediante un sistema autoritario de partido único, el PRI. Es una estabilidad fundada en el mantenimiento de las agudas diferencias sociales y la represión cíclica de los movimientos populares. Lo nuevo es el dominio de una oligarquía empresarial-política, la reducción de la participación del Estado en la economía y la sociedad y la expansión voraz del mercado en casi todas las esferas. Es el dominio de los poderes fácticos, entre los que destacan los monopolios y la televisión; es la deconstrucción de todos los logros populares alcanzados por la revolución mexicana: reforma agraria, seguridad social, cultura popular, derechos laborales; es el estancamiento económico de larga duración.
Coordinador de los 13 tomos de la Historia económica de México, Enrique Semo redondea: “Lo viejo está moribundo pero se resiste; lo nuevo se ha debilitado tanto que recurre al Ejército, que está en las calles de México desde hace cuatro años sin lograr seguridad para los ciudadanos ni prestigio para el gobierno. Ninguno de los dos, ni lo viejo ni lo nuevo, son solución justa, eficaz o por lo menos deseable para la gran mayoría”.
Semo, autor de Historia del capitalismo en México, llama la atención sobre la profundidad de la crisis económica en el país. “No estamos en una recesión, quiero insistir en esto con mucho énfasis”. Añade: “la recesión que comenzó en 2008 puede terminar este año o el siguiente. Pero eso no hará que se ponga fin a la depresión económica que va a durar varios años, o muchos.
“¿Cuánto tiempo va a pasar para que se reintegre a un trabajo quienes lo han perdido?”
–¿Se refiere a que no importa tanto cuánto crece la economía un año u otro, sino al resultado en un periodo mayor de tiempo?
–Exactamente. Subirá o bajará la economía a un nivel distinto al que había en 2008. Lo que continuarán son aspectos estructurales: el desempleo y el subempleo, por ejemplo; las bajas en los ingresos populares. México ha optado por una política económica totalmente dependiente de Estados Unidos, esperamos que el consumo allá aumente y nos jale. ¿Y si no aumenta?
–El país acumula casi 30 años de escaso crecimiento, de deterioro de ingresos, poca generación de empleo. Si se mantiene esta tendencia que usted menciona, ¿qué consecuencias se pueden esperar?
–La decadencia, que es deterioro en todo. Si no hay una ruptura progresista, lo que podemos esperar es una decadencia, bajas o nulas tasas de crecimiento, desgaste de la democracia, desempleo crónico de la juventud, crecimiento en el número de ninis (jóvenes que ni estudian ni trabajan), pérdida de dos o tres generaciones, descomposición social.
–¿Ve eso ahora?
–Es una situación incierta. Hay la posibilidad de una ruptura progresista hacia un estado social que no sea un regreso ni al populismo corrupto anterior, ni al neoliberalismo. Un estado social con competitividad internacional es posible, pero tendría que haber un cambio social y político bastante grande. Si esto no se produce tenemos la perspectiva de una decadencia o una dictadura de derecha. Y no digo que ocurra en 2010 o en 2012, porque el cambio no puede pensarse en función de una elección, sino en los próximos 15 a 20 años.
–¿Puede abundar en este concepto del cambio progresista? ¿Qué significa en un país en el que, como dice, hay intereses dominantes muy definidos?
–La posibilidad de un cambio tendrá que venir de una colaboración de dos factores: elecciones y ruptura sociales o movilización social. Y la ruptura social tiene muchas formas. Tome el caso de Oaxaca, una increíble historia en la cual participaron prácticamente todos los sectores sociales. Fue una ruptura social contra un gobernador como el que conocemos. Lo que digo es que tiene que ser una combinación de una elección con resultados progresistas y la movilización social antes y después de la elección. ¿Qué será primero? Depende de la derecha. Si la derecha continúa provocando constantemente al pueblo, como lo ha hecho últimamente con el aumento de impuestos, limitando el presupuesto social o el golpe contra el Sindicato Mexicano de Electricistas, entonces vendrán primero las rupturas. Si abre más el espectro, si la derecha es menos agresiva, serán primero las elecciones y después las movilizaciones.
–¿Cómo se puede construir ese proyecto progresista que plantea?
–Es muy importante para la gente de izquierda, para conservar nuestra dignidad, dejar de pensar que si no sucede en 2010 o en 2012 ya no tenemos oportunidad. Tenemos todavía un plazo para que nos reconstruyamos. ¿Cómo? No se. Puede suceder de mil maneras, pero tenemos un plazo y si no ocurre ahora en estas elecciones, será después. No habremos perdido todas las oportunidades.
–¿Cómo se plantea una idea progresista, actualmente, en términos sociales y económicos?
–No faltan programas económicos muy sensatos de lo que tendría que hacer un gobierno de este tipo. La discusión no está tanto en los objetivos. Todos aceptamos en el centro y la izquierda que se tiene que acabar con la pobreza, redistribuir el ingreso más adecuadamente, aumentar la competitividad de nuestra economía, parar la deconstrucción que se está dando de la industria mexicana y de la reforma agraria, la seguridad social y los derechos laborales.
“El programa no es el gran problema, hay gente que piensa y piensa bien. El problema es construir la fuerza política y social; no pensar sólo en caudillos y partidos, sino en la participación del pueblo en construir esta fuerza que sea capaz de introducir esos cambios. Mientras el mejor programa del mundo esté en papel no tiene fuerza, es hasta que la gente hace suya esa propuesta cuando adquiere fuerza”.
–¿Se está generando esa fuerza?
–Hoy se ve poco, pero México es muy especial. Hay dos mundos: el de arriba y los subterráneos. Los subterráneos de México nunca merecen programas de televisión y grandes páginas en los diarios, pero trabajan, se mueven. Entonces, no sabemos si no hay nada que se esté haciendo o si no lo vemos.
–¿Usted qué cree?
–Le voy a dar un ejemplo. Los anarquistas en la revolución de 1910. Nadie hablaba de ellos. Pero ellos estaban cavando esos grandes túneles bajo la tierra. Quién sabe qué tan fuerte fue su revolución, no está bastante estudiada y se preparó en las catacumbas. Yo no la veo ahorita, pero el que nosotros no lo veamos no quiere decir que no se esté realizando.
–Sobre la forma en que se hace frente a la crisis en México. Se critica que el gobierno no actuó apropiadamente...
–No creo en ese mito de la falta de inteligencia de la derecha mexicana que está en el poder. Yo creo que son presos del pensamiento único. Son herederos de los tecnócratas que tomaron el poder alrededor de 1982, que no discuten con nadie porque son los dueños de la verdad. Y bueno, han logrado muchos de sus objetivos, aunque quizá no sean los de México. Son inteligentes, no hay que subestimarlos. Hay enemigo enfrente. Y se necesita inteligencia de este lado. Porque ahora todo es infundir miedo. Lo que ocurre en Ciudad Juárez, el Ejército en las calles con tanquetas, con toda su presencia. El miedo paraliza, el miedo no ha sido base de acción de nadie, jamás. Es el enojo el que hace actuar a la gente, pero para eso se necesita valor, esperanza. Y eso es muy difícil en este ambiente de miedo.
–¿Se ha convertido el miedo en una herramienta de gobierno?
–Claro. ¿Qué era la Inquisición? Jamás mató a miles ni condenó a miles al mismo tiempo, no fue una represión masiva. Su función era infundir miedo en todos porque podía cebarse sobre cualquiera.
Le invito a visitar dos sitios de Internet en los que estoy editando un ENSAYO CONSTITUYENTE MUESTRA.
ResponderEliminarhttp://constituyentecivil-mexico2010.blogspot.com
http://gacetaconstituyente-mexico2010.blogspot.com
Saludos.
Alfredo Loredo.
San Luis Potosí. Mx.