domingo, 17 de abril de 2011

DE LA SOLUCIÓN AL PROBLEMA

IAN CAMPBELL / EL PAÍS
El recalentamiento de China podría ser pronto un problema global. Los datos publicados el 14 de abril mostraban una subida del PIB del 9,7% en el primer trimestre y unos precios de consumo lanzados al 5,4%. La preocupación no es solo que la política china pueda volverse más rígida y que el crecimiento se ralentice, sino que los salarios chinos por las nubes, el aumento de la inflación y un yuan que necesita subir más deprisa puedan generar una fuente de inflación mundial.
Anteriormente, China contribuyó a mantener la inflación baja en Occidente porque su abundante mano de obra barata y su moneda controlada mantenían los precios chinos de exportación muy bajos (excesivamente bajos, en opinión de sus competidores). Mientras que el precio medio de las importaciones estadounidenses desde países industrializados ha aumentado un 31% desde 2000, el precio de las importaciones desde China solo ha subido un 2,7%.
Eso ha permitido a los países occidentales mantener los tipos bajos, porque aunque los consumidores cometieron excesos, la inflación se mantuvo bajo control. Y las enormes reservas de moneda extranjera y compras de deuda occidental de China trajeron otro regalo, a la larga envenenado: abundancia de crédito barato.
Ahora que China se está inflando, la imagen empieza a cambiar. Al menos 12 municipios y provincias han subido sus salarios mínimos este año, según la agencia de noticias estatal Xinhua, la mitad de ellos en más de un 20%. La inflación se está volviendo endémica. Un pequeño ejemplo: en la zona rica en exportaciones de Guangzhou, los residentes se quejan de que los cortes de pelo están hasta un 50% más caros, según la prensa local.
La subida de los precios y los salarios se reflejará en los precios de las exportaciones, lo que incrementará las presiones inflacionistas para los socios comerciales de China. Y la probable respuesta de China a su propia inflación -dejar que la moneda se revalorice- empeorará las cosas. Se ha permitido que el yuan suba un 4,5% respecto al dólar desde junio. Pero está claro que se necesita más para reducir el impacto de los elevados precios del petróleo y los productos básicos, y para frenar la emisión de moneda asociada a las abultadas reservas de moneda extranjera.
A los competidores de China les gustaría que el yuan subiese más deprisa, pero esto también tendría un inconveniente inflacionista para Occidente: los productos chinos exportados se volverán más caros. Los Gobiernos occidentales se quedarán sin el desahogo libre de inflación que China les proporcionaba antes. Puede que la inflación y los tipos tiendan a subir. Eso podría conllevar un crecimiento más lento y sufrimiento para los prestatarios (entre los que se encuentran algunos Gobiernos occidentales ya apurados).

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