miércoles, 13 de abril de 2011

MÁS POBRES, MÁS CORRUPTOS Y MÁS MUERTOS

Mauricio Merino / El Universal
Parece cosa de mal agüero que las campañas políticas por la Presidencia del 2012 hayan comenzado —porque de hecho ya comenzaron— haciendo recuento de despropósitos. Una competencia de cifras que ofende, porque no hace sino revelar la incompetencia de los adversarios para resolver los principales problemas de México, con argumentos que sugieren que estamos ante la disyuntiva fatal de elegir entre lo malo y lo peor. Ya que es inevitable que haya corruptos, pobres y muertos a manos llenas, la pregunta que sigue es cuál de las opciones que están en disputa produce menos. La batalla de cifras negras la inició el PRI de Moreira, acusando al gobierno de Calderón de producir pobres más rápido que ninguna otra gestión en la historia reciente de México. Según el presidente del partido que quiere volver al trono, de 2006 a 2009 “cada minuto cinco mexicanos engrosaron la lista de pobres en el país”. La respuesta indignada vino de casi todas las oficinas del gobierno de la República, pero fue Gustavo Madero, nuevo presidente del PAN, quien nos recordó que fue en la primera etapa del gobierno de Ernesto Zedillo cuando más de 16 millones de personas se sumaron a la pobreza alimentaria —la peor de todas— en apenas tres años, “lo que arroja un promedio de 22 nuevos pobres por minuto”. Desde entonces, se han multiplicado las voces que explican números y ensayan distintos métodos de medida para afirmar o contradecir esas cifras, pero no con el fin de evaluar los programas o las políticas que eventualmente hayan sido más exitosas para combatir la pobreza, sino para subrayar los defectos de los dos lados. Y de colofón, para llamarse mutuamente al agravio por las mentiras del otro. Ninguno niega la existencia de esa evidencia flagrante de nuestros fracasos como país, sino su dimensión. Lo que se pone a debate no es el hecho de que haya pobres, ni tampoco que en dos periodos distintos de nuestra historia reciente la torpeza de nuestras políticas haya incrementado esa cifra dramáticamente. Lo que se discute es quién lo hizo peor. Lo mismo pasa con el debate sobre la corrupción. En voz mucho más baja y con menos enjundia que en el primer caso, esos mismos partidos ya se han trenzado en acusaciones sobre sus propios niveles de tolerancia a la corrupción. Y entre tanto, como si fueran líderes impolutos e incorruptibles, quienes encabezan a la izquierda política en México acusan a las mafias de la derecha de haber producido todos los males que nos aquejan, como la premisa mayor de un silogismo que termina en un llamado popular a tomar el poder: sólo el pueblo puede salvar al pueblo —siempre que éste se haga representar por López Obrador. Pero en el camino, sus adversarios nos recuerdan (como si hiciera falta) que René Bejarano ha vuelto al PRD como si nada hubiera pasado. En esa lógica, corrupto es quien milita con otros, mientras el honesto y valiente es quien me sigue y jura lealtad. Esa es la nuez de la propuesta de Andrés Manuel. Pero lo más vergonzoso ha venido después, cuando los dirigentes se pusieron a debatir las cifras de muertos, con la misma banalidad con la que han manipulado las demás tragedias sociales. Según este diario, Gustavo Madero admitió en Acapulco —el pasado 8 de abril— “que en nueve años de administración panista suman ya 102 mil 995 homicidios que se derivan de la lucha contra el narco. (Pero) el panista explicó que en los últimos nueve años de gobiernos priístas los muertos llegaron a 128 mil”. Una joya, que se completa con la respuesta tajante que según los medios dio Humberto Moreira a las aclaraciones estadísticas propuestas a su vez por Juan Molinar: “Yo no discuto con asesinos”. No espero que no haya acusaciones cruzadas, ni tampoco que desaparezcan las campañas negativas. Pero ocurre que los corruptos, los pobres y los asesinados representan las expresiones más graves de nuestros principales fracasos como país. Los tres partidos que los usan como argumentos para vencer a sus adversarios han gobernado partes de México y lo han hecho por tiempo bastante como para ver esos datos con más vergüenza y menos cinismo. Si pelean por las cifras y los culpables es porque ninguno ha conseguido hacer respetar el derecho (corruptos), producir y redistribuir más riqueza (pobres), ni garantizar la seguridad (homicidios). Esas cifras no hablan de la ineficacia de los demás, sino de su propia incapacidad para construir una verdadera agenda democrática del Estado, capaz de enderezar políticas públicas responsables para dejar de contar tonterías.

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