sábado, 30 de abril de 2011

EL SUPER PESO Y LA COMPETITIVIDAD

Alejandro Gómez Tamez / El Financiero
El colapso del dólar estadounidense continúa y no parece que vaya a terminar en el corto plazo. Al momento de escribir estas líneas el dólar estadounidense se vende en el mercado interbancario en 11.56 pesos, lo que implica que en el lapso de un año dicha divisa se depreció 6.9 por ciento frente al peso mexicano (bajó desde los 12.418 pesos, lo que implica una disminución de 0.858 pesos en el periodo en cuestión). Hemos dicho hasta el cansancio que esto no implica el fortalecimiento de la moneda nacional, sino el hundimiento de la divisa estadounidense.
Para demostrar lo anterior tenemos que en el periodo del último año el euro pasó de 16.305 pesos a 17.1430, lo que implica una apreciación del euro de 0.838 pesos o 5.13 por ciento. Esto significa que si bien el peso se fortaleció frente al dólar, cayó fuertemente frente al euro, lo que evidencia que no somos la opción de inversión financiera más atractiva como nos lo han querido hacer creer nuestras autoridades. Otro ejemplo nos lo da el Franco suizo, divisa que pasó de 11.37 pesos hace un año a $13.219 pesos el día de hoy. Es decir, la moneda suiza se encareció 10.22 por ciento frente al peso mexicano en un año.
Una muestra más de la pérdida relativa de valor del peso mexicano es el alza descomunal que ha tenido el precio de metales como la plata. Tan sólo el 15 de noviembre de 2010 una onza de plata Libertad costaba 351 pesos, y el día de hoy cuesta 610 pesos, lo que implica un alza en términos de pesos de este metal de 73.8 por ciento en poco más de cinco meses. Desde luego que el alza de la plata en términos de dólares es aún mayor, pero al final de cuentas evidencian lo mismo: el peso y el dólar han caído (aunque el dólar ha caído aun más).
Evidentemente que a las autoridades del gobierno federal no les interesa explicarnos eso y solamente nos muestran las cifras alegres para que veamos “lo fuertes que estamos” frente al dólar. Y claro que tampoco nos dicen que la “fortaleza” relativa del peso frente al dólar se debe a los diferenciales en tasas de interés que estamos pagando. En México las tasas de interés de los Cetes a 28 días han venido subiendo y en la actualidad se encuentran en 4.24 por ciento anualizado; mientras que la tasa de un Treasury Bill de Estados Unidos a plazo de un mes paga 0.02 por ciento anual. Y esto es lo que tanto hemos dicho: En México estamos pagando 211 veces más rendimiento que lo que paga nuestro vecino del norte. ¿Va a entrar dinero así al país? Pues claro que si, pero no lo suficiente como para evitar que igual nos estemos cayendo ante divisas como el euro o franco suizo, o para hacer que el invertir en pesos sea más atractivo que la plata.
Sin embargo, ahora en día vivimos la ilusión de un peso que está muy fuerte frente al dólar, ¿Cuánto tiempo va a durar esta nueva ilusión? La verdad nadie lo sabe. Sin embargo, si tomamos como predictor del tipo de cambio en el futuro el precio del dólar en el mercado de los “futuros” de Chicago, entonces podemos señalar que dicho mercado espera que un dólar cueste en diciembre de 2011 unos 11.84 pesos, y en septiembre de 2012 unos 12.25 pesos. En otras palabras, el peso seguirá relativamente “fuerte” en los niveles actuales, obviamente con cierta volatilidad.
Y es que esta perspectiva de un dólar débil se vio alimentada con la decisión del Banco de la Reserva Federal de los Estados Unidos del día 27 de abril en el sentido de no modificar su política monetaria y mantener los réditos estables en aquella nación. Es de esperarse que si hubiese un ajuste en la política monetaria estadounidense (con un alza en las tasas de interés), veamos un fortalecimiento del dólar y un debilitamiento del peso hasta que nuestras autoridades respondan subiendo aquí también las tasas de interés. ¿Cuándo va a subir la Fed las tasas? Probablemente cuando ocurran dos cosas: Estados Unidos enfrente problemas serios de inflación, o bien, cuando la recuperación económica esté consolidada.
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Así, mientras todo esto sucede en el mágico mundo de las finanzas y los mercados cambiarios, la planta productiva nacional sufre los estragos de un dólar tan barato. Es verdad que la balanza comercial mexicana ha mostrado un superávit de $1 mil 789 millones de dólares en los tres primeros meses de 2011, pero también es cierto que este superávit se debe a un incremento de 38.1 por ciento en las exportaciones petroleras (esto implica que con respecto al primer trimestre de 2010 ahora estamos exportando $3 mil 615 millones de dólares adicionales de productos petroleros). Si no hubiésemos registrado el incremento en las exportaciones petroleras, estaríamos teniendo déficit en la balanza comercial como todos los años desde 1997.
Así que no hay que confundirse y pensar que pese al “super peso” estamos bien en el comercio internacional, ya que las exportaciones de manufacturas no automotrices muestran un incremento anualizado de tan sólo 18.7 por ciento; mientras que nuestras importaciones de bienes de consumo crecieron 27.2 por ciento, lo que indica un claro desequilibrio. Por otra parte, si sustrajéramos las exportaciones de las empresas transnacionales, la tasa de crecimiento de las exportaciones nacionales sería mucho más modesta.
Lo más lamentable de todo esto es que las autoridades monetarias y hacendarias solamente se van por las cifras macro y creen que todo va de maravilla. Nos presumen tasas de crecimiento de la producción, pero sin que éstas reflejen la situación de las familias mexicanas y de las micro, pequeñas y medianas empresas. Concretamente el Banco de México no ha querido entender que el tipo de cambio es una variable que es influenciada por la política monetaria nacional (en función de los diferenciales de tasas de interés), y que bien administrado el tipo de cambio puede ser un impulsor de la producción y empleo de las empresas nacionales.
La autoridad federal, a través de múltiples Secretarias de Estado, ha mostrado una total insensibilidad respecto a la problemática de la industria en todos los sentidos. No le interesa más que fomentar las importaciones con la ingenua idea de que esto se va a traducir en precios más bajos para los consumidores. Sin embargo, no entienden que lo único que hacen con sus políticas pro importaciones y con un dólar barato es ampliar los márgenes de ganancia de éstos y destruir fuentes de empleo nacionales. ¿Entonces, en todo caso, para que sirve tener precios más bajos si la gente se queda sin empleo porque el producto importado provocó el cierre de su empresa?
Quiero insistir en que no se trata de que no haya competencia ni importaciones, pero es que cuando la competencia es desleal, en base a trampas como las que hacen los chinos, es ilógico tener una política monetaria que hace que nuestros productos sean más caros y los importados más baratos. Y es que el industrial nacional no sólo se tiene que enfrentar a un tipo de cambio poco favorecedor, sino también a problemas de subvaluación en aduana, desgravación arancelaria unilateral con países con los que no tenemos acuerdo comercial, firma indiscriminada de acuerdos comerciales que favorecen a nuestras contrapartes, además de la entrada de productos de baja calidad que compiten engañando a los consumidores nacionales. ¿O qué es lo que quiere la Secretaría de Economía? ¿Que cerremos las empresas en México y nos dediquemos a importar? Ese es el modelo que siguió Estados Unidos con terribles consecuencias que ahora están pagando, lo que les ha provocado que ahora tengan que realizar un gran esfuerzo por echar a andar sus fábricas de nuevo.
En el año 2010 tuvimos un déficit en la balanza comercial con China de 43 mil millones de dólares. Si el gobierno federal se propusiera abatir este déficit a la mitad apoyando a las micro, pequeñas y medianas empresas nacionales; así como “poniendo el suelo parejo” para la competencia internacional, se crearían miles de empleos a nivel nacional y se remediaría un poco el problema de la inseguridad. Y es que no basta con decir que se han “creado” 664 mil 119 empleos registrados en el IMSS en el último año, cuando la realidad es que muchos de estos empleos son producto de las auditorías que registra dicho instituto a las empresas manufactureras, no a una verdadera creación de plazas de trabajo.
Hay muchas cosas que cambiar en el país en materia de política económica e industrial. Un primer paso sería que las autoridades entendieran el problema y que decidieran trabajar en favor de la planta productiva nacional y no a favor de los importadores que trabajan de manera ilegal. Ojala que los legisladores tomen cartas en el asunto, es casi nuestra última esperanza.
(*)Director general GAEAP

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