Raúl Zibechi / la Jornada
A la sombra de los grandes sucesos que sacuden el mundo y ganan los titulares de los medios, la reorganización geopolítica sigue su curso, inexorable, afianzando el multilateralismo y la emergencia de nuevos
El 4 de agosto se celebró el primer Foro de Inversión Colombia-Brasil, en Bogotá, con la presencia de 500 invitados, entre empresarios y autoridades, entre los cuales destacaron el ex presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, y el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos. La reunión escenificó un verdadero salto en las relaciones bilaterales entre los dos países más poblados de la región (casi 200 millones Brasil y casi 50 millones Colombia), entre el primer y el tercer producto interno bruto de la región, entre dos gobiernos que se tenían mutua desconfianza.
Desde que asumió la presidencia, un año atrás, Santos viene dando muestras de pragmatismo. Llegó al Palacio de Nariño de la mano de un ex izquierdista, el sindicalista Angelino Garzón. Apenas asumir el mando recompuso las relaciones con Venezuela y Ecuador, con los que Álvaro Uribe había tenido frecuentes crisis y rupturas. Hace pocos meses propuso a una ex dirigente del centroizquierdista Polo Democrático, María Emma Mejía, como secretaria general de la Unasur.
En el foro binacional Santos se deshizo en elogios a Lula:
Las razones de Brasil para acercarse a Colombia son evidentes. Es uno de los países más dinámicos de la región, tiene el tercer parque industrial, ofrece una doble salida al Pacífico y al Caribe para la enorme producción brasileña, a la vez que le abre el acceso a un amplio mercado para la industria paulista. Tender puentes con Colombia es un requisito imprescindible para el país que pretende erigirse en líder de la región: es la mejor forma de contener la influencia de Washington y potenciar la integración.
Colombia tiene aún demasiadas dependencias hacia Estados Unidos y necesita de la región sudamericana como reaseguro. El 36 por ciento de sus exportaciones se dirigen todavía a Washington y sólo 9 por ciento a China, que es el segundo destino. Necesita incrementar el comercio Sur-Sur y el intrarregional para no verse atrapada por la caída de las exportaciones hacia el norte, aquejado por un largo periodo de forzada austeridad.
En otras palabras, Santos necesita cierta autonomía de Estados Unidos, sobre todo en el terreno económico, y una alianza comercial con Brasil es un paso necesario. El grueso del intercambio binacional, aún pequeño, son manufacturas, lo que conviene a ambas economías. Sin embargo, la nueva alianza se asienta en un amplio programa de inversiones en infraestructura (carreteras, puertos, hidroeléctricas), en sintonía con la IIRSA (Iniciativa para la Infraestructura de la Región Suramericana), que beneficia al comercio y a las multinacionales y perjudica a los pueblos.
Nadie debe pensar que Santos ha cambiado un ápice al fraguar una alianza con Brasil. Sigue siendo el representante de las elites que dominan Colombia desde su independencia. Prueba de ello es que el banquero Luis Carlos Sarmiento, el hombre más rico del país y número 75 en el ranking de la revista Forbes de los millonarios del mundo, demandó en el foro un TLC con Brasil y pidió la asociación entre las bolsas de valores de ambos países.
Fuera de dudas, el acercamiento Brasil-Colombia fortalece a la Unasur. A fines de julio, en la reunión de presidentes en Lima con ocasión de la asunción de Humala, Santos ya había demandado una acción urgente para proteger las reservas de la región, estimadas en 700 mil millones de dólares, ante la depreciación de la moneda estadunidense. En momentos en que los principales bloques y países del mundo están tomando medidas defensivas, la Unasur está forzada a seguir los mismos pasos.
Los europeos se preparan para lanzar a principios de 2012 un mecanismo de eurobonos (Leap 2020, 17 de junio de 2011), luego de haber dado pasos serios para establecer mecanismos de gobernanza común, una suerte de
Una vez más, es necesario enfatizar que un mundo multipolar es menos negativo que el mundo unipolar dominado por la Casa Blanca, el Pentágono y Wall Street. Pero puede ser tan neoliberal, desigual e injusto como el que está en crisis. El tránsito en curso no es más que una ventana de oportunidades para que los
hegemonesregionales. En Sudamérica la crisis imperial sigue alentando reacomodos silenciosos que están labrando una nueva relación de fuerzas. El 28 de julio Ollanta Humala se ciñó la banda presidencial de Perú, echando por tierra la recién estrenada Alianza del Pacífico con México, Chile y Colombia, que buscaba reposicionar la alicaída hegemonía de Washington.
El 4 de agosto se celebró el primer Foro de Inversión Colombia-Brasil, en Bogotá, con la presencia de 500 invitados, entre empresarios y autoridades, entre los cuales destacaron el ex presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, y el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos. La reunión escenificó un verdadero salto en las relaciones bilaterales entre los dos países más poblados de la región (casi 200 millones Brasil y casi 50 millones Colombia), entre el primer y el tercer producto interno bruto de la región, entre dos gobiernos que se tenían mutua desconfianza.
Desde que asumió la presidencia, un año atrás, Santos viene dando muestras de pragmatismo. Llegó al Palacio de Nariño de la mano de un ex izquierdista, el sindicalista Angelino Garzón. Apenas asumir el mando recompuso las relaciones con Venezuela y Ecuador, con los que Álvaro Uribe había tenido frecuentes crisis y rupturas. Hace pocos meses propuso a una ex dirigente del centroizquierdista Polo Democrático, María Emma Mejía, como secretaria general de la Unasur.
En el foro binacional Santos se deshizo en elogios a Lula:
Cuando me preguntan, ¿qué quiero ser cuando sea grande?, respondo: yo quiero ser como Lula. Pero fue el brasileño el que indicó caminos al señalar que la región debe pensarse a sí misma y que el futuro de los 12 países que la integran está
entre nosotros. De paso, fue una señal hacia la reunión de ministros de Economía que se realiza hoy viernes en Buenos Aires, y que debería dar un salto hacia la desconexión de la región del norte endeudado y en crisis.
Las razones de Brasil para acercarse a Colombia son evidentes. Es uno de los países más dinámicos de la región, tiene el tercer parque industrial, ofrece una doble salida al Pacífico y al Caribe para la enorme producción brasileña, a la vez que le abre el acceso a un amplio mercado para la industria paulista. Tender puentes con Colombia es un requisito imprescindible para el país que pretende erigirse en líder de la región: es la mejor forma de contener la influencia de Washington y potenciar la integración.
Colombia tiene aún demasiadas dependencias hacia Estados Unidos y necesita de la región sudamericana como reaseguro. El 36 por ciento de sus exportaciones se dirigen todavía a Washington y sólo 9 por ciento a China, que es el segundo destino. Necesita incrementar el comercio Sur-Sur y el intrarregional para no verse atrapada por la caída de las exportaciones hacia el norte, aquejado por un largo periodo de forzada austeridad.
En otras palabras, Santos necesita cierta autonomía de Estados Unidos, sobre todo en el terreno económico, y una alianza comercial con Brasil es un paso necesario. El grueso del intercambio binacional, aún pequeño, son manufacturas, lo que conviene a ambas economías. Sin embargo, la nueva alianza se asienta en un amplio programa de inversiones en infraestructura (carreteras, puertos, hidroeléctricas), en sintonía con la IIRSA (Iniciativa para la Infraestructura de la Región Suramericana), que beneficia al comercio y a las multinacionales y perjudica a los pueblos.
Nadie debe pensar que Santos ha cambiado un ápice al fraguar una alianza con Brasil. Sigue siendo el representante de las elites que dominan Colombia desde su independencia. Prueba de ello es que el banquero Luis Carlos Sarmiento, el hombre más rico del país y número 75 en el ranking de la revista Forbes de los millonarios del mundo, demandó en el foro un TLC con Brasil y pidió la asociación entre las bolsas de valores de ambos países.
Fuera de dudas, el acercamiento Brasil-Colombia fortalece a la Unasur. A fines de julio, en la reunión de presidentes en Lima con ocasión de la asunción de Humala, Santos ya había demandado una acción urgente para proteger las reservas de la región, estimadas en 700 mil millones de dólares, ante la depreciación de la moneda estadunidense. En momentos en que los principales bloques y países del mundo están tomando medidas defensivas, la Unasur está forzada a seguir los mismos pasos.
Los europeos se preparan para lanzar a principios de 2012 un mecanismo de eurobonos (Leap 2020, 17 de junio de 2011), luego de haber dado pasos serios para establecer mecanismos de gobernanza común, una suerte de
fondo monetario europeo(Immanuel Wallerstein en La Jornada, 4 de agosto). En paralelo, el Ministerio de Hacienda de China realizará este mes la mayor emisión de bonos nominados en yuanes como paso hacia la internacionalización de su moneda. Una vez que el dólar y los bonos de la Reserva Federal de Estados Unidos dejaron de ser un refugio seguro, es urgente que cada región y cada país emergente ponga en pie mecanismos de protección.
Una vez más, es necesario enfatizar que un mundo multipolar es menos negativo que el mundo unipolar dominado por la Casa Blanca, el Pentágono y Wall Street. Pero puede ser tan neoliberal, desigual e injusto como el que está en crisis. El tránsito en curso no es más que una ventana de oportunidades para que los
indignados del mundoaceleren sus
¡Ya basta!y consigan abrir una grieta profunda en la dominación. Ya habrá tiempo, cuando las aguas vuelvan a su cauce, de debatir sobre la mejor forma de acción, si la forma-partido o la forma-red o la que sea. Ahora es el momento de empujar, de exigir más y más, de recargar el edificio del sistema con nuestras demandas para hacer que sus vigas maestras comiencen a ceder. Sólo sobre sus ruinas podemos construir un mundo nuevo.
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