Xavier Caño Tamayo – Alainet.org
Según un informe de Lehman Brothers, la inversión especulativa en alimentos ha pasado de 13.000 millones de dólares en 2003 a 260.000 millones en 2008. La crisis de alimentos de ese año fue provocada, sin la menor duda, por el especulativo y salvaje aumento del precio de alimentos básicos, no por malas cosechas ni porque indios y chinos consumieran más alimentos que antes. Trigo o maíz subieron de media un 25%, hubo revueltas en cuarenta países y más de 130 millones de personas pasaron a engrosar la legión de hambrientos. En 2007 se había logrado reducir los desnutridos del mundo a 850 millones, pero gracias a la especulación alimentaria ya son 1.100 millones.
El precio de los alimentos se marca con los llamados contratos de futuro, que se compran y venden durante un tiempo decenas de veces, especulando con la subida y bajada del precio. Aunque nadie busca en realidad comprar esos alimentos, solo especular, denuncia Veterinarios sin Fronteras. Por otra parte, multinacionales de alimentación como Bunge, Dupont, Cargill, ADM o Syngenta controlan más del 70% de la oferta de cereales y marcan los precios que les convienen para obtener miles de millones de beneficios. Mientras Goldman Sachs, JP Morgan, Bank of America, Santander, BBVA, Deutsche Bank… especulan con el precio de los alimentos y presentan esa inversión especulativa como sector seguro y rentable.
Pero hablamos de un derecho humano indiscutible: el derecho a la vida, a una existencia digna. Y pobreza y hambre no permiten vivir con dignidad. Por eso Jean Ziegler, vicepresidente del Consejo Asesor del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, denuncia que “es un despropósito que el precio de los alimentos sea fijado por la Bolsa. Deben ser retirados de la especulación”.
Ziegler insiste en que “los alimentos han de ser declarados bien público y su precio fijado por negociaciones entre países productores y países consumidores. El sistema para poder hacerlo lo elaboró la UNCTD (Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo), pero las grandes corporaciones multinacionales han logrado descartarlo”.
Según denuncia el “Movimiento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra” (MST) de Brasil y la internacional Vía Campesina, las causas de la subida del precio de los alimentos son el control oligopólico que unas pocas empresas mantienen sobre el comercio mundial de trigo, maíz, arroz, soja, leche…, más la especulación de grandes inversores en las bolsas de productos agrícolas. Más la pura especulación financiera, porque los bancos invierten en alimentos, más seguros que las acciones. Más las privatizaciones de los servicios públicos para la agricultura, puestos bajo el control de las empresas multinacionales. Más la obsena postura de la Organización Mundial del Comercio que transformó los alimentos en mera mercancía…
Ziegler denuncia que “son las estructuras del orden criminal del mundo las que fabrican la masacre cotidiana del hambre. Estructuras criminales como la exportación de productos a precio mucho más bajo que en el propio país, tal como hace la Unión Europea, que exporta productos agrícolas a África a precios muy bajos y destruye la agricultura africana. Y también es una estructura criminal la especulación bursátil de los grandes hedge funds (los fondos buitre) con el arroz, trigo, maíz y mijo, los alimentos básicos del mundo”.
Para Heiner Flassbeck, economista jefe en la UNCTD, la actual subida acelerada de precios de los alimentos es tan peligrosa como la de 2008. Y la causa principal continúa siendo la misma: la especulación: “Los mercados de materias primas agrícolas no pueden encontrar ya precios adecuados, porque han sido pervertidos por los aventureros financieros”, afirma Flassbeck, convencido de que la comunidad internacional debe intervenir para eliminar las burbujas de materias primas alimenticias antes de que sea demasiado tarde.
Como decía Gandhi, “el hambre es un insulto; humilla, deshumaniza, destruye el cuerpo y el espíritu; es la forma más asesina que existe”. Y Juan Torres remacha que “la pobreza no es una desgracia ni el hambre, un desastre natural. Pobreza y hambre son una infamia, un verdadero crimen organizado”. Por eso, si nuestro mundo no hubiera retrocedido en democracia y justicia en los últimos veinte años de imposición del neoliberalismo, los especuladores de alimentos y sus cómplices estarían en la cárcel, convenientemente procesados, juzgados y condenados.
Según un informe de Lehman Brothers, la inversión especulativa en alimentos ha pasado de 13.000 millones de dólares en 2003 a 260.000 millones en 2008. La crisis de alimentos de ese año fue provocada, sin la menor duda, por el especulativo y salvaje aumento del precio de alimentos básicos, no por malas cosechas ni porque indios y chinos consumieran más alimentos que antes. Trigo o maíz subieron de media un 25%, hubo revueltas en cuarenta países y más de 130 millones de personas pasaron a engrosar la legión de hambrientos. En 2007 se había logrado reducir los desnutridos del mundo a 850 millones, pero gracias a la especulación alimentaria ya son 1.100 millones.
El precio de los alimentos se marca con los llamados contratos de futuro, que se compran y venden durante un tiempo decenas de veces, especulando con la subida y bajada del precio. Aunque nadie busca en realidad comprar esos alimentos, solo especular, denuncia Veterinarios sin Fronteras. Por otra parte, multinacionales de alimentación como Bunge, Dupont, Cargill, ADM o Syngenta controlan más del 70% de la oferta de cereales y marcan los precios que les convienen para obtener miles de millones de beneficios. Mientras Goldman Sachs, JP Morgan, Bank of America, Santander, BBVA, Deutsche Bank… especulan con el precio de los alimentos y presentan esa inversión especulativa como sector seguro y rentable.
Pero hablamos de un derecho humano indiscutible: el derecho a la vida, a una existencia digna. Y pobreza y hambre no permiten vivir con dignidad. Por eso Jean Ziegler, vicepresidente del Consejo Asesor del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, denuncia que “es un despropósito que el precio de los alimentos sea fijado por la Bolsa. Deben ser retirados de la especulación”.
Ziegler insiste en que “los alimentos han de ser declarados bien público y su precio fijado por negociaciones entre países productores y países consumidores. El sistema para poder hacerlo lo elaboró la UNCTD (Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo), pero las grandes corporaciones multinacionales han logrado descartarlo”.
Según denuncia el “Movimiento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra” (MST) de Brasil y la internacional Vía Campesina, las causas de la subida del precio de los alimentos son el control oligopólico que unas pocas empresas mantienen sobre el comercio mundial de trigo, maíz, arroz, soja, leche…, más la especulación de grandes inversores en las bolsas de productos agrícolas. Más la pura especulación financiera, porque los bancos invierten en alimentos, más seguros que las acciones. Más las privatizaciones de los servicios públicos para la agricultura, puestos bajo el control de las empresas multinacionales. Más la obsena postura de la Organización Mundial del Comercio que transformó los alimentos en mera mercancía…
Ziegler denuncia que “son las estructuras del orden criminal del mundo las que fabrican la masacre cotidiana del hambre. Estructuras criminales como la exportación de productos a precio mucho más bajo que en el propio país, tal como hace la Unión Europea, que exporta productos agrícolas a África a precios muy bajos y destruye la agricultura africana. Y también es una estructura criminal la especulación bursátil de los grandes hedge funds (los fondos buitre) con el arroz, trigo, maíz y mijo, los alimentos básicos del mundo”.
Para Heiner Flassbeck, economista jefe en la UNCTD, la actual subida acelerada de precios de los alimentos es tan peligrosa como la de 2008. Y la causa principal continúa siendo la misma: la especulación: “Los mercados de materias primas agrícolas no pueden encontrar ya precios adecuados, porque han sido pervertidos por los aventureros financieros”, afirma Flassbeck, convencido de que la comunidad internacional debe intervenir para eliminar las burbujas de materias primas alimenticias antes de que sea demasiado tarde.
Como decía Gandhi, “el hambre es un insulto; humilla, deshumaniza, destruye el cuerpo y el espíritu; es la forma más asesina que existe”. Y Juan Torres remacha que “la pobreza no es una desgracia ni el hambre, un desastre natural. Pobreza y hambre son una infamia, un verdadero crimen organizado”. Por eso, si nuestro mundo no hubiera retrocedido en democracia y justicia en los últimos veinte años de imposición del neoliberalismo, los especuladores de alimentos y sus cómplices estarían en la cárcel, convenientemente procesados, juzgados y condenados.
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