Los
republicanos han hecho todo lo que han podido para poner obstáculos en el
camino
La negativa a aliviar las deudas hipotecarias
ilustra perfectamente lo que está pasando
Paul Krugman / El País
Se ha
criticado mucho la gestión económica del presidente Obama. Pero la historia más
importante de los últimos años no es la de los errores de Obama, sino la
arrasadora oposición de los republicanos, que han hecho todo lo que han podido
para ponerle obstáculos en el camino (y que ahora, tras haber boicoteado las
políticas del presidente, esperan llegar a la Casa Blanca afirmando que sus
medidas han fracasado).
Y la
asombrosa negativa de esta semana de aplicar medidas para aliviar las deudas
hipotecarias por parte del director interino del Organismo Federal de
Financiación de la Vivienda —una reliquia de la época de Bush que el presidente
no ha sido capaz de sustituir— ilustra perfectamente lo que está pasando.
Algunos
antecedentes: muchos economistas creen que el exceso de deuda de las familias,
un legado de los años de la burbuja, es el principal factor que está frenando
la recuperación económica. Hablando en términos generales, la deuda excesiva ha
generado una situación en la que todo el mundo intenta gastar menos de lo que
ingresa. Dado que esto es imposible de manera colectiva —mis gastos son los
ingresos de otros, y sus gastos son mis ingresos—, la consecuencia es una
economía persistentemente deprimida.
¿Con qué
política se debería responder? Una respuesta es mediante el gasto público para
sostener la economía mientras el sector privado arregla sus balances generales;
este no es el momento de la austeridad, y los recortes en las compras públicas
han sido una importante rémora económica. Otra respuesta es una política
monetaria dinámica y con empuje, que es la razón por la que es un escándalo que
la Reserva Federal se niegue a actuar teniendo en cuenta el elevado paro y la
inflación por debajo del objetivo.
Pero la política fiscal y monetaria podría, y
debería, ir unida al alivio de las deudas hipotecarias. Reducir la carga que
pesa sobre los estadounidenses con problemas económicos se traduciría en más
empleo y mejores oportunidades para todos.
Por
desgracia, los intentos iniciales del Gobierno por aliviar la carga de la deuda
fueron inútiles: los mandatarios impusieron tantas restricciones para evitar
ayudar a deudores “no merecedores de ello” que el programa no llegó a ninguna
parte. Sin embargo, más recientemente el Gobierno se ha puesto mucho más serio
en relación con este problema.
Y el
lugar evidente donde aliviar la deuda es en las hipotecas que son propiedad de
Fannie Mae y Freddie Mac, las entidades crediticias patrocinadas por el
Gobierno que, en la práctica, fueron nacionalizadas en los últimos días del
mandato de George W. Bush.
La idea
de usar Fannie y Freddie cuenta con el apoyo de ambos partidos. De hecho, Glenn
Hubbard, de Columbia, un destacado asesor de Romney, ha pedido a Fannie y
Freddie que permitan que los propietarios de casas con poca o ninguna liquidez
refinancien sus hipotecas, lo cual podría reducir drásticamente los intereses
que deben pagar y supondría un gran impulso para la economía. El Gobierno de
Obama apoya esta idea y también ha propuesto un programa especial de alivio
para prestatarios con problemas graves.
Pero
Edward DeMarco, director interino del organismo que supervisa Fannie y Freddie,
se niega a poner en práctica la refinanciación, y esta semana ha rechazado el
plan de alivio del Gobierno.
¿Quién es
Ed DeMarco? Es un funcionario que se convirtió en director interino del
organismo de financiación de la vivienda después de que el director nombrado
por Bush dimitiese en 2009. Sigue ahí, en el cuarto año de mandato de Obama,
porque los republicanos del Senado han bloqueado los intentos por nombrar un
director permanente. Y, evidentemente, odia sin más la idea de ofrecer alivio
de la deuda.
La carta
de DeMarco rechazando el plan de alivio utilizaba unos argumentos
llamativamente endebles. Afirmaba que el plan, aunque mejoraba la situación
financiera de su organismo gracias a los subsidios del Departamento del Tesoro,
supondría una pérdida neta para los contribuyentes (una conclusión no
respaldada por el análisis realizado por su propio personal, que muestra una
ganancia neta). Y cabe señalar que muchas entidades crediticias privadas han
ofrecido las mismas reducciones del principal que DeMarco rechaza (aun cuando
estas entidades, a diferencia del Gobierno, no tienen ningún incentivo para
tomar en consideración el modo en que el alivio de la deuda reforzaría la
economía).
No
obstante, el principal problema es que DeMarco parece no entender cuál es su
trabajo. Se supone que debe dirigir el organismo y controlar sus finanzas (no
dictar la política económica nacional). Si el secretario del Tesoro, actuando
en nombre del presidente, pretende subvencionar el alivio de la deuda de una
forma que realmente sirve a los intereses del organismo de financiación, el
jefe de este organismo no tiene por qué bloquear esa medida política. Hacerlo
sería una infracción merecedora del despido.
¿Se puede
despedir a DeMarco inmediatamente? He estado leyendo análisis contradictorios
en relación con esto, aunque una costa está clara: el presidente Obama, si es
reelegido, puede y debe sustituirle por medio de un nombramiento realizado
durante el receso del Senado. De hecho, debería haberlo hecho hace años. Como
he dicho, Obama ha cometido muchos errores.
Pero el
asunto de DeMarco demuestra una vez más la medida en que la política económica
de EE UU se ha visto paralizada por una oposición política inflexible e
irresponsable. Si nuestra economía sigue profundamente deprimida, mucha —y yo
diría que gran parte— de la culpa recae no en Obama, sino en las mismas
personas que pretenden utilizar esa economía deprimida para obtener una ventaja
política.
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